Privadas del Paraiso

“No tengo aptitudes para actriz, no sé como he podido llevar adelante esta comedia”, se repetía continuamente. Le costaba mucho esfuerzo fingir delante de Bernardo y Florina, o como se llamasen. Durante el día se mantenía alerta de cualquier movimiento que sucediera en su casa, y por la noche dormía con los ojos abiertos, tenía miedo de cerrar los ojos “si duermo quizá no despierte, no sé que pueda pasar”. Agradecía no ser una mujer sexualmente activa en ese momento, no soportaba la cercanía de Bernardo, y no quería imaginar como reaccionaría si aquél la tocaba. Lanzó una mirada despectiva a su vientre. En esas circunstancias salía a relucir el poco entusiasmo que sentía con la llegada de su primogénito. -De no ser por ti ya me hubiera largado, sabía que algo ocurriría durante el embarazo, por algo no deseaba ser madre. Los hijos son un lastre, y yo no soy para estar atada a nada ni a nadie. Ni siquiera a Bernardo. Pero a estas alturas ya nada puedo hacer, solo esperar. Y eso si a este...