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La oscuridad de los sueños rotos

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Puzzle  La frondosa cortina de enredadera cubre la mayor parte de la baranda de hierro forjado, aunque no lo suficiente para ocultar lo que hay detrás; algunas luces están encendidas dentro de la casa, señal de que sus habitantes aún no han ido a dormir. -Qué sorpresa vas a llevarte querido mío. -Detiene la mano un segundo antes de hacer sonar el timbre, lo piensa mejor y decide probar si no tiene llave. Gira la chapa y empuja. -Bingo, es mi noche de suerte.  Camina por el andador de tierra, un paso que se ha hecho en medio del césped a base de tanto pisar la hierba hasta que ésta termina por ya no crecer en esa área. Lo mismo que pasa en un solar baldío o en los bosques o campos. La tierra ahoga el sonido de sus pasos. Agradece que la familia no tenga mascota, ya que el caniche, y está cien por ciento segura que sería un caniche porque sabe que la familia es amante de los perros, habría delatado su presencia. En la cochera solo está el automóvil de su novio, situación qu...

La oscuridad de los sueños rotos

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  Pensamientos laberínticos   No hay lugar para cometer errores. A esas fechas, ha cumplido su objetivo de ver debilitada a Edith, las vueltas para llevar comestibles, que antes eran continuas, cada 3 días durante los primeros quince días, se ha ido espaciando hasta quedar en una visita a la semana. Entre su trabajo en el hospital, atender sus asuntos personales y las visitas a Mara, apenas ha tenido tiempo para visitar el huerto de Lucía. El cansancio ha comenzado a cobrarle cuota, ya lo tenía contemplado, sabía que tanto ir y venir le resultaría estresante; es justo el momento de terminar con ese asunto. El momento ha llegado ya.  * * * * *  Sombra saca algo del bolsillo de su abrigo, lo observa unos instantes antes de ponerlo frente a la mujer. Mientras ella entiende lo que es, da media vuelta y sale de la habitación.  Le dará la oportunidad de digerir su encierro. * * * * *  Sollozos ahogados al principio, luego lamentos a viva voz... sostiene...

La oscuridad de los sueños rotos

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  Dosis de muerte -¡Estás muerto! Vete. ¡Tú estás muerto! ¡M-u-e-r-t-o. Acaso no lo entiendes! ¡Veteeeeee! Puede percibir su aliento caliente quemándole la piel del rostro. Juraría que está despierta, con los ojos entrecerrados. Se agita violentamente, tira manotazos a diestra y sin diestra, asestándolos al viento. Gime. Grita. Una mano se extiende hacia ella, invitándola a seguirlo. Esconde sus manos entre las colchas, como si ese gesto fuera suficiente para impedir lo que sea que vaya a suceder. ¡Nooo! ¡Veteeeeee! ¡Todavía no quiero morir, no quiero! La verdad, está muy ocupada para pensar en la muerte, para ella es algo muy ajeno y lejano que no contempla en sus planes, y mucho menos pensó morir abandonada en un cuarto oscuro y sucio, arrancada de las comodidades de su casa por un maniático. Su pecho sube y baja a causa de la respiración agitada. Su rostro está mojado por el llanto y los mocos han encontrado refugio en la boca. Bueno, sirve que ya no la tendrá tan reseca, ja, ja...

La oscuridad de los sueños rotos

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  Todo es oscuridad  Arruga la nariz ante aquel olor acre, picante. Los sentidos le indican que el sueño está por retirarse. Le pesan los párpados y se siente débil. Le está costando abrir los ojos. Le duele el lado izquierdo de la frente y el pómulo, la espalda, y además siente el frío traspasar su ropa. Rueda a su derecha para quedar de costado y lanza un improperio al notar que algo tira con brusquedad de su mano izquierda, lastimándola; además de producir un ruido metálico al chocar contra el suelo. Así que está en el suelo. Pero ¿dónde? El peligro se encuentra cerca de ella, puede sentirlo, olerlo. Abre los ojos y una bombilla amarillenta, con un buen tiempo de mugre adherida, apenas logra desparramar una leve luz en la estancia. Un grito escapa de su garganta al notar la oscuridad y desconocer el lugar. Con dificultad logra sentarse; acerca su mano izquierda y mira que está atada con una gruesa cadena a una argolla metálica clavada en el piso, a unos cuantos metros de di...

La oscuridad de los sueños rotos

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  Luego de una noche de fiesta Mediados de noviembre. Ese año el invierno hace su aparición más temprano que de costumbre. Falta un mes para que, oficialmente, el invierno tome posesión de la estación que le corresponde en el calendario. El manto oscuro de la noche se cierne sobre la ciudad. Nubes plomizas de lluvia cubren el cielo. Paciencia, su más preciada cualidad. Aprendió a desarrollarla desde que se dio cuenta lo difícil que es superar la pérdida de un ser amado. Lleva varias horas esperando en el parque, con el viento helado azotándole con crueldad la piel del rostro. Situación que no le afecta en el aspecto físico, pues por experiencia sabe que el frío del corazón es el más letal.     Destino, coincidencia, suerte… no sabe cómo definir ese punto a su favor. Quizá una mezcla de todas las anteriores. Agradece haber encontrado esa banca, justo debajo de un frondoso árbol cuyo tronco se ramifica en dos partes, formando una “v”, mención aparte, la luz pública brilla, ...

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  Un cuarto frío y olvidado Corre un viento frío, espera terminar pronto sus actividades y pasar el resto del día en la calidez de su casa. Empiezan a dolerle los oídos a causa del enfriamiento. En esa zona semi desértica, el viento tiene una sensación térmica de varios grados menos que en la ciudad. Lleva dos bolsas de compra con todo lo que necesita. Le parece que el peso de ambas le impidiese despegar los pies del piso, lo que le provoca andar con lentitud; por lo que el camino parece más largo. Las hojas y trozos de basura se arremolinan contra las perneras de su pantalón. Por fin entra en la casona, su cuerpo entra de nuevo en calor. Deja las bolsas sobre la mesa de la primera habitación y sin demora encamina sus pasos para llegar al último aposento de la casa. Pasea la mirada por la estancia, admirando con agrado el resultado de su creatividad: la decoración actual es la idea concreta de los tantos documentales que leyó acerca de prisioneros, ya sea de guerra o simples delinc...

La oscuridad de los sueños rotos

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  Augusto Un alivio el que su esposa dedique un fin de semana para sí. No le enfadó el que ella le comentase su viaje en una impersonal hoja de papel arrancada con prisas de una libreta y que pegó en el frigorífico la mañana antes de irse. No se preocupa por ella, sabe cuidarse sola. Domingo al mediodía. La voz de Mariela suena tranquila a través del celular. Le pide se encuentren en el Hospital Central. ¿Hospital Central? ¿Le ha ocurrido algo a Nadie, acaso? No le dan más información. Se encamina rumbo del conocido hospital, rogando porque Nadine esté bien. En recepción están Mariela y María Inés, las mejores amigas de Nadine. Intercambian saludos, pero no le dicen lo que él necesita saber. Después de un largo rato, una enfermera les pide que pasen al despacho del doctor que atendió a la paciente. Recibe la noticia de la muerte de su esposa.                                     * ...