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El Todopoderoso

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  -No, no, no. –grita Carlos al tiempo que de improviso que se levanta de un salto e intenta tomar por el cuello a Esperpento, olvidando por completo que tiene unas esposas en sus muñecas, además de que por los gritos y el ruido de la silla al volcar, los uniformados aparecen con rapidez al auxilio de su jefe.- Ese niño es mi hijo, Adela y yo lo engendramos, revise el documento, debe haber algún error. Esperpento lo mira con compasión y algo parecido a la tristeza, emociones que contrastan con la dureza de su rostro. Con tranquilidad se dirige al detenido. -No hay error, esa criatura no lleva tus genes. Solo Adela sabe a quién le pertenecen. Y es una lástima que no pueda decírnoslo. –dirigiéndose a sus subordinados, les dice en tono calmado pero autoritario- Regrésenlo a la celda, ya me ocupo de que le asignen un abogado de oficio.  Continuará... Obra bajo Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License  

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  -Los vecinos dicen haberte visto salir de casa de Adela poco después de la medianoche. –los ojos vivaces de Esperpento lo escrutan sin ningún disimulo- Dicen no haber escuchado gritos ni nada por el estilo, obvio, el amante visitando a su querida, nadie sospechará sus intenciones… -Nunca le haría daño a Adela, es el amor de mi vida…-su voz comienza a quebrarse y la mirada se torna vidriosa, por lo que opta por guardar silencio. -El amor de tu vida…-Esperpento repite estas palabras como un eco, burlón, sarcástico…-¿Y en qué lugar queda tu esposa? Carlos guarda silencio, una alarma se enciende en su cerebro: hasta ese momento comprende que sobre sus hombros recae la sospecha de asesinar a Adela. -Un…un momento… ¿está insinuando que yo maté a Adela por temor a que mi esposa se entere de mi aventura? Esperpento se mantiene callado, solo observa las reacciones de su interlocutor. En los labios de Carlos se dibuja una mueca amarga que intenta ser sonrisa al tiempo que hace un ademán ne...

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  Desubicado, sorprendido, y con el intenso dolor dibujado en su cara  provocado por los golpes recibidos a manos de los policías que lo aprehendieron esa mañana, Carlos observa la pequeña bolsa traslucida que contiene un dije transparente en color rojo, el color preferido de Adela, colgando de una cadenita plateada. -¿Lo reconoces? –pregunta el esperpento, sosteniendo en alto la bolsita plástica, a una distancia prudente para que el detenido pueda observarlo en plenitud. -Es de Adela. –la voz apenas puede salir de su garganta. -Querrás decir que era de Adela. Sabes quién era Adela . Y sabes que estás en la policía ministerial, ¿verdad? –un débil asentamiento de cabeza por parte del sospechoso le da luz verde para continuar con su trabajo.- ¿Y sabes por qué? Transcurrieron varios minutos en los que Carlos intenta acomodar las piezas en el sitio correspondiente dentro de sus recuerdos, lo último que su mente trae a flote es que salió de su trabajo y fue a una taberna p...

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  -Ya voy, ya voy…- los fuertes golpes en la puerta y las desconocidas voces que a gritos lo llaman por su nombre lo sacan de su espeso sueño. Se incorpora con dificultad, la resaca ha dejado huella en su cuerpo.- No lo dejan dormir a uno, hombre…-la somnolencia lo acompaña hasta la puerta de entrada, apenas abre y varios hombres se abalanzan sobre él, logrando derribarlo pesadamente al suelo, se cubre la cara con los brazos para protegerse de la lluvia de patadas que cae sobre sus piernas y estómago. Grita que paren, pero su voz apenas es un murmullo que con dolor sale de sus labios.                                           * * * * *     Por fin abre los ojos. Intenta reconocer el lugar donde está, paredes oscuras pintarrajeadas con colores chillones, palabras escritas con letras enormes y acompañadas por dibujos obscenos. Y como pesticida que llena el aire, un ...

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  La sala de la casa estaba en perfectas condiciones, más no podía decirse lo mismo de la habitación que hace apenas unas pocas horas guardaba la intimidad y los secretos de la fallecida. El detective Ramírez mira con desdén el cuerpo de la mujer tendida en el suelo, la cabeza descansando sobre un charco de espeso líquido carmesí, los ojos abiertos mirando sin mirar hacia la nada; los carnosos labios entre abiertos, ¿rogaría por su vida? ¿insultó a su atacante? Un comentario mordaz escapa de boca de Ramírez. -Ni muerta deja de provocar las hormonas esta jodida teibolera. –Niega con la cabeza, se acuclilla frente a la mujer inerte, mirándola con lástima.- ¿Asesino? ¿Asesina? Puede ser cualquiera…te llevabas de encuentro a todos los especímenes masculinos sin importarte las consecuencias. Ahora estoy seguro que lo lamentas, ¿a que sí?    Se pone en pie y comienza a buscar sin tener en claro que es lo que busca. Abandona la habitación justo cuando llega el forense, hay ...

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  Llevó su humillación y dolor a escondidas, sin gritos ni reclamos. Por su garganta resbalaron como lava ardiente todos los reproches que se contuvo de gritar a Carlos y a esa mujer de poca monta que por mucho tiempo consideró su amiga. El mundo gira y gira hasta alterar el rumbo de las cosas. Carlos llegó a su casa trastabillando, en estado de ebriedad completa. Melanie se levantó de mala gana por si el señor deseaba cenar algo. Para su fortuna no. El hombre se retiró a la habitación que comparte con su esposa, se tiró sobre la cama vestido y con zapatos. Los ronquidos no se hicieron esperar; Carlos tiene el sueño tan pesado que puede estallar una bomba y él ni cosquillas siente. En diferentes circunstancias, Melanie le habría reñido por esa acción, le hubiese exigido que se bañara antes de acostarse, pues le causaba nauseas su olor a sudor rancio mezclado con tabaco y cerveza, pero esta vez lo dejó pasar. Vestía  con una camiseta de algodón gris, fue cuestión solo de poner...

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Desapareció. Su cuenta de ahorro, la que formó durante años con el esfuerzo de su trabajo, está en cero. Imposible que un cajero automatizado, programado, se haya equivocado: dos veces tecleó su nip personal, la primera vez la respuesta automática fue “saldo insuficiente”, quizá mis dedos oprimieron un número por otro; vamos, intentémoslo de nuevo. Segunda vez: el mismo mensaje: “saldo insuficiente”.   Confusa y molesta, se dirige al gerente de la institución bancaria, quien luego de introducir en su computadora los datos de la cuenta de Melanie, la respuesta humana es la misma que la del cajero robot: no hay efectivo disponible, ya fue retirado por completo en días anteriores.     Ya en casa, en medio de incertidumbre y coraje, intenta saber cómo le fue sustraído ese dinero, la idea pasa largo tiempo rondando por su mente, que termina con dolor de cabeza. Al final decide acudir ante la autoridad para denunciar ese robo, sí, eso hará, la policía cuenta con los medios y la...