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El Todopoderoso

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  -Hasta que te encontré, mala paga. –Escucha esa melodiosa voz y una sensación helada recorre su espina dorsal. Dirige la mirada a donde la voz y se encuentra con el familiar rostro de Bruno, que hasta hace unas semanas era todo afabilidad y amabilidad, ahora parece que bajo su labio superior trajera una pestilencia de la que no se puede deshacer. -Bruno, espera, espera, -el rastrillo cae al suelo, al momento que hace la señal de alto con la mano al notar que el hombre viene hacia él y no con buenas intenciones-  estuve enfermo varios días y obviamente este viejo carcamal de mi patrón me los descontó de mi salario, esa es la causa de que no he podido ponerme al corriente con tus cuentas… Bruno lo mira con perspicacia sin decir palabra durante algunos segundos, ladea la cabeza y le regala una sonrisa que está entre amigable y burlona. -¿Patrón? Así se llaman ahora los tugurios de mala muerte a dónde vas beberte una cerveza, y otra…y otra…y pagar compañía de las damas de la noc...

El Todopoderoso

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  En su mano izquierda sostiene la lonchera con la vianda de comida recién hecha que le lleva a Carlitos, lo menos que merece después de que se afana trabajando desde la mañana hasta la primera oscuridad nocturna. Apenas ha recorrido unos metros cuando en la acera de enfrente la ve venir, desbordando seguridad en su andar y sensualidad en sus movimientos, cualidades de las que echó mano para intentar atrapar a Carlitos. Aunque ahora…nota algo distinto en su apariencia. Unos kilos de más, seguro que es eso. Vuelve atrás tres meses, una tarde en que destrozada por el resultado negativo en su examen de embarazo, decidió llegar directo a casa de Adela para desahogar su pesar en la cocina de su amiga, tomando café con sabor a canela y un trozo de tarta de frutas. Quizá sus toques no fueron lo demasiado fuerte para ser escuchados, pero oye trajinar dentro de la casa, por lo que decide entrar. La puerta está abierta, el cuchicheo proviene de alguna parte pero no hay signos de Adela en la ...

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  Arturo Segura es un hombre que a sus 70 y pocos añitos tiene la vitalidad de un joven en su treintena. Alto, con el pelo completamente cano peinado con raya al lado, utiliza gafas de montura metálica que le otorgan la apariencia de profesor universitario. Es el propietario del edificio de oficinas donde Carlos labora como personal de limpieza. Llegó hasta sus oídos el rumor, quejas mejor dicho, de que el susodicho de repente se extraviaba de sus quehaceres y don Arturo decidió pisarle los talones. Llegó justo en el momento que su trabajador subía a la octava planta armado con cubeta, rastrillo, escoba, bolsas para la basura y trapos para sacudir. La limpieza de la bodega no debe llevarse más de treinta minutos, ya que es un área que tiene poco uso y con una barrida rápida y quitar el polvo de vidrios de las ventanas se mantiene limpio. El caso es que ha pasado casi dos horas y el tal Carlitos sigue perdido entre cachivaches viejos. Por lo que se da a la tarea de entrar en la bode...

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  No es la primera vez que encuentra la escena que hoy se despliega ante sus ojos. La puerta estaba sin llave, acceso libre para todo el que tenga asuntos que tratar en Meléndez Arquitectos; y como la secretaria no estaba en la recepción para atender los pendientes, obvio pasa de largo hasta llegar a la oficina principal. Escucha una  voz masculina rayando en la coquetería y la reconoce en el acto, es la de su esposo Carlos Meléndez. La voz femenina debe ser de Melanie, la asistente, es la única secretaria que por el momento presta sus servicios en el despacho; pero ríe con naturalidad. Empuja un poco la puerta, que para su fortuna solo está entornada y ve a Melanie sentada a horcajadas sobre Carlos, su blusa están completamente abierta y a media espalda, dejando al descubierto los hombros. Es obvio que no trae sostén, no podría quitárselo o ponérselo con la blusa en esa posición, lo que ayuda a que el jefe se pierda entre las generosas tetas de la secretaria. Unas tetas bla...

El Todopoderoso

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  Sedujo sus sentidos, al grado de convencerlo para adquirir, en jugosos pagos obviamente, ese piso.   Divina. Esplendorosa. La verdad, no hay palabra que pueda calificar a plenitud aquella bella estampa. Pared de cristal, del techo al suelo. Desde la planta 28 de un lujoso complejo de apartamentos, Carlos deleita su vista con el verdor de los cerros y aquella niebla densa, que otorga un plus fantasmal a la ciudad. Se pierde dentro de la pintura viva que se exhibe ante él. Con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo largo, camina de un lado a otro de la estancia; la vista es magnífica desde cualquiera de las tres paredes de cristal. Casi siente que puede tocarlos al extender la mano. -Estoy en la gloria- grita entusiasmado, y extiende los brazos simulando abrazar el paisaje que se extiende ante él. Una sonora carcajada estalla en la habitación, al recordar el momento en que presentó su renuncia a Bruno y le hizo saber que desde hace tiempo atendía sus propios asuntos en...

No se lo cuentes...

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  Existen cosas que son solo para una. Personales, íntimas, secretos que nos emocionan y nos provocan una discreta sonrisa.   Lo anterior viene a colación porque hoy conocí a un colega mientras diligenciaba unos trámites, un señor con presencia, buen trato, finos modales… la presentación se dio sola, la conversación fue de todo un poco: el calor, la carga de trabajo, la experiencia profesional, etc., con la forma de estrecharme la mano, sonreírme y decir “el gusto es mío” con una sonrisa, me dio pie a pensar que me estaba tirando los tejos.   Como nos reiríamos Ulises y yo al compartirle esta anécdota. Momento. Alto. Silencio.   Las veces que le he compartido las invitaciones a salir que me han hecho los clientes, no he salido muy bien parada. Ulises sabe perfectamente que son incapaz de aceptar las invitaciones de otra persona a quien apenas conozco, pero el demonio de los celos es tremendo, y puede ocasionar una tormenta.   Al final, decidí guardar la situació...

Primavera

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  Por fin se ha marchado, con su oscuridad, su indiferencia, y llevándose consigo todo el hielo y la tristeza que sembró los últimos meses del año en casa. Atrás han quedado los adornos navideños y las luces multicolores. Y a pesar de que hubo días en que la gente se reunió alrededor de la mesa para compartir comida y buenos deseos, aparte de costosos regalos, la verdad es que el frío y los no gratos recuerdos dejan una mancha imperceptible que no se puede borrar.        La luz entra a raudales por las ventanas, inundando cada rincón de la casa, llenándolos de vida.  Observo hacia el jardín, y es una delicia ver una finísima capa de escarcha derretirse con el calor del sol. Una débil florecilla blanca se abre paso entre la escarcha, desafiante a la vida, sabiendo que su existencia está asegurada.    Cielo azul, cálido, sol ardoroso que quema desde las alturas; pequeños insectos que se mueven a través del aire como mínimas pe...