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Mostrando las entradas de agosto, 2014

Silueta

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Contorno. Sombra. Dibujo claroscuro de un rostro apenas perceptible. Brisa. Refrescante perfume marino que se enreda en mis cabellos. Viento sabor a sal, me obsequia una sonrisa, una lágrima, un grito. Memoria abstracta de una fotografía inexistente. Recuerdo con sabor a nostalgia. Pasado presente. Mural pintado en las paredes de mis días. Futuro incierto. Reloj de arena que encierra solo impaciencia. Silueta. Ausencia de tu cuerpo, tiempo sin tiempo. Soledad y tristeza invadiendo mi habitación, adueñándose de mi cama, de mi vida. Espacio mudo, vacío, desierto de sentimientos y emociones. Espacio lleno de horas lánguidas que van en declive hacia la realidad de tu abandono.    

Sin adjetivos ni emociones

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La melodía escapa con suavidad, llenando el silencio. 1992. Ana Gabriel. Evidencias. En la joven, su mente, memoria o como se le suela nombrar más comúnmente, se alborota cual pájaro con alas. Corre, vuela a través del tiempo, desempolvando de lo más profundo del abismo abstracto del cerebro recuerdos que creía olvidados. Frente a sus ojos se exhibe una película en tiempo real: la joven ingenua, sintiéndose la dueña del mundo a sus 22 años solo porque el joven que la atrae se ha fijado en ella. Por una vez la vida le ha dicho “sí”. Tiene hambre de amor. O quizá lo que en verdad desea es escapar, poner distancia de por medio entre ella y la responsabilidad que tiene ahora de hacerse cargo de tres hermanas menores que ella. Ambos padres han muerto. La madre primero: disípela, una enfermedad tan extraña como su nombre. Le provocó la hinchazón de la pierna izquierda, en un principio solo le impidió caminar con normalidad, pero conforme avanzaban los días apareció el dolor. Hasta que fu...

¿Dónde dejé mi lápiz?

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Es un lápiz para escritura. Común y corriente, de madera, color verde esmeralda con un borrador blanco y punta de grafito. Fue un obsequio de uno de los pocos amigos de su hermano mayor. Y eso lo convierte en especial. Con ese lápiz ha volcado sus sentimientos en su diario personal. Los poemas o frases de amor y otros pensamientos han sido plasmados en papel con ese lápiz. Aurora lo mira como hipnotizada, sonríe. Ya lo lleva gastado poco más de la mitad. -Aurora, la comida está servida. -le avisa su madre. -Ya voy, ‘ma. Cierra el cuaderno y deja encima el lápiz. Sus primos están de visita en casa. Reanuda sus actividades después de la comida y la plática de sobremesa. El cuaderno está tal y como lo dejó, más el lápiz ha desaparecido. -¿Dónde dejé mi lápiz? –lo busca desesperada, en medio del cuaderno, en el suelo por si se ha caído, revisa su mochila. –Ninguno de mis primos pudo haberlo tomado, estuvimos comiendo todos juntos, nadie entró a la recámara. -Siente un ...