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Mostrando las entradas de julio, 2014

La alegría de Triste

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Texto participante de la I Convocatoria Calabacines en el Ático. La extensión requerida era de menos 333 palabras, aquí lo presento con la extensión real.             Le hace la señal de parada a un taxi. Ya no dispone de tiempo para utilizar el transporte público. En el trayecto observa a un hombre que pasea en bicicleta. Envidia esa sensación de libertad que emana del tipo. Más adelante, en una plaza, una pareja en edad madura se ejercita trotando. También son objeto de su envidia. Sin quererlo recuerda a Migdalia, la única prometida que tuvo y que Nieves, su madre, se encargara de retirarle. Nunca supo en realidad que sucedió: una tarde llegó a casa con Migdalia, la intención era que Nieves se fuese haciendo a la idea de una próxima boda. En cierto momento, Triste sale a atender la petición de un vecino, se tarda más de lo previsto. Cuando vuelve a casa Migdalia se ha marchado y Nieves está viendo su telenovela vespertina. Le ...

El rostro de Matías

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Texto participante de la I Convocatoria Calabacines en el Ático. La extensión requerida era de menos 333 palabras, aquí lo presento con la extensión real.    Si las casas pueden tener actitud, la del nuevo lugar donde vivirá no le parece nada amigable. Aislada, con vastos árboles alrededor, da la impresión de querer perderse en medio del bosque. Lo invade una sensación extraña, de miedo o peligro quizá. Un vientecillo helado golpea su rostro al bajar del auto. Camina adelante de aquel desconocido, de expresión facial imperturbable. Gesto que no permite imaginar sus pensamientos o emociones. Ojos pequeños, color negro, redondos. Nariz chata, mejillas abundantes entre las que se pierde la prominente boca. Un tupido bigote que luce algunas canas, al igual que la cabellera, cubre el labio superior. Casa de dos plantas, aunque pequeña. Por dentro es fría y oscura. Ha sido advertido que las puertas y cortinas deberán estar siempre cerradas. Una varilla de inci...

Mensaje Subliminal

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Los ruidos procedentes del cuarto de su sobrino Fausto la hacen salir de su ensimismamiento y detenerse en seco frente a la puerta. -¡Ahhhh! –suspira una voz femenina. -Ya, ya me estoy corriendo. ¡Ahhh! Laura Alicia empuja suavemente la puerta: abre la boca más por susto que por sorpresa, y sus ojos miran a Fausto desnudo montado sobre la chica que aparentemente es su novia, Juliana, una vecina de la cuadra contigua. Con las hormonas comenzando a alborotarse, se retira de la puerta. Va a encerrarse a su habitación. -Se lo tengo que decir a Santa, -su hermana mayor y madre de Fausto y de otros dos pequeños, Salvador y Fernanda- necesita parar esto, aquí no es hotel de paso, y además son varios los problemas que pueden derivarse de una aventura: una enfermedad, un embarazo…ay no, Dios mío…-se persigna- protégenos. En varios días estuvo dándole vueltas al asunto. No sería fácil abordar el tema con Santa. Quedó muy amargada luego de su divorcio con Fausto padre. Años...

De caídas, tropezones y resbalones…

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24 de diciembre de una año cualquiera. Y de todos los años. Y en todas las oficinas. Por extraño que parezca, aquel 24 de diciembre está soleado, caluroso en extremo. Nada que ver con la típica estampa navideña de nieve, arropados a más no poder para protegerse del frío, tomando café caliente con tamales y pastel. Norma, la recepcionista de aquella empresa, se encuentra dividida entre la computadora, el insistente sonar del teléfono, la copiadora. Sus compañeros entran y salen de la oficina, al igual que los clientes y proveedores de la compañía. Intercambian los deseos de felicidad y abundancia de cada año: “feliz navidad, que la pase bien con su familia”, “gracias, igualmente”. Norma está feliz, de reojo mira su escritorio y una sonrisa asoma a sus labios al ver la cantidad de regalos que al término de la jornada se llevará a su casa. José García, considerado por la secretaria del gerente como el tipo más galán de la oficina, llega en ese momento y se siente frente a su ...