El Todopoderoso

 









-Ya voy, ya voy…- los fuertes golpes en la puerta y las desconocidas voces que a gritos lo llaman por su nombre lo sacan de su espeso sueño. Se incorpora con dificultad, la resaca ha dejado huella en su cuerpo.- No lo dejan dormir a uno, hombre…-la somnolencia lo acompaña hasta la puerta de entrada, apenas abre y varios hombres se abalanzan sobre él, logrando derribarlo pesadamente al suelo, se cubre la cara con los brazos para protegerse de la lluvia de patadas que cae sobre sus piernas y estómago. Grita que paren, pero su voz apenas es un murmullo que con dolor sale de sus labios.

                                          * * * * *    

Por fin abre los ojos. Intenta reconocer el lugar donde está, paredes oscuras pintarrajeadas con colores chillones, palabras escritas con letras enormes y acompañadas por dibujos obscenos. Y como pesticida que llena el aire, un fuerte olor a orines que arde en sus fosas nasales.

Voltea sobresaltado al sentir aproximarse una presencia, viste de uniforme policial, entiende ahora que se encuentra en la cárcel, o al menos en una celda.

El uniformado, con voz áspera y de mal modo gruñe:

-Vamos, que no tenemos todo el día.

-¿A donde me llevan? ¿Por qué estoy aquí? –el uniformado tiene por respuesta silencio, Carlos se levanta con dificultad, el dolor está carcomiendo todo su cuerpo. Logra levantarse y aparece otro guardián del orden. Lo custodian hasta una oficina cutre, con luz amarillenta, y sin querer se acuerda de su casa de infancia, donde una bombilla grasienta atrapaba el polvo distorsionando el color de la luz; tras una silla vieja y chirriante, un tipo con cabello engominado peinado hacia atrás, negro como seguramente debía tener el alma, ojos enmarcados tras unas gafas de montura gruesa pasadas de moda, altos pómulos, la piel de su rostro surcando ya algunas arrugas, llenaba formularios a mano, a pesar de tener a su lado una máquina de escribir. Los uniformados arrojan a Carlos sobre la silla que está frente al tipo de cabello engominado, éste continúa enfrascado en sus labores sin prestarle atención. Luego de un rato, cabello engominado arroja el cuadernillo en el que ha estado trabajando. Se quita las gafas dejándolas sobre el escritorio y se frota la cara con ambas manos. Lanza al aire un bostezo y luego, con una mueca parecida al asco, mira al hombre que lleva rato esperándolo.

-Estás en un muy buen lío, idiota. –fue el gruñido que salió de los labios de aquel esperpento de película barata.

Continuará…


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