Una promesa


 







Ese tipo de dulces nunca ha entrado en mis gustos. Tamarindo con azúcar… dulces de Morelia, ja. El intento de carcajada de Lila va lleno de  sarcasmo. Podrán ser los dulces de la Casa Real o los distintivos de la Casablanca, pero de mi preferencia no son. No, no, no, pero por el momento…me conformo con esto, debo administrar mi dinero en cosas necesariamente útiles, no despilfarrarlo en dulces ni antojos. Y esta ansia incontrolable de comer golosinas es gracias a esta maldita, ¿cómo llamarla: tristeza, ansiedad, depresión? Desconozco las características de cada cual, solo Dios sabe que emoción se ha apoderado de mí.

Lila agradece por esos momentos de tranquilidad, especialmente en la habitación que utiliza como estudio para trabajar. Acostumbra escuchar música tranquila, prefiere la instrumental de piano o saxofón; deleitando el sentido del olfato con una veladora de esencia de canela o de rosas. Se recuesta sobre el respaldo alto de su silla, alza la vista al cielo azul, mira cruzar un pajarillo. Recuerda la tarde en que el hijo del matrimonio anterior de su ahora esposo llegó a la casa que comparten ambos, comentando que su madre lo echó de la casa y no tenía a donde ir. Y su esposo, como buen samaritano, lo acogió. Esa decisión la tomó por sorpresa, esperaba que fuera solo durante algunas semanas, pero se fue alargando la estancia del vividor, quien solo se ocupaba de ensuciar o destrozar las cosas, acabarse la comida invitando a comer a sus compañeros viciosos y exigiendo antojos como si fuese un niño pequeño.

-Esto de vivir en continua tensión no es lo mío. ¡Ah! -El suspiro es la añoranza de los recuerdos de años atrás.- Sí… a partir de que llegó ese paria a la casa se acabó la tranquilidad. Ese es el motivo de que quiera comer mucho dulce, me siento agotada, cansada sin motivo aparente. Hasta mi actividad en parroquia ha disminuido, mi esposo quiere venderme la idea de que es porque mi profesión reclama todo mi tiempo, pero yo sé que no es eso. Quiero volver a participar en las actividades de la iglesia. Con que nostalgia recuerdo que fui una de las integrantes con las que se contaba para todo: organizada, puntual, en el trabajo administrativo siempre fui un paso más allá de lo que se me asignaba. Y de repente ¡zoom!, ya las actividades se volvieron rutina, primero lo atribuí a la envidia de Clarisa, se tomaron medidas para que la muy descerebrada ya no me molestara. Mejoró en algo la situación, pero aun así ya el tedio estaba presente. Que yo sé bien que no es tedio ni pereza ni nada. Convivir con alguien que solo piensa en su provecho resulta en un agotamiento tremendo. Demonio, energía negativa, como se llame eso que haya invadido mi espacio, solo deja destrucción a su paso. Ya me siento “El Pípila”, con la losa de concreto atada al lomo.    

 

Su mirada se queda quieta en el pasar lento de las nubes algodonosas, en una bandada de aves que cruza el cielo, el pensamiento fijo en nada. Algo parecido a sombras transparentes, sin forma definida, se mueven dentro de su campo visual. A la par de un sonido de agua de fuente que es como música de fondo.

-No te creí cobarde. –Escucha decir al agua de fuente- Aún tienes algo para entusiasmarte.

-¿Algo? No quiero solo “algo” –dice esta palabra con cierto retintín en la voz- quiero todo lo que tenía y que sé que está ahí, en algún lugar entre la desesperanza y la tembleque fe.

-Tómalo como un descanso, estabas trabajando mucho para mí, cosa que agradezco, pero algunas personas se sintieron cegadas por tu luz y eso te ocasionó muchos momentos de duda y molestia. Por eso quise dejarte de lado un tiempo, para que te recuperes en todos los aspectos.

-Pero…

-Confía. Sé por qué te digo que descanses, en breve permitiré que regreses a servirme, ¡y no tienes ni idea de cuánto trabajarás! Por lo pronto, prepara esa clase que compartirás mañana. Sé que te lucirás.

Cesó el suave sonido de agua. Más aves cruzan el cielo. Realiza movimientos con el fin de estirar los músculos. Mueve el mousse para que la pantalla de su ordenador vuelva a encenderse. Abre un documento en blanco dispuesta a llenarlo con la información que compartirá con su grupo mañana. Abre varias páginas de internet y selecciona el contenido que le interesa. Repara entonces en el pequeño cirio que permanece a su derecha, esperando iluminar el espacio. Lo enciende y la mirada de Lila se pierde durante algunos segundos en esa llama amarilla y azul.  

-Débil. Pero encendida. De momento es mi única luz y me aferro a ella.

Toma sus gafas sin montura. Vuelve su atención al ordenador. Sus dedos ágiles vuelan sobre el teclado. Las ideas se vuelven palabras que fluyen con rapidez. La musa de la inspiración la acompaña.     


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