La oscuridad de los sueños rotos
Dosis de muerte
-¡Estás muerto! Vete. ¡Tú estás muerto! ¡M-u-e-r-t-o. Acaso no lo entiendes! ¡Veteeeeee!
Puede percibir su aliento caliente quemándole la piel del
rostro. Juraría que está despierta, con los ojos entrecerrados. Se agita
violentamente, tira manotazos a diestra y sin diestra, asestándolos al viento.
Gime. Grita. Una mano se extiende hacia ella, invitándola a seguirlo. Esconde sus
manos entre las colchas, como si ese gesto fuera suficiente para impedir lo que
sea que vaya a suceder. ¡Nooo! ¡Veteeeeee! ¡Todavía no quiero morir, no quiero!
La verdad, está muy ocupada para pensar en la muerte, para ella es algo muy ajeno
y lejano que no contempla en sus planes, y mucho menos pensó morir abandonada
en un cuarto oscuro y sucio, arrancada de las comodidades de su casa por un
maniático. Su pecho sube y baja a causa de la respiración agitada. Su rostro
está mojado por el llanto y los mocos han encontrado refugio en la boca. Bueno,
sirve que ya no la tendrá tan reseca, ja, ja, ja. Sombra se divierte viendo su
desesperación y su miedo. Juega con ella. Le proporciona unos segundos para que
se recomponga. No debe excederse, de lo contrario, el desenlace puede ser
distinto del que tiene planeado para ella. Observa que ha abierto los ojos, se
acerca y le muestra algo, durante unos segundos la mujer no muestra reacción
alguna; luego, asustada por la repentina aparición de aquella criatura
asquerosa, intenta levantarse pero el cuerpo no le obedece. Lo siente pesado,
como hecho de piedra. Sombra acerca el juguete hacia su invitada, quien grita hasta
desgañitarse la garganta, con el miedo en su máxima expresión. El juguete se
mueve sobre el cuerpo de Edith sin que ésta pueda escapar de su lamentable
suerte, solo puede retorcerse sobre el colchón, impotente. La actitud de la
mujer provoca la risa burlona de Sombra. Las fuerzas parecen haber huido del
cuerpo de Edith. Resolló ruidosamente y…se desmayó.
-¡Oh! –dice con pesar, ladeando la cabeza como si estudiara
una especie rara, en su rostro aparece un gesto de desprecio hacia la mujer que
tiene retenida y que es la causante de que sentimientos y deseos de odio y
desprecio inunden su corazón y ocupen su mente y su tiempo.- Apenas comienzo a
divertirme y te desmayas. ¡Hasta el infierno tiene compasión de ti!
* *
* * *
Ha perdido la noción del tiempo. Sin vistas al exterior, ahí, dentro de su calabozo, puede ser de día o de noche. Ha perdido peso por no comer adecuadamente, el captor le trae de comer ¿cuándo? Desconoce cada cuanto tiempo tiene alimentos en su “habitación”, pero lo que sí está segura, es que son cantidades mínimas, solo para mantenerla con vida. En posición fetal, cubierta con la delgada manta que no le quita del todo el frío, el tiempo transcurre invisible, sin ser visto ni escuchado. Extraña su casa, las palomas han de estar contentas de revolotear en su jardín a sus anchas y dejar su sello en él, seguro que ya ha de tener una buena cantidad de basura acumulada; sus actividades diarias: es una asidua de mirar canales de películas románticas, recuerda que dejó una a la mitad, al regresar le veré el final. Pero ya no regresó a sentarse frente a su ordenador para ver el desenlace de la citada película. Añora el olor del shampoo y del jabón de baño, el vapor llenando la habitación. Una ducha caliente se le antoja, la necesita tanto con ese frío que hace presencia, además urge despedirse de su mal olor corporal. No se ha lavado los dientes, las axilas huelen a sudor rancio y por medio del tacto nota que ha comenzado a crecerle el vello. Ni que decir del olor que despiden sus partes íntimas…
-Ese infeliz… ¿que buscará de mí si no es dinero ni sexo?
Alguna droga debe contener el agua o los alimentos, me paso dormida casi todo
el tiempo…
En los pocos minutos que pasa despierta, su mente trata de
encontrar la razón que la ha llevado a estar a merced de algún desequilibrado
emocional, si es que puede llamarse de esa manera a quien no la ha golpeado ni
de manera física ni de cualquier otra índole, le proporciona alimento y
artículos de higiene personal. Quizá solo planee retenerla una temporada y
luego devolverla a la sociedad donde pertenece. Pero, ¿por qué? Sus
pensamientos se ven interrumpidos por el ruido de la cerradura. Con rapidez se
incorpora. Observa la figura vestida de negro de la cabeza a los pies, la
capucha le cubre parte del rostro, por lo que no puede verlo con claridad.
Mira que se lleva la mano enguantada al bolsillo del
abrigo, el miedo aparece punzante en su estómago. Dios, va a matarme ahora
mismo. Seguro que trae un arma y va a matarme…
-Edith. ¿Te acuerdas…?
La mujer retrocede hasta topar de espalda a la pared.
-Esa voz…no es posible. No es posible.
Continuará…
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