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Mostrando las entradas de julio, 2011

Que timidez!

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Es la segunda vez que aborda el mismo camión que yo. Bien peinado, de vestir y con agenda ejecutiva en mano. Se parece, no mejor dicho, creo que es Clemente Uribe, el contador de aquella línea de autotransportes donde trabajé. Quiero salir de dudas, pero a la vez me contengo. ¿Cómo le pregunto ¿De casualidad se llama usted Clemente Uribe?? No. Es una pregunta muy directa. Se puede molestar. Se escucha mejor “Disculpe señor, pero usted me recuerda a un ex compañero de trabajo de la empresa tal…” No. Tampoco me gusta, es demasiado ceremonioso. Que tal esto “Hola señor! Usted se parece mucho a fulano de tal…”. No. Lo mejor será no preguntar. ¿Qué tal si se molesta? La gente se dará cuenta, con eso de que nada más van parando oreja… Al carajo con la gente! Después de todo Clemente es una persona accesible y la llevé bien con él. Total. Si me equivoco no pasa nada. Opps! Se terminó el viaje y yo no me animó a preguntar. Lo veo alejarse… perdí la oportunidad de reencontrar a un viejo amigo. ...

Cae más pronto un hablador…

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-Ay! No me quiero levantar. Apenas puedo abrir los ojos, el sueño se niega a irse de mí y el cuerpo lo siento pesado, como si fuera de plomo. Hago un tremendo esfuerzo con cada movimiento de mi cuerpo. Cada mañana al levantarme digo: Hoy le plantearé a mi tutora: “Gumara, no voy a poder acudir todos los días a las prácticas, tengo varios asuntos que requieren mi atención”. Pero ¿a quien intento engañar? Lo que pasa es que me llega la 1:00 de la madrugada sentada frente al televisor viendo esas series policiacas que tanto me agradan, y ándale! Dentro de cinco horas no me puedo despertar. Pero el sentido del deber es más fuerte que la flojera… A veces me sorprendo pensando como Laura Alicia, mi amiga, ja, ja! Ella cree merecerlo todo sin desgastarse. Ahí está que no le gusta trabajar, se la pasa buscando parejas en todo momento: cuando sale de compras, en las fiestas, hasta por internet, y cuando logra que un incauto se interese por ella, no lo quiere dejar escapar. Yo a veces visito esa...

Con esas amigas…

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Rostro sereno, ya sin huellas de llanto en sus ojos y con la mirada perdida, Laura Alicia recordaba aún a ese grupito de niñas bobas que la hicieron llorar. Muchachitas decentes, pero que si fueran tan decentes no estarían a las 3:00 de la madrugada lejos de casa. Hijas de familias bien, pero quizá sean realmente de lo más promiscuo que existe en este mundo. Una nunca sabe lo que se esconde tras la fachada de una “familia bien”… Le gritaron todos los insultos que se supieron, la ofendieron a más no poder… y solo porque en esa fiesta a la que ella fue invitada atraía las miradas masculinas y provocaba los piropos de los hombres. Yo no soy culpable de ser tan llamativa, se había dicho. Le ocasionó un problema a su amiga Josefina, quien la invitó a la fiesta, con Martha, la organizadora de la reunión; la idea era pasar la tarde del sábado y parte del domingo en una quinta. Después de cenar y ya entrada en ambiente con tres bebidas en su organismo, Laura Alicia armó tremendo escándalo que ...

Sueño que me amas

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Tiempo atrás iniciamos una bonita relación. En ese momento la llamamos amistad. De un día a otro me quedé con las manos vacías. Tu amistad se me escapó como agua entre las manos. Nunca acepté tu ausencia, pero me acostumbré a vivir sin ti. Durante mucho tiempo mantuve vivo el deseo de que volvieras a mí. Y hoy lo hiciste. Explicaste los motivos por los cuales te alejaste, reconociste el error y quisiste enmendarlo, hacer como si nada hubiera sucedido. Yo te escuché tranquilamente, sin alterarme; sabía que no te interesaba mi amistad en lo más mínimo, solo te acercabas aprovechando el amor que confesé sentir hacia ti para mejorar académicamente. Te diste cuenta que el ser llamado “amigo” implica mucho más que platicar a diario de tonterías o de irse de antro con las jovencitas buscando obtener un beneficio corporal. Advertiste tardíamente que su deslumbrante belleza y juventud no puede competir ni de lejos con lo que yo te di: apoyo, compañía, ayuda desinteresada. De haber existido tiem...

Ingratitud

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A veces se apodera de mí un remordimiento tremendo porque siento que soy ingrata con Asther, mi jefa. He recibido de ella apoyo tanto económico como moral, solo he tenido atenciones de su parte. Veo que es insegura o que desea tener a la gente controlada; y eso no va conmigo. No me gusta que me llame por teléfono cada mañana para preguntar si voy a ir a la oficina, siento ganas de decirle que no soy de las personas a quienes se necesite recordarles lo que tienen que hacer. Me detengo porque sé que se preocupa por mí; quizá mi molestia sea porque no estoy acostumbrada a recibir tantas atenciones. Otra cosa que me llena de profunda molestia es que es perfeccionista en el trabajo, no quiere que se le acumulen pendientes; en ese aspecto somos algo parecidas, pero yo soy algo mal hecha y me tomo la responsabilidad a la ligera, con esto evito muchas gastritis. Asther no se fija ni le duele el bolsillo al momento de comprar comida para las dos, ir de compras y hasta para regalarme prendas de ...

El último empleo

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Tomé al azar el primer cd que encontró mi mano. Botón play en acción. Comienza a botar la música. ¡Que nostalgia siento al escuchar estas canciones! Vuelvo a estar, aunque sea con la memoria, en esa pequeña y confortable oficina en la que año y medio presté mis servicios como secretaria. Fui muy afortunada, el trabajo era sencillo, casi siempre estaba sola ya que por así darse las circunstancias mi jefe todo el día estaba fuera supervisando el trabajo, así que disponía de todo el tiempo necesario para realizar mis tareas escolares. Me pasaba la mayoría del tiempo navegando por internet, investigando, bajando música, hasta inicié un blog de lectura. Como también había en la oficina de mi jefe un televisor, me hice adicta por las mañanas al noticiero y a las recetas de cocina, al mediodía no me perdía las telenovelas y por la tarde me emocionaba con las películas. Ese empleo llegó justo en el momento que acababa de dejar otro donde no me sentía a mis anchas pero me aguanté porque tenía u...