Juego de niños
La casa está sumida en una oscuridad casi total. No porque sea de su agrado, sino porque así quedó acostumbrada desde que vivía su madre. Hace ya algunos años que se marchó a una mejor vida. Soltera, sin hijos, con un único hermano que vive en la casa de al lado…
Su vida transcurre en mantener libre de polvo ese cascarón oscuro y frío. No sale a la calle, la compra se la traen a casa. Sus sobrinos, en edad escolar, se encargan de vender entre sus compañeros y maestros las prendas tejidas que la tía hace en sus ratos de ocio, que son muchos, y con la venta de ellas se mantiene, bueno tanto como mantenerse no, requiere de la ayuda del hermano vecino para cubrir las facturas de servicios.
Después de terminar el quehacer de la casa y de ingerir la minúscula ensalada de verduras y pollo con que acostumbra saciar su hambre, le agrada sentarse a leer en un desgastado sillón color chocolate. La lectura es su compañera invisible. El clima fresco y lluvioso, propicio de finales de septiembre, el pesado silencio que se respira y la ausencia de luz del sol dentro de aquellas paredes, conforman una atmósfera propicia de una escena de miedo. El sueño se apodera de ella apenas comenzar a leer.
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El peso de la piedra es demasiado para su mano pequeña, pero se las ingenia para sostenerla. La estrella repetidamente con toda la fuerza de que es capaz en la puerta de madera, en la que deja abolladuras. Sabe que la mujer está sola, que es miedosa y además creyente en fantasmas. No se levantará a ver qué es lo que sucede en su patio trasero. Cinco golpes, no más. Seguro que la vieja se ha orinado de puro miedo. Ja, ja.
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Unos fuertes golpes que provienen de la puerta trasera la despiertan. Arroja el libro, que cae con un golpe sordo al suelo. Se levanta. ¿Cerré bien la puerta del patio? La duda y el miedo la paralizan. Los golpes siguen sucediéndose uno tras otro. Nota que está temblando y con la boca seca. Intenta dar un paso hacia la puerta trasera pero las piernas no le responden. Quien sea que esté en el patio al parecer se ha ido, los golpes han cesado. Espera unos minutos y camina rumbo al patio, lo piensa mejor y se encamina a la entrada. Buscará a su cuñada.
-Dora, Dora. –Grita y aporrea la puerta con desesperación. Dora aparece limpiándose las manos en el mandil, está preparando la cena para los chiquillos.
-¿Por qué esos gritos Luz? Asustas a la
gente…
-Me han vuelto a golpear la puerta del
patio, unos golpes horribles…
Dora la mira muy seria, ya es la tercera vez
que Luz llega corriendo para decirle que en su patio hay alguien que intenta
entrar en su casa. Sin perder tiempo, toma la mano de Luz y ambas se encaminan
para la casa de ésta.
-Vamos Luz, veamos qué es lo que ocurre.
Los hijos de Dora, Daniel, el mayor, y Omar se quedan en casa, mirando como su madre y su tía se alejan. Omar está jugando con un lego, momento que aprovecha Daniel para ir a ver qué está pasando en la casa vecina.
-Luz, ¿alcanzaste a mirar a alguien por la
ventana?
Niega con la cabeza.
-No, me regresé a medio camino, tuve miedo…
Dora inspecciona el suelo, es de tierra y
aparece removida cerca de la puerta.
-Qué extraño, -menciona al tiempo que frunce
el ceño- son pisadas recientes, pero…por la medida…yo diría que son de algún
niño.
Daniel mira con recelo a su madre y a la tía
Luz.
-Como sea, -Dora se dirige a Luz y le pasa
el brazo por los hombros.- Vamos a cerciorarnos de cerrar bien la puerta, -Dora
pasa los dos cerrojos fuertes, uno colocado en el extremo superior y el otro un
poco antes del piso, por esa puerta se sale de la lavandería al pario exterior.
Ya en la cocina, Dora se da a la tarea de pasar la doble llave por la
cerradura, cerciorándose que la casa ha quedado asegurada con llave.
-Listo Luz, ya cerramos con llave, me voy
porque estoy preparando la cena de los niños. En cuanto me vaya cierra también
la puerta delantera, total, ya no tienes ningún pendiente, ¿o sí?
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Horas después…
Sale a oscuras, aprovechando que los demás ya se han dormido. Agradece que la puerta del patio tiene las bisagras engrasadas y no hace ruido. Trepar por la tapia de piedra es lo más divertido. Coge un cubo de plástico, lo voltea para utilizarlo como escalón. Las piedras están puestas una sobre otra, no están unidas por cemento, por lo que de repente se mueve una y hay que tener el doble de cuidado para que no ocurran cosas que no deben ocurrir. Je, je. ¡Pum! Ya está del otro lado. La luz de la luna ilumina el patio desierto, sin titubeos se dirige al lugar donde esconde su arma de intimidación, ya con ella en mano, otra vez aporrea la puerta, cinco golpes. Luego esconde la piedra. Hace el recorrido de manera inversa: cruza la tapia, deja el cubo en el lugar donde lo tomó, entra en casa y se mete silenciosamente en cama.
Luz escucha los golpes, se incorpora en su cama pero no se atreve a ir a mirar. Dora y su familia deben ya estar durmiendo. Y además el miedo le impide abrir la puerta a esas horas de la noche.
Solo queda rezar. Rezar para que ese martirio acabe pronto.
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