Es un lápiz para escritura. Común y corriente, de madera, color verde esmeralda con un borrador blanco y punta de grafito. Fue un obsequio de uno de los pocos amigos de su hermano mayor. Y eso lo convierte en especial. Con ese lápiz ha volcado sus sentimientos en su diario personal. Los poemas o frases de amor y otros pensamientos han sido plasmados en papel con ese lápiz. Aurora lo mira como hipnotizada, sonríe. Ya lo lleva gastado poco más de la mitad. -Aurora, la comida está servida. -le avisa su madre. -Ya voy, ‘ma. Cierra el cuaderno y deja encima el lápiz. Sus primos están de visita en casa. Reanuda sus actividades después de la comida y la plática de sobremesa. El cuaderno está tal y como lo dejó, más el lápiz ha desaparecido. -¿Dónde dejé mi lápiz? –lo busca desesperada, en medio del cuaderno, en el suelo por si se ha caído, revisa su mochila. –Ninguno de mis primos pudo haberlo tomado, estuvimos comiendo todos juntos, nadie entró a la recámara. -Siente un ...