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Mostrando las entradas de enero, 2012

Aprendizaje

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En las conversaciones que mamá sostenía con otras personas, siempre la escuché decir que cuando yo entrara a cierta edad me enamoraría y me casaría. En mi mente infantil la frase “tener novio” significaba dos chiquillos platicando de cosas intrascendentes, mirarse lelos el uno al otro y sonreírse como tontitos. “Casarse” era cumplir la obligación de visitar la iglesia y luego acudir a una pomposa fiesta (que a final de cuentas los novios pagan y no disfrutan) para ser el centro de atención de todas las miradas (que si la novia luce de tal o cual manera, si el peinado la favorece, si el vestido así y asá, si el novio no se afeitó bien o se lastimó al hacerlo y cosas por el estilo que nunca faltan), convivir y escuchar las estupideces que por buenos deseos te hacen saber los invitados y padrinos. Nada que ver con la realidad. Crecí en estatura y edad, maduré física y emocionalmente, el mundo dejó entonces de ser fácil como lo decía mamá y entendí con el paso de los años que el amor es co...

Casa Nueva

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Describiré al lector la casa en que transcurrió mi infancia, bueno, si es que a ese cuarteto de mal estructuradas paredes de block levantadas a las prisas, podría dársele el sustantivo de “casa”. El techo siempre fue de lámina, unos barrotes impedían que éstas estuvieran al ras de los cimientos, por lo que en invierno todo el aire frío se colaba impidiendo un ambiente cálido, las pobres láminas estaban ya tan desgastadas por el agresivo clima y factor tiempo, que cada vez que llovía no sabíamos si nos mojábamos más adentro que afuera. Eran tres cuartos dispuestos como vagones de ferrocarril; el primero podía decirse que era la sala, recámara y estudio para hacer nuestra tarea escolar. Por sala se contaban dos sillas desvencijadas que también formaban parte del comedor. La cama en que dormía mi abuela también hacía presencia en ese cuarto, ah, porque mamá tenía a su “santa madrecita” viviendo con nosotros, ya que al morir su concubino los hijos de éste se encargaron de hacerle ver que n...

Entendiendo los Probervios

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Josefina sintió a su estómago reclamarle comida, estuvo tan ocupada preparando sus asuntos que no sintió pasar el tiempo, y al mirar el reloj se dio cuenta que eran un poco más de las 2:00 de la tarde, así que hizo a un lado sus pendientes y se dirigió a la cocina, su cerebro tenía la idea de acompañar el suculento pollo asado que ordenó con una picosísima salsa y una crema de aguacate, pero se vio interrumpida en su labor por el timbre del teléfono. Sonó seis veces antes de decidirse a contestar, por lo regular el sábado y el domingo eran los únicos días que podía desconectarse del mundo, ya que durante el resto de la semana por su trabajo como abogada, tenía la obligación de contestar todas las llamadas ya fueran hechas a su casa o al móvil, no estaba en posición para perder a un cliente o dejar insatisfechos a los que tenía. “Debe tratarse de algo importante o es alguien que me conoce, de lo contrario ya hubieran colgado”. -Sí diga. -Jossy, que onda, soy yo Laura Alicia. -Ah, ¿que n...

Entendiendo los Probervios

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El bar se ubicaba en pleno centro de la ciudad, solo atravesaron la calle para llegar a donde el vaquero dejó estacionado su automóvil. El estacionamiento estaba oscuro en su mayor parte. Como buen caballero auxilió a la dama a subirse al auto, Laura Alicia se recostó y cerró los ojos, luego escuchó el cerrarse de la puerta del conductor. Sintió que el vaquero le acariciaba las mejillas, el sedoso y planchado cabello teñido de rubio, segundos después se encontró envuelta en un confortable abrazo. Escuchó el ruido de un cierre y sintió su mano explorar por el sexo del hombre. Desconcertada, Laura Alicia se separó del vaquero. -¿Qué haces? -Lo que querías que te hiciera desde que me viste –le contestó al tiempo que volvió a tomarla entre sus brazos y le besaba el cuello. Laura Alicia volvió a rechazarlo. -Te equivocas, yo no deseo tener intimidad contigo, apenas si te conozco… La respuesta del hombre la detuvo en seco. -Las mujeres de tu calaña, quiero decir, prostitutas –hizo énfasis bu...

Entendiendo los Proverbios

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Nerviosa, con dedos temblorosos, Laura Alicia frota una cerilla contra la lija una, dos, tres veces hasta que aquella enciende. Sin dejar de temblar la acerca a la varita de incienso y ésta comienza a arder, despidiendo un humillo con olor a jazmín. La mujer lo aspira profundamente y después de unos segundos parece tranquilizarse; no es para menos, el susto que ha pasado horas antes la ha dejado al borde de la histeria y la paranoia. Mantiene los ojos cerrados, no quiere llorar y se acuerda de Josefina, su mejor amiga. -Yossi, Yossi, pareces adivina ¿cómo supiste que el tipo que nos invitó un trago en el bar resultó ser un criminal? Lo bueno es que tú no aceptaste su invitación, de lo contrario ya seríamos dos las víctimas. Todavía temblando se dirigió al baño, una ducha tibia le ayudaría a tranquilizarse y a conciliar el sueño. Comenzó a despojarse de cada una de sus prendas, las miraba con recelo, como si ellas fueran la causa de su desventura. Y de cierta manera así fue. La blusa qu...

Por fin entendió!

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Después de ocho meses, que son demasiados para estar incomunicadas entre amigas, hoy decidí cortar el silencio y llamé a Laura Alicia. Entendí que no debo molestarme con ella si no me llama, pero la amistad se da entre dos o varias personas, no solo de una, y llegó el momento en que me cansó ser siempre yo quien tome la iniciativa de llamarla para saber como está, para quedar en ir a comer, para hacer tal o cual cosa; y me cansó el pretexto infantil que siempre dice “no te llamo porque tú estás trabajando”, su capacidad de pensamiento es tan pobre que no piensa que en alguna hora debo llegar a casa y dejar el trabajo en la oficina. En fin, más que nada llamé a su casa porque necesitaba consultar una duda que me surgió en un asunto relacionado con mi trabajo a su hermano que es contador, y me pareció más que una descortesía, una grosería para con ella no saludarla. Así que nos pusimos al corriente de ocho meses de chismes y vivencias; la noté, o quizá fuera mi imaginación, más madura qu...