Ingratitud

A veces se apodera de mí un remordimiento tremendo porque siento que soy ingrata con Asther, mi jefa. He recibido de ella apoyo tanto económico como moral, solo he tenido atenciones de su parte.
Veo que es insegura o que desea tener a la gente controlada; y eso no va conmigo. No me gusta que me llame por teléfono cada mañana para preguntar si voy a ir a la oficina, siento ganas de decirle que no soy de las personas a quienes se necesite recordarles lo que tienen que hacer. Me detengo porque sé que se preocupa por mí; quizá mi molestia sea porque no estoy acostumbrada a recibir tantas atenciones.
Otra cosa que me llena de profunda molestia es que es perfeccionista en el trabajo, no quiere que se le acumulen pendientes; en ese aspecto somos algo parecidas, pero yo soy algo mal hecha y me tomo la responsabilidad a la ligera, con esto evito muchas gastritis.
Asther no se fija ni le duele el bolsillo al momento de comprar comida para las dos, ir de compras y hasta para regalarme prendas de vestir. Esta situación me hace sentir algo incómoda, pero la acepto porque en este momento carezco de un ingreso para solventar mis gastos.
Me siento una basura porque mientras yo hago el trabajo de mala gana ella me recibe con algún obsequio, algo de comer o me da los regalitos que le hacen llegar los clientes y que ella no necesita. Ni como decir algo ante semejante detalle.
Lo que hago es ingratitud, y en verdad estoy tratando de cambiar esta forma tan desigual de comportarme.
Voy lento, pero sé que lo lograré.
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