Mensaje Subliminal
Los
ruidos procedentes del cuarto de su sobrino Fausto la hacen salir de su
ensimismamiento y detenerse en seco frente a la puerta.
-¡Ahhhh!
–suspira una voz femenina.
-Ya,
ya me estoy corriendo. ¡Ahhh!
Laura
Alicia empuja suavemente la puerta: abre la boca más por susto que por
sorpresa, y sus ojos miran a Fausto desnudo montado sobre la chica que
aparentemente es su novia, Juliana, una vecina de la cuadra contigua. Con las
hormonas comenzando a alborotarse, se retira de la puerta. Va a encerrarse a su
habitación.
-Se
lo tengo que decir a Santa, -su hermana mayor y madre de Fausto y de otros dos
pequeños, Salvador y Fernanda- necesita parar esto, aquí no es hotel de paso, y
además son varios los problemas que pueden derivarse de una aventura: una
enfermedad, un embarazo…ay no, Dios mío…-se persigna- protégenos.
En
varios días estuvo dándole vueltas al asunto. No sería fácil abordar el tema
con Santa. Quedó muy amargada luego de su divorcio con Fausto padre. Años
después rehízo, o mejor dicho, intentó rehacer su vida con un hombrecillo
insignificante, conformista, temeroso hasta de salir a la calle y que ignoraba
por completo el significado de la palabra “trabajar”. Ni por curiosidad intentó
nunca investigarlo, menos ponerlo en práctica. Santa lo despide de su vida, más
sin embargo, ya el pequeño Salvador venía en camino. Y transcurridos tres años
llega Fernanda para ser la cereza que adorna el pastel, fruto de su apresurado
matrimonio con Gumaro, un tipo diez años más joven que ella. Laura Alicia
aprovecha una mañana en que están solas en casa. Santa prepara el lonche que
llevará a sus hijos a la escuela.
-Oye
Santa, la otra vez, bueno…ya han sido varias las veces que he encontrado a
Juliana en la recámara de Fausto, no creo correcto que…
-No
tiene nada de malo, -el tono de Santa es jovial, sorprendiendo a Laura Alicia,
en verdad que ésta esperaba una reacción agresiva- es su novia y Fausto es un
chico inteligente, no hará nada que le ocasione problemas.
En
la estufa Laura Alicia cuece unas verduras.
-Si
la inteligencia la posee en los genitales, entonces sí, es muy inteligente.
-piensa para ella misma, se mofa con una risita burlona de la ingenuidad
intencional de su hermana- Mira Santa, son jóvenes, impetuosos, y la carne es
débil, cualquier día…-la frase queda inconclusa, Santa le dirige una mirada de
interrogación, alcanzando a ver como Laura Alicia abre desmesuradamente los
ojos, clavados en algún punto en el vacío- Ayyy! Me quemooooo!
Santa
va hacia donde Laura Alicia, apaga la hornilla de la estufa, y con el trapo de
cocina retira la cacerola de la verdura, haciendo que su hermana la suelte.
-¿Que
tienes en la cabeza, mujercita? Lo caliente se toma con el trapo de cocina.
Ven, voy a ponerte la clara de un huevo en esa mano. –Santa la observa, está
enrojecida, hace una mueca de dolor.- Laurita, Laurita, ya concéntrate en lo
que haces.
Laura
Alicia, perpleja primero por el inesperado accidente y luego por la actitud
comedida de su hermana, decide no echar a perder ese momento de cariño
fraternal, calla el asunto que iba a tratar. Total, ya más adelante habría otro
momento.
Semanas
después.
Laura
Alicia salió de compras intentando aliviar un poco la tensión de que era
víctima desde días atrás. En el trabajo se trenzó a golpes con otra de sus
compañeras, por lo que tuvo que abandonar aquél. Por si fuera poco, a su novio
en turno lo sorprendió en plenos toqueteos con otra mujer, más joven y
atractiva que ella, obvio, y cuando Laura Alicia le reclama su proceder, el muy
cínico, jijo de su pelona progenitora, la ofende a más no poder llamándola
vieja insulsa y pasada de moda, (entiéndase que se le fue la juventud).
Lástima, Laura Alicia se hizo, indebidamente, a la idea de que ese hombre era
el compañero por el que tanto esperó. Malas rachas todos tenemos, se consuela a
sí misma. Sube a su recámara, desde la planta baja escucha las risas y los
gritos de sus sobrinos Salvador y Fernanda. Que juegos tan escandalosos juegan
hoy en día estos niños. Los paquetes caen de sus manos hasta el suelo, ni el
ruido que aquéllos provocan al caer hacen que los jovencitos dejen de lado su
juego. Laura Alicia los contempla sin decirles nada, juegan a las luchitas,
ruedan por el piso abrazados, Salvador le dice algo a Fernanda y ambos ríen a
carcajadas, sus rostros muy cerca, labios a punto de fundirse en un beso. ¡No,
no! ¿Qué estás pensando Laura Alicia? Salvador y Fernanda son hermanos, bueno,
no precisamente. Salvador es hijo de un aborigen llamado Justino no sé cuantos,
y Fernanda es hija de Gumaro; que nada tiene que ver con el aborigen. Por ese
lado puedo estar tranquila, pero la mamá es la misma de los dos: mi hermana
Santa. ¡Ay, que confusión! ¿Son hermanos o medios hermanos? Ya ni sé. Felipe.
–su rostro se ilumina, puede contar con su hermano- Sí, se lo diré a él, lleva
una mejor relación con Santa, encontrará la manera y la ocasión para hacérselo
saber. Ya son unos jovencitos, y en cualquier momento podría suceder…lo que no
debe suceder: una tragedia al estilo griego. Como esa de Edipo Rey, donde Edipo
se casa con su madre. ¡Ay! Que cosas se me ocurren.
Laura
Alicia ha terminado de cenar. Llega Felipe, le sirve de cenar y mientras
platican de cosas sin importancia. Felipe enciende el televisor, el candidato a
gobernador concede una entrevista a una cadena de noticias.
-Felipe,
tengo un problema y necesito que me ayudes.
-Sí,
sí, claro, -es la respuesta del hombre, sin dejar de atender al televisor- ¿En
que te ayudo? –Laura Alicia apenas mueve los labios- No, no, es una estrategia
política, en nada nos beneficiaría. –continúa emitiendo su opinión como si
hablara en persona con la figura que está tras la pantalla. Laura Alicia
comprende que su hermano no le prestará atención durante un rato, así que se
levanta, comienza a enjabonar con paciencia los trastos de la cena, escucha que
se apaga el televisor.- Felipe…-intenta retomar el tema- si ya te desocupaste,
me gustaría que me escucharas...
-Sí
Laurita, ya podemos platicar.
Rauda
y veloz, Laura Alicia va a enjuagarse las manos, abre el grifo y un ronroneo se
deja escuchar, un inesperado disparo de agua oxidada le moja la cara y la
barriga. Maldice entre dientes. Está secándose la cara y el timbre del celular
de Felipe rompe el silencio. Luego de una breve conversación se levanta, signo
inequívoco que saldrá de casa.
-Lo
siento Laurita, tengo que salir. Hablamos a mi regreso.
Laura
Alicia se queda sentada, con la lengua entre los dientes, bailando los ojos de
un lado a otro.
-Otra
vez. Siempre que voy a tratar un asunto importante se atraviesa una situación
que me lo impide. ¿Serán mensajes subliminales de que es mejor permanecer
callada?
Paladea
el sabor a óxido.
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