Luna de fuego

Retuerce la almohada entre sus dedos. Frente a ella el reloj le indica que aún falta mucho para que amanezca, intenta dormir, pero la ansiedad y la angustia se lo impiden. A la luz del alba ya todo habrá terminado. ¿Para quién? Cierra los ojos, los gemidos en el cuarto contiguo aún no cesan. Imagina los cuerpos sudorosos, desnudos, retozando uno encima del otro, disfrutando de un maravilloso sexo. Piensa en el futuro, después de esa interminable noche será ella quien esté en lugar de la mujer de al lado, quien gima y suspire de placer al sentir las manos del hombre como mariposas recorrer su piel, masajeando sus senos, para luego besarlos y con los dientes morder los diminutos pezones, mientras ella acaricia su cabeza obligándole a permanecer ahí, besando, mordiendo, generándole en el vientre las ansias de tenerlo dentro; pero el hombre se aparta con suavidad para pasear su boca por el estómago, su paseo lo lleva a perderse entre los muslos, el contacto rasposo de...