Dosis de muerte -¡Estás muerto! Vete. ¡Tú estás muerto! ¡M-u-e-r-t-o. Acaso no lo entiendes! ¡Veteeeeee! Puede percibir su aliento caliente quemándole la piel del rostro. Juraría que está despierta, con los ojos entrecerrados. Se agita violentamente, tira manotazos a diestra y sin diestra, asestándolos al viento. Gime. Grita. Una mano se extiende hacia ella, invitándola a seguirlo. Esconde sus manos entre las colchas, como si ese gesto fuera suficiente para impedir lo que sea que vaya a suceder. ¡Nooo! ¡Veteeeeee! ¡Todavía no quiero morir, no quiero! La verdad, está muy ocupada para pensar en la muerte, para ella es algo muy ajeno y lejano que no contempla en sus planes, y mucho menos pensó morir abandonada en un cuarto oscuro y sucio, arrancada de las comodidades de su casa por un maniático. Su pecho sube y baja a causa de la respiración agitada. Su rostro está mojado por el llanto y los mocos han encontrado refugio en la boca. Bueno, sirve que ya no la tendrá tan reseca, ja, ja...