La oscuridad de los sueños rotos
Puzzle
La frondosa cortina de enredadera cubre la mayor parte de la baranda de hierro forjado, aunque no lo suficiente para ocultar lo que hay detrás; algunas luces están encendidas dentro de la casa, señal de que sus habitantes aún no han ido a dormir.
-Qué sorpresa vas a llevarte querido mío. -Detiene la mano un segundo antes de hacer sonar el timbre, lo piensa mejor y decide probar si no tiene llave. Gira la chapa y empuja. -Bingo, es mi noche de suerte.
Camina por el andador de tierra, un paso que se ha hecho en medio del césped a base de tanto pisar la hierba hasta que ésta termina por ya no crecer en esa área. Lo mismo que pasa en un solar baldío o en los bosques o campos. La tierra ahoga el sonido de sus pasos. Agradece que la familia no tenga mascota, ya que el caniche, y está cien por ciento segura que sería un caniche porque sabe que la familia es amante de los perros, habría delatado su presencia. En la cochera solo está el automóvil de su novio, situación que indica que el resto de la familia se encuentra ausente. Un foco de bajo voltaje arroja una luz amarillenta bajo la minúscula marquesina de la entrada, repite a probar si la puerta principal está abierta, sonríe al comprobar que sí. Pasa al recibidor, y un espejo a su izquierda le devuelve su reflejo, le sonríe a la mujer que la mira y aprovecha para acomodarse el cabello. En el ala izquierda se ubica la sala, una discreta pared de aluminio y cristal conforma el comedor, en la pared donde termina éste hay una disimulada puerta que conforma la cocina. Sobre el ala derecha y pasos más adelante del espejo están las escaleras que conducen al segundo nivel. Más allá de la escalera está el dormitorio de los padres de Darío, el pasillo está en penumbra, solo con la poca luz que le llega desde la sala. Espera encontrar a su novio en la sala, al ver que no hay nadie decide anunciar su llegada, pero entonces su atención recae en una escena que la deja sin aliento: sobre la mesa de centro hay dos copas, una cubitera con hielo conteniendo una botella de vino y al lado una bolsa con comida caliente. Una cena para dos. Romántica, lo más seguro. Siente una punzada ardiente en su estómago, la furia penetra por su cabeza, recorriendo cada vena y arteria de su cuerpo, para al final cobrar vida en ella. Respira profundo, un silencio tenso reina en el ambiente. Decide encarar a Darío de una vez. Avanza despacio por el pasillo que va a las escaleras, sube procurando hacer el menor ruido posible, su corazón late tan fuerte como campana de iglesia, se detiene un momento para controlar sus emociones. Un murmullo apagado llega a sus oídos. Por fin está frente a la habitación de Darío, inhala suficiente aire y sin vacilar abre la puerta, sorprendiendo a su novio, quien cubre su desnudez con una toalla de baño al nivel de la cintura.
Edith continúa con la espalda pegada a la pared, abrazada a sus piernas, permite dar voz a sus recuerdos de cierta noche años atrás.
-Solo, estaba solo...no había nadie más en la habitación...la esperaba... a esa maldita la esperaba.. -una risa amarga se escucha en el aire- ay, ay...se arreglaba para ella, le tenía lista la cena, y romántica, por cierto. -El recuerdo alimenta más su furia callada durante tanto tiempo, una furia que ya creía lejos de ella...
- Claro, que tonta soy, se enteró de la noticia...seguro que estuvo en el funeral, pero por más que estudié a todas las presentes no ví signos de que alguna de ellas fuera su "chica"...Entonces de eso se trata, una venganza. -Descansa la cabeza entre las rodillas, pasan algunos minutos y oye correr de nuevo la cerradura. Levanta la vista y observa entrar a su captor, arruga la fotografía con desprecio y su desdicha acumulada le da el valor para enfrentarse a quien sea que la tenga retenida.
Sombra se para frente a ella.
-Veo que has encontrado las respuestas que buscabas.
Otra vez aquella voz conocida.
-Basta Darío, ya estuvo bien de juegos, desátame y déjame ir.
La persona frente a ella ladea un poco la cabeza a la derecha y permanece en silencio.
-¿Es que no me has escuchado idiota? -Esta vez no se trata de un débil murmullo, grita lo más alto que le permiten sus pulmones.- Déjame marchar, ¡maldito de mierda! -Tironea de la cadena con fuerza; esperando que ésta ceda ante la fuerza del tirón y se libere. Sombra la observa sin prestarle atención, navegando en su mar de recuerdos.- ¿Sabes qué, retrasado? No sé cuánto tiempo he permanecido aquí, pero me permito decirte que estarán buscándome, de un momento a otro vendrán a rescatarme y entonces...
No le permite terminar la frase.
-¿Quién vendrá a buscarte? -Otra vez aquella voz suave y tranquila, que provoca que un calor frío trepe y camine a sus anchas por su columna vertebral.
-Mi novio, -sonríe coquetamente- estamos preparando nuestra boda, ya que pronto seremos padres, lo más seguro es que él habrá denunciado mi desaparición... -a pesar de sus guantes negros, Edith advierte que su captor manipula algo en su mano derecha, se queda petrificada al imaginar que pueda ser un arma. Nada que decirse durante algunos segundos, el silencio se rompe al estallar una burlona carcajada.
-¿Tu novio? ¿Te refieres a ese tal Augusto y algo? -Sin esperar respuesta continúa.- Sé que él estaba casado y te rechazó, apostó por su matrimonio, una decisión acertada; por cierto...su esposa murió en extrañas circunstancias...la muerte fue declarada como indeterminada, pero si le escarbamos un poco, médicamente hablando, claro, ¿tienes idea de lo que se podría encontrar? -Edith no esperaba que su captor supiera tantos detalles de su vida.- Tu mano está detrás de esa muerte, ¿o me equivoco? -Silencio, la mujer se deja caer, vencida, sobre el colchón- Tu palidez me ha dado la respuesta.
-No entiendo cómo es que estás vivo, esa noche te disparé, luego asistí a tu funeral...entonces...¿quien está enterrado en esa tumba?
-No lo sé ni me interesa saberlo, -se acuclilla frente a ella, a una distancia prudente- lo importante es que resucité para cobrarte mi muerte. -le ofrece una botella de agua, que Edith no duda en abrir y llevarse a la boca, bebiendo desesperada.
-El hijo que supuestamente esperas tampoco existe. Sin novio, sin hijo, sin familia, nadie te echa de menos Edith, a nadie le haces falta, morirás poco a poco sola, en este agujero oscuro y frío. -extiende la mano y con suavidad le retira el cabello que tiene pegado al rostro. Quiere mirarlo por última vez, grabarlo en su retina.
El tono de la mujer ahora es de súplica, no desea morir.
-Por favor, por favor, tú no eres un asesino, y menos de niños...
-Tienes razón, no lo soy, tú morirás de forma natural, y en cuanto a tu hijo sí, durante algunas semanas lo trajiste en tu vientre, pero cuando Augusto te mandó de viaje sin regreso decidiste abortar. -la mujer se apoya sobre la cama, de pronto todo comienza a darle vueltas y la habitación se hace más oscura y fría.- El día 21, miércoles, para ser exactos, a las 10:25 de la mañana, te practicaron una operación quirúrgica en la clínica La Caridad, en tu expediente clínico aparece como "retiro de miomas uterinos", pero en realidad fue un aborto disfrazado. Me reservo el nombre del médico, pero ambos sabemos quien fue. Ah, -Sombra levanta el dedo índice como un maestro para hacer notar algo a sus alumnos- pero hay otra cosa que pasé por alto: Augusto y algo no era el padre de ese niño, de hecho, puedo asegurar con mi mano en el fuego que ni tu sabes quien lo engendró en tí.
Los reflejos rápidos de Sombra le permiten echarse hacia atrás al momento que Edith, furiosa, impotente para poner en su lugar a ese insolente que la desafía, y sabiéndose descubierta, intenta darle una bofetada, Sombra se levanta y se aleja de ella. Con una sonrisa flotando en los labios, contempla el rostro de Edith, deformado por la ira. Saca un objeto de su abrigo para mostrárselo a la mujer.
-¿Recuerdas esto? -lo mece en el aire para que Edith pueda verlo. Nota cómo se contraen sus facciones a causa del miedo- Olvidaste llevártelo de mi casa, y como soy tan buena gente, te lo traje de regreso. -Lo arroja frente a la mujer, quien sin perder un segundo toma el arma en sus manos y apunta con ella a Sombra, quien lejos de atemorizarse permanece firme y sonríe burlonamente, lo que provoca más la furia de Edith.
-Veo que no has olvidado cómo utilizar este artefacto. ¿Cuántas veces antes de probarlo en mí lo has disparado?
-Cierra la maldita boca, ahora sí te callaré para siempre. Total, para el mundo ya estás muerto. -Jala el gatillo, esperando el sonido del disparo. Nada. Jala de nuevo, solo se oye un débil click. Acto seguido, la risa llena de burla de Sombra hiere el silencio.
-¿Acaso soy tan estúpido para darte el arma cargada, para regalarme yo mismo la muerte? -Sonríe al tiempo que niega con la cabeza- Edith, seré sincero contigo, hubo un tiempo en que te tuve un gran cariño, no amor, pero lo suficientemente fuerte para decidir compartir mi vida a tu lado, comodidad, quizá, o la presión por parte de mis padres para que formaras parte de la familia... no lo sé, pero poco a poco agotaste mi paciencia, -desvía la mirada, sus ojos brillantes a causa de las lágrimas que comienzan a asomar por ellos.- No hallaba la manera de romper contigo, y tú serviste la ocasión perfecta. Pero terminó mal, muy mal.
Edith contesta con su voz distorsionada por el odio y la ira.
-Me hubiera gustado acabar con tu maldita amante también, lástima que no estuvo presente...
-La maldita de mi amante...-repite con calma, como saboreando cada palabra.
-Sí, sí...la desgraciada mujer que se atravesó en nuestro camino.
Sombra guarda silencio unos segundos, luego en tono desenfadado pregunta:
-¿Y qué te hace pensar que se trató de una mujer?
Edith, perpleja por la pregunta, y tratando de entender el alcance de la misma, no se percata que Sombra se ha marchado.
-¿Un hombre? ¿Estabas enamorado de otro ser semejante a ti? No puede ser, no, no, no...
Al fin se da cuenta que está sola.
-¡No te vayas, malnacido, sácame de esta porquería¡ ¿Me escuchas? ¡Sácame de aquí!
Mira a su alrededor, casi ya no hay comida y la poca agua solo bastará para uno o dos días a lo mucho. Descubierta la verdad, sabe que Sombra ya no volverá y la ha dejado ahí para que muera de hambre y sed. Pero no está dispuesta a morir sin luchar. Mira el arma que aún sostiene en sus manos.
-Funciona, por favor... tú me devolverás mi libertad... Dispararé, y alguien tiene que escuchar el disparo, vendrán a investigar y me encontrarán y...
Sombra se desliza por los oscuros pasillos hacia la salida, mira su reloj de pulsera, aún alumbra el sol, no desea que la noche caiga sobre su cabeza como un helado manto.
Edith, desesperada, sacude de una y otra forma el arma con la idea de que funcione, está atascada. Sin ser consciente voltea el arma hacia ella y por descuido jala del gatillo, un golpe sacude su cuerpo y siente un líquido caliente empapar su ropa. Baja la mirada, el origen de la mancha está precisamente sobre su corazón. Lentamente cae sobre su espalda.
El ruido del disparo lo sobresalta, contrario a lo que pensó alguna vez, no se alegra. Se hizo médico para salvar vidas, no para quitarlas. Abandona el huerto de Lucía y camina de prisa hacia su auto, pero antes de irse, se quita los guantes, el abrigo, el conjunto deportivo, las zapatillas, todo en color negro. Se toca el rostro, lleva su mano derecha hacia el nacimiento del cabello y se rasca con fuerza; logrando desprender la piel. La estira de a poco hasta deshacerse de ese rostro, ya no lo necesita, el objetivo que se propuso destruir ya ha sido reducido a nada. En una pira preparada con antelación, pone todo su "vestuario" junto con la máscara que utilizó y lo empapa de gasolina, para tirar luego una cerilla. El fuego enciende sin dudarlo, consumiendo todo lo que ya no hace falta.
Días después...
Limpia la lápida de toda basura antes de poner flores frescas y una varita de incienso. Es el ritual que ha seguido durante años, para él significa tener cerca a su amado. Se sienta y en silencio reza una oración, para luego cerrar los ojos y aspirar el delicado aroma de jazmín. Darío ha llegado ya, siente su presencia.
-Es la última vez que nos vemos, ¿estás consciente de ello, verdad?
Las palabras tardaron en brotar de la boca del doctor Víctor Montenegro, que Darío pensó que no lo había escuchado.
-Sí, -dice con pesar.- Es la despedida definitiva, cumplí mi promesa, puedes descansar en paz.
-No te olvides de venir a rezar por mi alguna vez; yo siempre estaré a tu lado, aunque no podamos vernos ni hablarnos.
El médico siente un nudo oprimir su garganta mientras la presencia de su amado se va alejando. Abre los ojos y se da cuenta que no está solo, un cortejo fúnebre va llegando, por lo que decide retirarse. Se santigua.
-Vendré cada semana, como hasta hoy. De eso puedes estar seguro.
Fin
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