El Todopoderoso
-Hasta que te encontré, mala paga. –Escucha esa melodiosa voz y una
sensación helada recorre su espina dorsal. Dirige la mirada a donde la voz y se
encuentra con el familiar rostro de Bruno, que hasta hace unas semanas era todo
afabilidad y amabilidad, ahora parece que bajo su labio superior trajera una
pestilencia de la que no se puede deshacer.
-Bruno, espera, espera, -el rastrillo cae al suelo, al momento que hace
la señal de alto con la mano al notar que el hombre viene hacia él y no con
buenas intenciones- estuve enfermo
varios días y obviamente este viejo carcamal de mi patrón me los descontó de mi
salario, esa es la causa de que no he podido ponerme al corriente con tus
cuentas…
Bruno lo mira con perspicacia sin decir palabra durante algunos segundos,
ladea la cabeza y le regala una sonrisa que está entre amigable y burlona.
-¿Patrón? Así se llaman ahora los tugurios de mala muerte a dónde vas
beberte una cerveza, y otra…y otra…y pagar compañía de las damas de la noche?
Ja, ja, ja…
Con pasos silenciosos iguales a los de un gato, entra a la habitación y se protege para no ser vista detrás de una pila de cajas, maderas y otros desechos que ya no siendo útiles, van a terminar a ese depósito solitario, polvoriento, oscuro y lleno de bichos que van desde cucarachas de varias clases hasta telarañas, mosquitos y zancudos. El hombre pequeño pero bien vestido se halla de espaldas a ella, cabello espeso y negro, cada hebra en su lugar, se nota que trae a cuestas una enorme cantidad de gel; a pesar de que Carlitos mide 1.80 de estatura, se ve que ese hombrecillo le inspira miedo en estado puro.
-Bruno, ya está bien. –Carlos intenta que su voz suene firme, incluso
con autoridad, pero solo atina a escucharse cómico- te pagaré lo que tengo
atrasado, solo dame tiempo, por favor. Mira, tengo un compromiso fuerte en
casa, Melanie está enferma de cuidado y debo comprarle medicinas y…
La mujer abrió la boca pero no brotó palabra alguna.
-No me digas. Ah, Dio… –el tono de Bruno seguía siendo de burla y gozaba
con ello.- Melanie enferma. ¿No será más bien que tu vecina, aquella profesional
del tubo… como se llama? –chasquea los dedos en gesto teatral, como intentando
recordar.- Alida, Elida, no, no, no… Adela, sí esa es, Adela, va a dar a luz.
Continuará...
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