El Todopoderoso


 










-Los vecinos dicen haberte visto salir de casa de Adela poco después de la medianoche. –los ojos vivaces de Esperpento lo escrutan sin ningún disimulo- Dicen no haber escuchado gritos ni nada por el estilo, obvio, el amante visitando a su querida, nadie sospechará sus intenciones…

-Nunca le haría daño a Adela, es el amor de mi vida…-su voz comienza a quebrarse y la mirada se torna vidriosa, por lo que opta por guardar silencio.

-El amor de tu vida…-Esperpento repite estas palabras como un eco, burlón, sarcástico…-¿Y en qué lugar queda tu esposa?

Carlos guarda silencio, una alarma se enciende en su cerebro: hasta ese momento comprende que sobre sus hombros recae la sospecha de asesinar a Adela.

-Un…un momento… ¿está insinuando que yo maté a Adela por temor a que mi esposa se entere de mi aventura?

Esperpento se mantiene callado, solo observa las reacciones de su interlocutor.

En los labios de Carlos se dibuja una mueca amarga que intenta ser sonrisa al tiempo que hace un ademán negativo con la cabeza. Su mente comienza a espabilarse; frente a él, Esperpento desliza una bolsa transparente, sin perder de vista las reacciones del presunto asesino.

-Es una pistola.

-Brillante deducción.

-Estoy hablando en serio, es un arma.

-Y yo también hablo en serio cuando te digo que esa arma es tu arma.

-Debe…hay un error, yo no tengo armas, es más, ni siquiera sé cómo utilizarla. –comienza a revolverse inquieto en el asiento.

-Eso no supone ningún problema, cualquiera podemos aprender a disparar una, existen tutoriales y manuales que se consiguen en el mercado negro o en el internet oscuro. –Esperpento entrelaza las manos y las coloca sobre el escritorio, al ver que Carlos permanece en silencio, le deja caer el primer petardo. –La encontramos debajo del colchón, tiene tus huellas.

-Es imposible –alzó la voz atrayendo las miradas del resto de los presentes, se levanta y acerca su cara a la de Esperpento mientras dos uniformados que presencian la escena se apresuran a sentarlo- No es mi arma, yo no maté a Adela.

-¿Cómo explicas entonces tus huellas en ella?

Silencio.

-Y hay algo más, -Carlos fija la mirada en él- el amor de tu vida…perdón, Adela, estaba embarazada de cuatro meses.

Carlos baja la mirada.

-Ese fue el motivo que provocó que terminara con mi esposa, Adela, mi hijo y yo comenzaríamos una nueva vida lejos de aquí, por obvias razones, usted comprende…

Esperpento se recuesta sobre el respaldo de su silla.

-Terminaste con tu esposa…o sea, que se divorciaron…

-No, me iría sin decirle nada, no me atreví a hablar claro las cosas…

Esperpento deja escapar un silbido agudo, lastimando los tímpanos de Carlos.

-O sea, que se ella no sabía que habías cambiado de modelo… -esperó a que el hombre presunto asesino dijera algo, en vista de que no fue así, saca del cajón de su escritorio un documento que desliza ante Carlos, este lo lee, de vez en cuando una arruga se marca en su frente.

-No lo entiendo, podría decirme que dice?

Esperpento estira la mano y recupera el documento, hace el ademán de leer para darle más intriga al asunto, y al final suelta la bomba:

-Dice que tú no eres el padre de la criatura.

Carlos apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

-Tomamos tus muestras para realizar las pruebas de ADN, y no coinciden. Por lo tanto ese niño no era tuyo, y por lo tanto tú tienes el móvil principal para matar a Adela.

Continuará...


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