Errores

 








                                                                                          Imagen de Vlad Vasnetsov en Pixabay 


Arantza

Observa las gotas de lluvia resbalar sobre el cristal de la ventanilla durante el trayecto. Ha llegado a su nueva dirección, en un fraccionamiento tranquilo y alejado de donde compartió casa con Esteban. Un contenedor de basura se encuentra instalado en una esquina de la plaza ubicada a unos metros de la entrada principal, ahí la comunidad deposita sus desechos. El vertedero se encuentra a unos veinte minutos de caminata, la fortuna consiste en que su casa queda sobre la misma avenida, hacia el final del sector.  

Ya en casa, un turbulento mar de emociones hace presa de ella. Las cajas con sus pertenencias están todas apiladas al final de la habitación, ya se encargará luego ordenar y decorar, dirige los pasos a la recámara y se concentra en desempacar lo más necesario. El cansancio está manifestándose en su cuerpo y un baño fresco se le antoja la mejor de las soluciones.

 

Mientras disfruta del agua, su estómago reclama alimento. En el refrigerador ha guardado ensalada de pollo y una botella de refresco de cola de 2 litros, y en la caja plástica que ha improvisado como despensa, hay una barra de pan de molde, ingredientes para una ligera comida a base de sándwiches. Y como postre, el pastel de mango. Hay una última cosa que debe hacer antes de arrebujarse en la comodidad de su cama para descansar.

 

Agradece que la lluvia se mantenga detenida en las nubes. La distancia de su casa al parque de la entrada es larga, sin embargo, disfruta la caminata, conociendo lo que hay alrededor, sus nuevos vecinos y los negocios que en algún momento necesitará.  

Por fin llega al área de los contenedores, arroja la bolsa al contenedor.

Ni siquiera se molesta en mirar lo que hay dentro, ya experimentó el dolor de una decisión tomada: duele poner los pies en la realidad, duele mirar aquellos detalles que día a día formaron nuestra existencia en solitarios y en pareja, duele tenerlos en las manos y saber serán reducidos a nada dentro de nada. Lazos que se han roto y para los cuales ya no existe compostura alguna. Unos planes de vida que han perdido su valor. Y un corazón desorientado.

Dentro de aquella bolsa oscura va una parte de ella. Lo relacionado con su ropa y objetos personales fue decidido con rapidez, más no sucedió así con sus recuerdos. Le llevo todo un día revisar cuadernos, libros, fotografías, recortes y detalles. Algunos cuadernos los deshojó y rompió en pedazos, la misma suerte corrió el álbum de fotos, las tiene digitalizadas, así que no es una pérdida. En cuanto a los libros, le dio remordimiento romperlos, por lo que los desechó completos. Un verso enmicado y que alguien le escribió a máquina en un trozo de hoja blanca cuando tenía diecinueve años ahora yace hecho pedacitos. Su mente le trae la imagen de una Arantza en sus 18 años, desbordando juventud y sexualidad, enamorada del autor del verso: un señor de 39 años, casado, padre de tres hijos. Lo conoció en uno de sus primeros empleos, ella recién terminó unos estudios de informática pero mientras lograba acomodarse en un puesto afín, no le quedó opción que aceptar un trabajo de auxiliar comodín en el archivo de una mediana tienda de abarrotes. El susodicho era uno de los guardias de seguridad de la empresa, y a Arantza le enamoró la forma de conducirse con su esposa y sus hijos, en su hogar faltaron esas atenciones.

 

 

De pronto cayó en la cuenta: en su momento, su proceder fue idéntico al de la mujercita de Esteban. La vida le cobra los errores en el momento menos esperado. ¡Y en lo que más le duele!

-La diferencia es que yo a ese hombre lo amé de verdad, por su esencia, no por los beneficios económicos que pudo traer a mi vida…

Tres discos compactos grabados con baladas en inglés y español, una libreta y hojas sueltas con letras de canciones en inglés, expedientes que ya fueron dados de baja y que no ocupa, bolígrafos con la tinta seca, bolsas de celofán para invitaciones, calendarios de años anteriores. Una botella vacía del perfume que tanto le gusta a Esteban. ¡¡Dios, cuantos chismes acumula uno en un espacio tan corto de tiempo!!

Camina unos pasos y toma asiento en una banca, bajo la sombra de un árbol. El parque luce desierto, al parecer no quieren exponerse a mojarse en caso de que la lluvia decida bañar el ambiente. El calor es sofocante, el bochorno debido a la humedad le ocasiona abundante transpiración. Siente que va a desvanecerse, indicador de que el nivel de glucosa en su sangre ha ido a la baja. Tantea rápidamente dentro de su bolso hasta encontrar una tableta de chocolate. La desenvuelve con rapidez y siente al chocolate deshacerse lento en su boca.


Continuará...


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