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Mostrando las entradas de mayo, 2011

Sin destino

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Astrid miró de nueva cuenta el sobre que le fuera devuelto esa mañana. Llegó con la correspondencia habitual que le era enviada a sus padres: ofertas de tiendas departamentales, invitaciones a estudiar cursos a distancia, etc. Ella puso en el buzón esa carta la semana anterior. Necesitaba hablar con Priscila, desde que terminaron ambas el curso no se volvieron a ver, y tenía muchas cosas que platicarle, en su casa se sentía ahogada con la presencia de su madre recordando a cada minuto que el dinero escaseaba en casa, que su ingreso no alcanzaba para cubrir todos los recibos, que por eso le consiguieron esa beca en el curso de computación, para que consiguiera un buen trabajo y ayudara con el gasto, ya que su padre estaba enfermo y no podía trabajar. -Muy enfermo, pero para emborracharse y andar en los congales buscando nalgas no está enfermo…. “No existe domicilio” rezaba el sello del correo. -Y ahora como encontrar a Priscila? Priscila Lizcano fue su mejor, más bien su única amiga dur...

Para matar el ocio…

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Lucrecia me comentaba que tiene varios días sintiéndose triste y deprimida; le echa culpa a la menopausia; la verdad es que yo creo que tanta soledad no le sienta bien. Su mundo lo forman solo su hijo y su trabajo. Hace doce años pasó por la amarga experiencia de un divorcio, se casó muy enamorada, pero apenas a los dos años de matrimonio, recién nacido su bebé, se enteró que su marido se entretuvo todo ese tiempo formando una nueva familia. Se derrumbó por completo, se olvidó de ser mujer para ser únicamente madre en un 200%. A sus 50 años es todavía muy guapa, atrae las miradas masculinas a donde quiera que vaya, pero aún así se ha negado a darse una segunda oportunidad. Traté de hacerle ver que una actividad extra le hará mucho bien, sacará todo el estrés y convertirá en energía positiva todos los sentimientos malignos que duermen todavía en su corazón. Me escuchó callada, sé que pensaba que estoy dándole consejos que no me ha pedido. Yo estoy interesada en inscribirme en un curso d...

Espejo

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Viendo sin ver. Oyendo sin oír. Así me encontré durante algún rato, no sé exactamente cuanto, pudieron ser minutos o incluso horas. No podía apartar de mi pensamiento la carita triste y llorosa de Lucy, mi compañera de oficina. Llegó con la novedad de que su novio dio por terminado su compromiso. -Pero, ¿que fue lo que pasó Lucy? ¿Pelearon? –pregunté. -No sé lo que pasó. Todavía anteayer fue por mi a la escuela y me llevó a casa, platicamos, se comportó como de costumbre. -¿Y entonces? Hubo un breve silencio, se secó la humedad de los ojos antes de que brotara y se resbalara por las mejillas. -Ayer luego de clases fuimos a cenar. Cuando me dejó en casa al despedirse fue más cariñoso que de costumbre, me abrazó tan fuerte que por un momento creí que me fusionaría en él. Me dijo que me quería mucho. Fue cuando lo noté extraño: como si la voz se le estuviera quebrando por el llanto. Le pregunté que sucedía y me contestó que nuestra relación debía terminar, que conoció a otra persona y le ...

Carácter

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Que Jesucristo la ayude en su largo peregrinar por los caminos del saber… Me dio un ataque de risa al terminar de decir esta frase. La dije sin pensar, brotó de mi álgida imaginación… Me refiero a Lili, la futura psicoanalista que necesita acreditar una materia para aprobar el semestre, pidió si sería yo tan gentil de ayudarla. Mi ayuda consistía en aceptar que me aplicara una serie de pruebas para definir me personalidad, inteligencia, concentración, etc., dije que sí entusiasmada, después de todo no me caería mal un pequeño psicoanálisis. La primera sesión consistió en dibujar e inventar historias sobre esos dibujos; en la segunda sesión fueron pruebas de destreza manual, comprensión y memoria. Era apenas la segunda sesión de cuatro y ya me encontré fastidiada, en realidad lo que me molesta es la pérdida de tiempo que esto me ocasiona. Aún faltan dos sesiones, Lili y yo acordamos que en este fin de semana, el sábado aplicaría la tercera sesión y el domingo la última; ambos días nos v...

Una migaja de afecto

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Debo tener demasiada hambre de amor, de lo contrario nunca me hubiera rebajado a pedirle una cita a un tipo, muchísimo menos a confesarle los sentimientos que me provoca. Pero es que creo que es el hombre, o mejor dicho, el ideal de amor que forjé en mi imaginación de novela rosa. No conozco el amor. Desde pequeña sentí el rechazo e indiferencia de mis padres, sobre todo el de mamá era muy remarcado hacia mi; ellos siempre estaban discutiendo, hasta por el detalle más insignificante: mamá quería que todos los demás pensáramos y actuáramos como ella; en cambio a papá todo le daba igual y hacía lo que le venía en gana. Pensaba solo en él, en su beneficio. Miraba el espejo de ese matrimonio desastroso y me aterrorizaba. Yo no deseaba formar un hogar así, basado en la soledad y alimentado con gritos, insultos y como pasatiempo engendrando hijos que no eran deseados, traerlos al mundo solo porque no quiero quedarme sola y para que me mantengan económicamente cuando yo ya no pueda valerme po...