Ella que nunca fue ella

Siento un sueño muy fuerte que comienza a vencerme. No. No voy a dormir. Me levanto y voy a sentarme frente al espejo de mi tocador. Me dibujo los labios para no lucir tan paliducha ante la gente, ya conoces como son de criticones y nunca se les da gusto; oh, me encanta la sensación de deslizar la barra de color sobre los labios. Hermoso color. Rojo. Me fascina el rojo. Y que decir de mi vestido. Inmaculado blanco, sin la más mínima mancha. Luzco mis aretes y mi gargantilla de plata, sencilla pero elegante. Cepillo mi cabello rápidamente. Raúl me espera en la sala, iremos a celebrar nuestro quinto aniversario de matrimonio. Después de muchos tropezones y caídas que tuve me cuesta trabajo creer que hoy tengo aquello por lo que incansablemente luché y que hoy disfruto plenamente: un comprensivo esposo que aparte es amigo y compañero, un pequeñito que es el motor para continuar en la ardua pelea de la vida, una carrera política que apenas comienzo pero creo que será fructífera. De repente...