El piano de Cortázar










 
 
Siente el agua deslizarse sobre su piel. Temperatura ideal, ni fría ni demasiado caliente. El piano de Ernesto Cortázar se deja escuchar de fondo musical.
 
Disfruta de su baño. Ojala los pensamientos oscuros que tienen atrapada su mente se diluyeran con el agua y el jabón y se fueran por la coladera. Pero no. el enojo y la frustración siguen encadenados a su vida; más ahora que el hombre que consideraba su compañero de vida se largó enfadado.
-Y solo porque me atreví a decirle que no me gusta trabajar para su gente porque no quieren pagar mi trabajo, quieren el servicio gratis y eso no es posible. Creen que la abogacía es sinónimo de “dama de caridad”, y están muy equivocados.
 
El nudo que siente en la garganta duele. Cierra los ojos y se muerde el labio inferior mientras las lágrimas fluyen confundiéndose con el agua. Llevaba días evitando el llanto, pero ahora lo deja salir. Total, está sola en casa, nadie la ve, ni la juzga ni hace preguntas. Solo ella, su soledad y el piano de Cortázar.
 
Todas las cosas en su vida fueron lo contrario de lo que buscó y luchó por obtener. Estudió y se preparó para ser una profesionista exitosa, pero terminó laborando como una simple secretaria en pequeñas empresas. Se pregunta hasta el cansancio cuál es su falla, cual es el secreto de aquellas personas que sin tener gran preparación perciben el triple del sueldo que ella obtiene al mes. Los  negocios que emprendió con tanta ilusión y esperanza no sobrevivieron más allá del primer año. Mira furiosa cómo se va al garete la idea de ser su propia jefa y disponer con libertad de su tiempo. Es duro solo ver el camino de los triunfadores, gente que ni siquiera lo merece, y ella, con toda su preparación académica, le es arrebatado de las manos. Intentó de todo: limpias, amuletos, mantras, oraciones; más nada funcionó. Echa la culpa a que todo se debe a una maldición generacional, a una fuerza ajena a ella que destruye y tergiversa todos sus planes y deseos.
 
La adicción al alcohol de su padre lo llevó a perder el humilde taller mecánico que instaló, el hombre pasaba días perdido por los efectos de la botella y los clientes fueron desapareciendo poco a poco. Fracasó.
-Igual que yo,  -pensó con amargura,-  la diferencia que yo no soy viciosa y me empeñé en ser la mejor en todo y hacer las cosas de una manera excelente; aun así todo me han arrebatado. ¿Quién? No lo sé. Desconozco que fuerza actúa sobre mi vida, pero me ha destrozado.
Se viste con parsimonia, se sienta en la cama con la vista fija en algún punto de la pared, no sabe cuánto tiempo ha pasado antes que el olor a canela del café en la cocina la trajera de nuevo a la realidad.
 
Ya arreglada y disfrutando de su amado café, con tono enérgico piensa en voz alta:
-Mira linda, si tú no te valoras nadie lo hará. No llegaste hasta aquí y formaste lo que tienes para luego, en un arranque, tirarlo a la basura. No te rindas, esto es tu vida, es lo que quieres, lucha por eso. Esta situación enrevesada pasará. Ten fe.           
El aroma del café se hace más intenso, a ella la acompañan su soledad y el piano de Cortázar.
 



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