La alegría de Triste
Texto participante de la I Convocatoria Calabacines en el Ático.
La extensión requerida era de menos 333 palabras, aquí lo presento con la extensión real.
Le hace la señal de
parada a un taxi. Ya no dispone de tiempo para utilizar el transporte público.
En el trayecto observa a un hombre que pasea en bicicleta. Envidia esa
sensación de libertad que emana del tipo. Más adelante, en una plaza, una
pareja en edad madura se ejercita trotando. También son objeto de su envidia.
Sin quererlo recuerda a Migdalia, la única prometida que tuvo y que Nieves, su
madre, se encargara de retirarle. Nunca supo en realidad que sucedió: una tarde
llegó a casa con Migdalia, la intención era que Nieves se fuese haciendo a la
idea de una próxima boda. En cierto momento, Triste sale a atender la petición
de un vecino, se tarda más de lo previsto. Cuando vuelve a casa Migdalia se ha
marchado y Nieves está viendo su telenovela vespertina. Le dice a su hijo que
la chica recordó que tenía un pendiente por hacer y se fue. Rara actitud de su
novia, más creyó innecesario buscarla en ese momento. Error garrafal. Jamás
volvió a saber de ella.
-Lo que diera por
largarme de casa. Detesto mi vida. Detesto a Nieves. Detesto lo que ella
representa para mí: frustración, amargura, soledad.
Flacucho y alto,
rostro alargado, cabeza coronada por cabellos ralos y medio rizados peinados
con gel hacia atrás tratando de disimular la calvicie. Nariz ganchuda, dientes
largos, cosa que le valió ganarse el alías de “El Caballo” cuando cursaba la
secundaria. Su nombre: Triste Calón. Va muy de acuerdo con su eterno estado de
ánimo.
El tiempo pasa ante
él sin pena ni gloria. Sin alegrías pero con demasiadas preocupaciones y un
trabajo administrativo que le aburre. Soltero, 44 años. A cuestas con una madre
inválida y dueña de un carácter espantosamente difícil, que lo espera cada
tarde en casa para que le prepare la cena, la ayude a asesarse y la arrope en
la cama. Triste aguanta callado esa cruz, rezando cada noche, cada mañana y a
toda hora del día para que la susodicha progenitora desaparezca de una vez por
todas de su vida.
Conoce a la
perfección sus sentimientos hacia esa mujer: desde niño tuvo la impresión de
que es una bruja, obedecía sin chistar por temor a ser hechizado. Pequeña
aunque obesa, siempre de cabello largo recogido en una trenza. Ojos pequeños,
negros, aunque ahora ya nublados por las cataratas. Piel blanca surcada por
finas arrugas. Nariz aguileña (la misma que tiene él). Boca grande, donde
sobresale el labio inferior. Sube y baja la quijada en un tic nervioso, dejando
al descubierto la ausencia de dientes superiores mientras el arco dental
inferior está completo. Al hombre de desagrada el olor corporal de la bruja;
aunque se asee a diario no logra evitar su hedor. Ni que decir del olor
pestilente que escapa de su cavidad bucal, debido en parte por la medicación
excesiva y por la falta de higiene dental.
Le desespera verla en
la silla de ruedas, inválida, aunque Triste sospecha que si la casa fuese
víctima de un incendio, Nieves sería la primera en salir corriendo. Simple
corazonada. Salió molesto y dolido de casa: Nieves le arrojó al suelo la
bandeja con el desayuno que le preparó: jugo de naranja, fruta con yogurth y
hot cakes bañados con miel y mantequilla.
-¿Qué tienes en la
cabeza, grandísimo animal? Quieres provocarme la diabetes y matarme, ¿verdad?
Sí. Quieres matarme.
Recordó que la noche
anterior la vieja Nieves le avisó que preparó guiso de chicharrón prensado y
frijoles refritos picantes, como tanto le gustan a ella, y tortillas de harina
integral.
-Olvidé por completo
lo que me dijiste, madre, -responde Triste, apenado mientras recoge los trastos
del suelo.- Ahora mismo te preparo tus taquitos y te los traigo.
Con sorprendente
rapidez, pone al microondas los frijoles y el guiso. En el comal de la estufa
las tortillas se calientan. Envía directo al cubo de la basura los trastes
rotos, toma el resto de la fruta y hot cakes y lo oprime con ambas manos hasta
dejarlas hechas puré, desquitando así su impotencia y coraje.
-Tristeee…¡que no se
te quemen las tortillas!
-No madre, estoy al
pendiente.
Se enjuaga las manos
en el fregadero, corre al comal para voltear las tortillas. Maldice entre
dientes al ver que han comenzado a tostarse.
-Será mi madre, pero
cada día me convenzo más de que tiene pacto con el diablo.
Prepara los tacos
para Nieves, los acompaña solo de café sin leche y dos cucharadas de azúcar.
Nieves los mira con indiferencia, Triste reza porque la mujerona no encuentre
peros.
-Las tortillas están
tostadas de más. Ni hablar, así me las comeré. Nunca harás las cosas bien.
Triste camina hacia
la puerta.
-Me voy madre. Tengo
el tiempo justo para llegar al trabajo.
Nieves parece no
escucharlo. Da una mordida al taco y un sorbo al café. Triste, al saberse
ignorado, sale a toda prisa.
Los malos momentos
quedan atrás. Sus compañeros lo invitan a echarse un trago al terminar las
horas laborales. Pocas veces tiene el privilegio de ser tomado en cuenta.
-Pero…madre no puede
quedarse sola tanto tiempo. –recuerda el bochornoso incidente de la mañana, se
arma de valor y decide que irá con sus compañeros.- Ya estoy harto de Nieves,
que se valga por sí misma.
Triste…¿por
qué tardas tanto en traerme la cena? Tristeee….
Después de varias
horas ingiriendo whisky barato en un bar de mala muerte, Triste Calón acepta
seguir la juerga en casa de uno de sus compañeros. Bajo los efectos del
alcohol, no sabe como, ni en que momento alguien pierde la vida. Nadie puede
salir de casa. Hay que solucionar el problema. El sótano. Los presentes se
encaminan a una habitación húmeda y oscura. Como pesa este fiambre, exclama
quien lleva a cuestas el cuerpo inerte de… ¿un hombre? ¿O acaso es una mujer?
No está seguro. Ve como arrojan con desprecio el cuerpo sobre una mesa de
concreto. En el rostro de Triste aparece una mueca de dolor. Sin entender lo
que sucede, Triste se sienta en el suelo, apoyando la espalda sobre la pared.
Escucha a sus compañeros discutir. El sueño comienza a vencerlo. Hey tú…Calón…
el fuerte golpeteo en sus mejillas lo trae a la realidad. Despiértate,
necesitamos tu ayuda.
Medio despierto,
medio dormido, Triste entiende las instrucciones que recibe. Alguien alza
frente a sus ojos una sierra eléctrica. Triste la enciende y el dentado disco
empieza a girar, el sonido que procede del aparato es como una melodía
relajante en sus oídos. Triste se siente importante; le han confiado una tarea.
Hazlo trozos. Lo más pequeño posible.
Triste sonríe aparato
en mano. No tiene idea por donde comenzar.
Triste…¿por
qué tardas tanto en traerme la cena? Tristeee….
La ira guardada
durante tantos años transforma su rostro alargado y huesudo. El cuerpo sobre la
mesa abre los ojos, aterrorizado, mueve la boca intentando gritar. Ve a la
vieja Nieves, su progenitora, en esos ojillos pequeños y rasgados. El rostro de
Nieves, arrugado por el paso del tiempo. Triste no le da tiempo a gritar. Hunde
la sierra en el carnoso cuello. La sangre escurre de inmediato. Descubre qué
indescriptible felicidad le provoca el descuartizar cuerpos y el aroma de la
sangre.
Alegría. Color en su
vida. Adiós al blanco y negro.
Nieves está aún
despierta al llegar Triste. Los reproches no se hacen esperar apenas ve pasar a
su hijo.
-¿Dónde estabas
Triste? No viniste a darme de cenar. Triste…te estoy hablando. Ven acá.
El hombre obedece,
aunque le desagrada que su madre lo vea en el estado de embriaguez en que se
encuentra.
-Estás borracho,
-grita la odiosa mujerona, observándolo. Para ella es todavía su pequeño niño,
a quien debiera castigar para que aprenda a no hacer cosas que le perjudicarán
en el futuro.
-Acércate.
Triste se sienta al
lado izquierdo de su madre.
-Que gran fracaso
eres, Triste. Me avergüenzas. Llegaste al mundo acompañado de problemas: el embarazo
me sentó mal desde el inicio, naciste antes de tiempo, por cesárea, mi cuerpo
se hinchó a causa del suero. Y años más tarde mira en lo que terminé, gracias a
que dejaste tus juguetes regados por el piso, me resbalé y rodé por las
escaleras, lastimando mi espina dorsal. Eres lo peor que me pasó en la vida,
Triste. Hice bien en ponerte ese nombre, para arruinarte la vida como tú
arruinaste la mía.
La voz de la mujer se
quiebra por los sollozos. Del buró derecho toma una botella de alcohol y la
acerca a su nariz, aspirando con desesperación para no desmayar. Al menos es lo
que ella dice…Triste la observa, de pronto la veladora encendida capta su
atención. Alcohol. Fuego. Acto sencillo de efecto rápido. Arrebata la botella
de manos de la vieja y derrama el contenido sobre su cuerpo. Nieves reacciona
tarde. Las llamas la envuelven. Triste desde el umbral de la puerta observa la
escena. Divertido. Aliviado. Nieves se levanta y da unos pasos hacia su hijo,
gritando, maldiciendo. Triste está seguro de que su boca escupe fuego y no palabras. No
resiste más y cae de bruces en medio del cuarto. Aullando. Retorciéndose. Las
llamas terminan su cometido.
-Siempre me dije que
en caso de un incendio, tú serías la primera en correr, madre. Y no me
equivoqué.
Incendio accidental.
La señora Nieves dormía con la veladora encendida. Eso inició el trágico
suceso.
Alegría. Color en su
vida. Adiós al blanco y negro.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!