El Todopoderoso
Llevó su humillación y dolor a escondidas, sin gritos
ni reclamos. Por su garganta resbalaron como lava ardiente todos los reproches
que se contuvo de gritar a Carlos y a esa mujer de poca monta que por mucho
tiempo consideró su amiga. El mundo gira y gira hasta alterar el rumbo de las
cosas.
Carlos llegó a su casa trastabillando, en estado de ebriedad completa. Melanie se levantó de mala gana por si el señor deseaba cenar algo. Para su fortuna no. El hombre se retiró a la habitación que comparte con su esposa, se tiró sobre la cama vestido y con zapatos. Los ronquidos no se hicieron esperar; Carlos tiene el sueño tan pesado que puede estallar una bomba y él ni cosquillas siente. En diferentes circunstancias, Melanie le habría reñido por esa acción, le hubiese exigido que se bañara antes de acostarse, pues le causaba nauseas su olor a sudor rancio mezclado con tabaco y cerveza, pero esta vez lo dejó pasar. Vestía con una camiseta de algodón gris, fue cuestión solo de ponerle los brazos hacia arriba y deslizar la playera hasta lograr sacarla por la cabeza. Se toma un pequeño respiro, ya reposarás luego, ahora debes terminar tu cometido. Una vocecita dentro de su cabeza llenaba el pesado silencio, que se derramaba como mercurio por toda la casa. Acto seguido, coloca los brazos de Carlos a los costados, y comienza a vestirlo con la camisa que con antelación le preparó. Intenta cambiar la posición del cuerpo de modo que quede boca arriba, para poder abotonar la camisa, pero Carlos está inconsciente, es un peso muerto.
-¡Cómo pesa este desgraciado!, -maldijo al
sentir que su piel transpiraba abundantemente, no podía dejar ningún rastro
genético en las ropas de su esposo. -intenta una y otra vez, de diversas
maneras, voltearlo. Inesperadamente, el hombre se mueve solo, lo que provoca
que el corazón de Melanie comience a latir con fuerza. Si se despierta Carlos todo el tinglado se le
vendrá abajo. Para su fortuna, el hombre lanza un débil balbuceo y
se queda quieto.
La euforia invade su ser, al darse cuenta de aprovechó
la ocasión perfecta para su venganza, a pesar de la batalla que el látex supuso
para ella. Minutos después, aquel objeto que encontró tirado entre la hierba
días atrás, yace entre las manos de Carlos.
Oportunidad servida en bandeja de plata, gracias a los efectos del alcohol…
Continuará...
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