Sentimientos que matan
Me
despierto, no quiero levantarme aún. Me siento cansada, fastidiada, pienso que
es otro día más de encierro. Como laboro por mi cuenta, ahorita ya estoy
terminando todas las gestiones que me fueron encomendadas. Descanso forzoso.
Viene a mi mente Blanca, una de mis tantas amigas, y sin motivo aparente,
comienzo a sentir un tremendo coraje contra ella, contra otra de mis amigas,
Miriam, y también contra mis hermanas, Soledad y Ester.
Soledad.
Su
vida gira en torno a 6 perros, animalitos que literalmente “chupan” su sueldo:
comida, juguetes, vacunas, estética canina… ¿Y la casa? Bien, gracias,
cayéndose por falta de mantenimiento.
En
realidad, cuando nos mudamos a esta nueva casa, creí que todo iría mejor en
cuanto a comodidad, pero con tristeza veo que me equivoqué. Se está
convirtiendo en una versión más joven de la casa paterna: las cosas mal
calculadas, adecuaciones mal hechas, reparaciones dejadas a medias “para
después”, ese después que nunca llega, fugas de agua en varias llaves, una de
las llaves gemelas del lavabo y otra del lavadero ya no sirven, no podemos
abrirlas porque el empaque está barrido por el uso y no cierran, y es un
desperdicio de agua tremendo. El drenaje de encuentra obstruido. Las paredes se
hallan sucias y marcadas por rasguños, al igual que las puertas. Pedazos de
zoclo ya han sido arrancados. No se han adquirido muebles nuevos, ni siquiera
contamos con alguna sala para atender a las visitas. Soledad se mortifica más
por la comodidad de las mascotas que por la suya propia, los perritos están
adentro de la casa, aunque esto pueda ser causa de accidentes, ya que el
espacio libre es muy pequeño.
A
veces me molesta el humorcito corporal de los chuchos, a pesar de que los asea
regularmente, ya no soporto el olor de sus desechos, y como hecho a propósito,
siempre soy yo quien los recoge y lava la suciedad, para que en menos de 10
minutos ya vuelva a lucir sucio el piso. La única ventaja es que no cuentan con
garrapatas. Durante todo el día gritan y corren por toda la casa, me chupan los
pies, me arrojan mocos, me pellizcan. No niego que me divierto con ellos, pero
también llega un momento en que me agotan.
Ester.
La
flojera es su compañero inseparable desde que era una niña, ya que pese a ser
la más pequeña de nosotras tres, nos delegaba los deberes que le imponían a
ella. Lloraba y pataleaba cuando le asignaban alguna tarea doméstica. En fin,
para no escuchar su concierto de berridos, los padres la dejaban hacer lo que
le viniera en gana. Todos pensamos que corregiría esa conducta al crecer, pero
hay una gran diferencia entre “crecer” en el aspecto físico y madurar, que es
usar la razón en todas nuestras decisiones y acciones; pero ahorita, a sus casi
38 años, esa perspectiva no se ha vuelto realidad.
Es
inmadura en muchos aspectos de su vida, un ejemplo, es que nunca le ha gustado
su primer nombre: Jovita. Lo esconde. Su nombre completo es Jovita Ester, y
paso solo por ser J. Ester o simplemente Ester. Gracias a ese detalle, sus
documentos de seguridad social presentan un error y no son válidos, así que si
llega a enfermar, tiene que hacer un desembolso que le duele más en la cartera.
Siempre dijo que Jovita le parecía nombre apropiado para una chacha de rancho,
y más por vergüenza que por otra cosa, porque muchas personas saben como se
llama en realidad, no acude a corregir el documento.
También
el fue robada su identificación de elector desde hace dos años, y es fecha que
no ha acudido a realizar el trámite para su renovación.
Por
no levantarse temprano, ha dejado pasar desapercibido su crédito para adquirir
su casa, prefiere continuar habitando en casa de papá, aunque dicha casa cuente
con pagos vencidos y servicios suspendidos.
Y
todo por flojera.
Blanca.
Otra
niña de 45 años a la que se necesita arrear para que salga adelante, incluso es
mayor que yo 3 años, madre soltera a los 21, pero no ha dejado huella alguna
para su posteridad.
Vive
por la esperanza de encontrar al hombre que pueda mantenerla a ella y a su hija
y que ya no le permita desgastarse trabajando. Le fueron bien sembradas las
ideas retrógradas de nuestras abuelas. Ni hablar. Sus hermanos le han ofrecido
una y otra vez apoyo económico para que estudie una carrera o profesión, o para
que instale un negocio de lo que a ella le guste, pero la respuesta es siempre
“no”.
El
estudio académico jamás la favoreció. Sus calificaciones eran bajísimas y en la
primaria hizo dos veces el tercer grado. Se tituló como secretaria contador,
pero nunca ejerció como tal porque el miedo se lo impidió: el miedo a usar la máquina
de escribir, el miedo a su jefe y sus compañeros de trabajo, el miedo a no
saber como archivar los documentos. El miedo fue, y es, su compañero y aliado
para ser una persona invisible.
Trabajó
como vendedora de piso en tiendas departamentales, demostradora, cocinera, pero
apenas duraba algunos días y se daba cuenta que ese tipo de trabajo no era lo
suyo. Un día le propusieron convertirse en bailarina stripper, y no tuvo reparo
alguno en hacerlo, pues eso sí era de su agrado. Mucho dinero y pocas horas de
trabajo. Durante algunos años sus ingresos mensuales eran excelentes, pero no
fue buena administradora, todo su sueldo lo entregaba a su casa, y su mamá,
cristiana bautizada y con la creencia de que ese dinero provenía del pecado, lo
entregaba a la iglesia como expiación por el pecado de su hija nudista y los de
su familia completa. Razón por la que ella no logró hacerse de un patrimonio,
como un capital para negocio o para adquirir una casa.
En
lo sentimental tampoco gozó de buena fortuna: se comprometió con tipos que la
maltrataban o con chavos más jóvenes que ella y que aparte tenían serios
problemas con sus esposas e hijos; raras veces se encontraba con hombres de su
edad, pero que solo buscaban diversión de paso. Nada de compromisos.
Después
de no sé cuantos años, comencé a darme cuenta de cómo es en realidad: una
persona intrigante, que distorsiona las cosas utilizándolas a su favor para
salir ella bien librada del problema. Mal intencionada: como mi amiga, la hice
parte en varios de los acontecimientos más importantes de mi vida, pero noto
cierta molestia en ella y hasta trata de amargarme el rato. También la presenté
con algunas de mis amistades, pero al final solo la escuché escupir su veneno
en forma de comentarios cargados de odio y coraje; motivo por el que decidí
poner distancia de por medio.
Sabe
que está en el hoyo. Y lo peor del caso, es que no quiere salir.
Miriam.
Le
teme a la soledad.
Se
deprimió cuando el padre de su hija se negó a casarse con ella. Desde entonces
padece el llamado trastorno bipolar.
Ella
reconoce que su depresión de debió en gran parte porque se hizo a la idea de
que se casaría con el tipo de sus sueños: joven, bien parecido, de buena
familia y posición económica. Creyó que ese era el final de su vida gris y
desapercibida, se imaginó en una bella casa rodeada de comodidades y sin que
preocupaciones monetarias merodearan cerca de ella, conviviendo con gente de
otra posición social e intelectual como amigos.
Pero
la vida no fue tan benévola con ella, se encargó de quitarle todo lo conseguido
hasta ese momento y le dejó a cambio la responsabilidad de una hija y mucha
amargura por limpiar.
Tras
varios años de permanecer soltera, decidió casarse, más luego de algunos años
de matrimonio quedó viuda, tenía apenas 28 años de edad.
Su
difunto esposo le dejó una casa y una muy jugosa pensión con la que puede
vivir sin que nada le falte. Pero el
caso es que ella no quiere hacer vida sola, por lo que regresó a casa de sus
padres y tiene que ser la niñera de sus tres sobrinas de apenas meses de
nacidas, ya que sus dos hermanas, las madres de las niñas, que pueden pagar una
guardería, prefieren dejárselas a ella. Y aparte debe atender a su hija. Cuatro
niñas.
Ahí
no termina la situación: debe tener la casa limpia, ir al mercado a comprar la
comida y tenerla lista para cuando llegue su padre y su hermano, y para colmo,
pagar las cuentas de los recibos, porque nadie más aporta para ello.
Pienso
en ellas y más coraje e impotencia siento. ¿Qué jodidos tienen en la cabeza
Blanca y Miriam? Tienen a su disposición
los medios para independizarse económicamente y no los utilizan.
Que
no daría yo por contar con esas posibilidades para lograr marcharme de este
manicomio canino, corro el peligro de volverme loca el día menos pensado.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!