¿Error u horror?


 








5

Una mañana días después, al llegar a la oficina, notó algo diferente en la mirada de la joven recepcionista. No le prestó atención, supuso que Lía pasaba por un momento desagradable de su día. 

-Buen día. ¿Cómo estás?

Unos momentos de silencio antes de que Lía responda.

-Era un buen día, -remarca la primera palabra.- solo hasta que cruzaste la puerta.

Janet no espera esa respuesta, pero se recompone a tiempo.

-Por supuesto, “era” –remarca la palabra de manera idéntica a como lo hizo su compañera- verbo en tiempo pasado, ahora “es”, en el momento actual, ex-ce-len-te. -deletrea cada sílaba, como un maestro dando ejemplo a los alumnos- Que tengas bonito día.

Dicho esto, continúa de largo, no recogerá la pestilencia de la basura de Lía, por muy joven y eficiente que sea.

 

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Enrique ha entrecerrado la puerta de su oficina, situación que a Janet le parece extraña; de pronto escucha voces airadas, entiende ahora el secretismo de su compañero.

Las voces suben de tono, con la intención de averiguar que pasa se acerca manteniendo una distancia prudente.

-Dijiste que pronto ella se marcharía de aquí, han pasado tres meses y no le veo ganas de tomar sus cosas e irse. -las palabras brotaron de la boca de la mujer como dardos afilados, provocándole un desasosiego en el estómago.

-Lía, Lía…te consta que he hecho lo posible por hacerla quedar mal ante el jefe, la menosprecio, no recibe ayuda en su trabajo como debiera…ya no depende de mí…

La mujer exhala un pesado suspiro, como cansada.

-Pues…habla con Remigio, invéntate algo, no sé…-observa su manicura, aún continúa en buen estado.- el caso es que la quiero lejos de ti, de nosotros.

Se lleva la mano a la boca para impedir cualquier exclamación de sorpresa y evitar que se den cuenta de su presencia. Por un momento no sabe si entrar y enfrentarlos o si fingir que no sabe nada. Opta por lo segundo. Se retira a su lugar de trabajo. La ira va abriendo su camino dentro del corazón de Janet, quien se considera traicionada por partida doble: Enrique mantiene una relación sentimental a escondidas con la recepcionista, y de paso intrigan contra ella para que pierda su trabajo. Nunca imaginó recibir un golpe bajo por parte de Enrique. Decepción total. 

 

Se deja caer en su silla. Aprieta los ojos para evitar llorar. Aroma, necesita relajarse, distraer su mente con algo. Enciende el cirio aromático y en unos segundos una dulce fragancia de manzana y canela inunda sus fosas nasales y el ambiente. Música como complemento. Las notas de Balada para Adelina fluyen por los altavoces del computador. A pesar de eso, la ira y la nostalgia están renuentes a marcharse, a dejarla sola. Se levanta y abre la ventana para permitir el paso de aire fresco. Se apoya sobre el marco de la ventana. El segundo piso donde ella se encuentra es un área casi desierta, ubicada en el lado oriente de la propiedad, antiguamente fue el cuarto utilizado para guardar los archivos y trastos viejos en desuso. Ahora, observando con detenimiento el panorama, entiende que ese cuarto no resultó atractivo como oficina por su aislamiento: la calle a la que da el patio trasero forma una privada, la acera contraria está delimitada por una malla ciclónica, aquí una puerta de la misma malla proporciona acceso a lo que parece ser un bosque al que se baja por algún tipo de escalinata. Deja que su vista se llene del atractivo de esa imagen. Ella aprendió a sentirse bien en ese espacio. Una calle tranquila, con poco ruido, cero distracciones, razón por la cual puede concentrarse en el trabajo. Fija su mirada en una pareja que se mece en los columpios. Alcanza a oír débilmente la risa y los grititos de la chica, al ser mecida con fuerza, mientras el chico se ríe del miedo que demuestra su compañera. Sonríe. Son los momentos que desea en su vida, que deseó para ella. Para ella y Enrique.

 

Renacer. Reinventarse. Antes se hubo reído de esas palabras, le parecían tan…cursis. Ahora parecen burlarse de ella porque las toma en cuenta para seguir adelante con su vida.

-Hablamos de acudir a la pista de hielo para patinar. -conversa en voz alta con el viento, una mueca aparece en sus labios, torciéndolos en una mueca cruel.- Las cosquillas que me hizo en la panza cuando canté a capella la estrofa de la canción de Camilo Sesto que dice “porque hasta en sueños te he sido fiel”. Ya todo forma parte de un pasado. Hoy debo buscar otra oportunidad para formar mi vida…

La temperatura comienza a descender, obligándola a volver al interior. Se da la vuelta y un aire helado trepa por su columna vertebral al reparar en una visita inesperada que la espera frente a su escritorio. Trae dibujado en su rostro un gesto de notable desprecio hacia ella, su mirada es dura, fría. 

-Y bien, ¿qué puedo hacer por ti Juliana? -no se sienta, permanece frente a Lía en actitud defensiva, esperando respuesta. Por su parte, la joven olisquea el aire, para luego hacer un comentario despectivo.

-¡Uff! Solo porque te veo sé que no me desvié hacia la cocina. Ese…olor me recuerda los atoles de Maizena, ¿se llama así, no, Maizena?, bueno, como se llame, que nos preparaba mamá en tiempo de frío, para el desayuno antes de irnos a la escuela…

-¿Vienes a contarme tu historia familiar?

-No. -toma una silla que permanece olvidada al lado de la puerta y va a sentarse frente a Janet, sonriendo de una manera extraña. Una punzada de angustia golpea su estómago. Intuye que nada bueno tendrá esa conversación.- Solo que…necesito conversar con alguien, y tú eres la única compañera mujer que labora en este despacho.

-Te escucho. Pareces contenta.

-¿Contenta? Estoy feliz. -nota la exageración en la voz y movimientos de la joven.- He ganado la partida. Como en el ajedrez. ¿Sí es ajedrez, no? ¿El de los cuadritos blancos y negros, que las piezas las mueven de un lado a otro? -Espera unos segundos y al ver que no tendrá respuesta, prosigue.- Bueno, como se llame, el caso es que puede decirse que acabo de hacer un jaque-mate. Creo que así le llaman, ¿no? O bueno, como le digan, el caso es que gané la partida.

Janet la contempla esbozando en sus labios una ligera sonrisita burlona. Dentro de todos los sentimientos negativos que se perturban su tranquilidad, una punzada de ironía alza la voz.

-“Enrique, Enrique…por esta imbécil que a pesar del nivel de preparación académica que tiene apenas puede leer y escribir, ¿¿¿me has cambiado???”

-Felicidades Juliana, -nota una incomodidad de parte de su interlocutora al ser llamada por su nombre completo.- Y bueno, ¿qué partida es la que ganaste? Por lo que acabas de decirme, deduzco que no sabes jugar al ajedrez…

La joven mira a Janet unos instantes antes de contestar, quizá buscando algún gesto o actitud de tristeza o despecho.

-Pues que me caso, así, con mayúsculas ¡ME CASO!

-“Sonríe, no dejes de sonreír. Que esta furcia no note tu dolor”. -la punzada de ironía vuelve a hacerse presente.

-De nueva cuenta felicidades, Juliana. Casarse es algo serio, no se toma como partidas de juego…

-Lo que pasa, deja que te explique, -habla con un tono condescendiente, como dirigiéndose a una niña- Mi novio es un hombre muy apuesto, y en su trabajo…pues…hay una…mujer -la forma en que menciona la palabra provoca un escalofrío en Janet.- que lo acosa. Invitaciones a comer, cenar después del trabajo, ir aquí y allá… tú sabes…

-No, no sé porque nunca he estado en situaciones parecidas, pero sigue, te escucho. -se esfuerza por mantener su autocontrol.

-Imagínate, una mujer de cuarenta y algo, queriendo atrapar quizá la última oportunidad de tener marido, es patético.

-Depende de la forma en que se mire.

-No puede esa mujer competir conmigo. -Se pone de pie y realiza varias poses de modelo profesional, con la intención de que Janet pueda apreciar su figura joven, de músculo firme.- Joven, bien vestida, con mis atributos físicos firmes. No, esa mujer no es ni remotamente competencia para mí. 

Janet recibe las palabras de Lía como una bofetada que le deja el rostro ardiendo: vergüenza, humillación, burla. Aun así, sonríe y controla su tono de voz.

-Para los hombres lo que importa son unas tetas para alimentar su ego y un culo que les sirva de inodoro para realizar sus necesidades fisiológicas, aunque el cerebro lo tengan deshidratado…o seco. Y tú cumples ambas expectativas. Por lo que no hay nada que debas temer.

Los ojos de Lía se transformaron, parecían carbones encendidos, a punto de salir fuego de ellos. Abre la boca queriendo decir algo, solo un sonido ahogado escapa de su garganta. Se da la media vuelta, dejando una Janet desconcertada, confusa y furiosa con la vida.

                                                                                                                                                         Continuará…


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