Simplemente AnoDina

 












Esa exquisita imagen la atrajo de inmediato: una taza de aromático café, (bueno, eso de aromático solo lo imagina, pues el papel no desprende olores), al lado de una pila de libros y de una maceta conteniendo una planta de sábila, mientras flota en el aire un frágil pajarillo; la pondré para dar los buenos días, pensó. Teclea algunas palabras en la pantalla y listo. Imagen y mensaje se dan a conocer a la comunidad.  

 

Mira el mensaje de WhatsApp que acaba de llegar al grupo. Otra vez sus ideas en la red, ideas que ella no compartió. A esas alturas, no sabe si la embarga la euforia o la molestia.

Vaya con vez la mujercita esa… ya es demasiado clara su intención  de convertirse en ella.  Pero, ¿logrará la invisible anodina tener sobre sí la atención de los demás?...Se ríe al imaginar que este pensamiento va acompañado de música de suspenso, como en las películas, para dejar la duda en los espectadores, ja, ja. Ese episodio de usurpación de personalidad es nuevo para ella, no sabe cómo digerirlo. La recuerda callada, cabizbaja al recibir una corrección en público, porque cabe recordar que las encargadas del grupo no tienen reparos al momento de dar a notar las equivocaciones de una frente a las demás. 

 

Viaje hacia atrás en el tiempo, al momento que inició todo el desbarajuste.

 

Ahí estaban todas, sentadas alrededor de la mesa, vestidas con playera blanca, al término del servicio de oración de cada martes. Cumpleaños de Chanita, por lo que un delicioso desayuno, aunque tardío, les espera en casa de ésta señora venida de provincia y que prepara unos deliciosos tamales en hoja de plátano. Se escuchan risas, algunas conversan en tono bajo, como no queriendo ser escuchadas por el resto de las compañeras. Hay varios grupos de conversación, por lo que la plática es de lo más variopinto. Ana Dina mira nerviosamente alrededor cada minuto y al siguiente también. Desea muy dentro de ella que Anadelya  no aparezca, ya llevan un buen rato en la convivencia, quizá a última hora su no tan apreciada compañera haya decidido no asistir. Alguien menciona su nombre, atiende al llamado y se une a una brevísima conversación. La sonrisa se borra de sus labios repentinamente. La ve venir a lo lejos…como quisiera Ana Dina tener ese andar desenfadado, tranquilo, que trasmite seguridad en sí misma. Días atrás, frente al espejo, ella intentó imitar esos caminados, pero el resultado fue un desastre: parecía que de su espalda saliera una vara invisible que la mantuviera atada para mantenerse derecha, sin movimiento hacia adelante, la rigidez de la postura le provocó dolor muscular.

-Esa mujer… todo le sienta bien, todo lo hace bien. No, bien no. Lo hace per-fec-to. –une el pulgar y el índice formando una “o”, dejando el resto de los dedos alzados, dando un ligero movimiento hacia adelante al final de cada sílaba, signo que significa algo como “bien”, “excelente”.- Dios me perdone –discretamente, se acomoda en un posición quedando de espaldas a sus compañeras, se santigua, esperando no la hayan observado, pues de lo contrario, quedaría como una chiflada que solo en su imaginación mira a la virgen o a Cristo- pero pienso que lo hace para lucirse ante las demás, para presumir.

Un ligero toquecito en el hombro la arranca de sus cavilaciones.

-Tiene usted razón Ana Dina, Anadelya  luce bien. –escucha decir a alguien. Cayó en la cuenta de que la vieron formar la señal de excelente. Al verse descubierta, no le queda otra más que hacer un gesto de asentimiento, regala una bobalicona, e hipócrita, sonrisa.

La actitud de Anadelya  hacia Ana Dina es indiferente, no le cae ni bien ni mal, no ha tenido la oportunidad de tratarla. Cuando vas a trabajar para Dios; a veces por el cúmulo de actividades no hay tiempo de tratar más a fondo a las compañeras de grupo. 

-Gracias por su asistencia muchachas, -Nina, una de las dirigentes, lleva la voz cantante, y al notar la atención de todas, se arranca hablando como quien tiene aprendido un largo libreto de memoria. Al final la tarea recae sobre Anadelya.

-Ana D, -es como la llama Nina- a usted se le da muy bien eso de las imágenes, las barajitas que sube con mensajes al grupo me gustan mucho, a todas nos gustan, verdad muchachas?

Un cansado “sí” se deja escuchar, Anadelya  alcanza a ver que algunas ponen los ojos en blanco, está claro que Nina habla por ella, generalizando, claro…de repente su mirada se topa con la de Ana Dina, percibe una sensación parecida al enfado, pero no, seguro que está equivocada. 

-Cuente con ello Nina, claro que las apoyo…

 

Las manos vuelan sobre el teclado, busca imágenes, separa las que cree pueden hacer visible el mensaje que quiere trasmitir, perfecciona las frases que ha pensado para insertar en la imagen… Cuando por fin tiene el trabajo terminado, sube el borrador al grupo, solicitando la opinión de sus compañeras. De rato lee un comentario, la mala intención se deja sentir.

-También el diseño que envió la hija de Martita está muy bonito, tiene todo lo que a este le falta…

-¿¿¿Y usted que sabe de lo que falta??? –Enfurruñada, se deja llevar por el mal pensamiento- Si apenas sabe leer y escribir. Es más, si no les gusta pues no les apoyo y se acabó.

 

Pero ella no tuvo la última palabra. Luego de algunas modificaciones que le fueron solicitadas ¡zaz! Su video publicitario se convirtió en la invitación oficial del grupo. Su contento fue de tal magnitud, que no le importaba la opinión ajena.

                                            *  *  *  *  *

Ana Dina no es precisamente gorda, tiene las caderas anchas. Su vestimenta cotidiana consiste en unos vaqueros deslavados y rotos, que no van con la imagen de una señora madre de dos adolescentes. Zapatillas deportivas, sucias. Las facciones de su rostro dan la continua impresión de malestar o enfado. Tez morena, un cabello que está entre lacio dormido y medio ondulado sin forma definida, recogido siempre en una coleta, y atravesado, como adorno, un bolígrafo en color amarillo de la marca Bic.


Esa mañana, Anadelya  debía entregar una oración especial, salió tarde de casa y al llegar al templo, ¡oh, sorpresa! Ana Dina ya estaba conversando con las dirigentes del grupo. Ya la han visto, no puede hacerse atrás. Suspira profundo y con su mejor actitud se acerca a donde están las compañeras, quienes le ofrecen una sonrisa.

-Hola a todas, -saluda Anadelya, con esa particular forma que tiene de decir las palabras.- se me hizo un poquitín tarde, pero aquí estoy ya.

La mirada de Nina pasea de Marce a Betty, quienes permanecen calladas. Al fin es la propia Nina quien da la indicación.

- Ana D, te indicamos que llegaras unos 10 minutos antes de la hora para revisar tu trabajo y como no apareciste, creímos que ya no vendrías, por suerte Ana Dina trae una oración de repuesto y es la que decidimos hacer. Discúlpanos esta vez.

“¡Oración de repuesto! Desconocía que Dios tiene oraciones originales y oraciones de repuesto”. Anadelya  se sorprende de lo sarcástico de su pensamiento.

-Nada que disculpar, -muestra las palmas de las manos y las mueve de un lado a otro, señal de que le resta importancia al asunto- por esta ocasión el crédito no es para mí, ya tendré otra oportunidad.

 

El rezo transcurrió con lentitud. Aunque frente a las dirigentes sonrió y aceptó la situación, en su fuero interno sus emociones y pensamientos hacían corto circuito, lanzaban chispas a diestra y sin diestra. No atendió como otras veces la lectura, se limitó a repetir lo que decían las demás.

 

Después de terminar con sus ofrecimientos, se fueron yendo una por una, Anadelya  fue a los sanitarios, se acomodó el cabello, se frotó con agua fresca la cara, mientras pensaba cómo hacer para no llegar tarde la próxima vez que tuviera un compromiso con el grupo. Mayor razón al saber que su compañera estaba al acecho para hacer las oportunidades suyas. Toma con pereza su bolso y cruza el patio hacia el otro extremo lateral usado como salida de la parroquia. El patio es un cuadrado perfecto, en las orillas han sembrado rosales y flores de varias especies ofreciendo una variada gama de colores para deleite de la vista. Se acerca a la pared lateral y al dar vuelta para salir a la puerta principal del templo y tomar el caminillo de grava, escucha voces, resguardada por la pared, se acerca un poco más, y reconoce el tono molesto de Marce, alega con alguien pero no escucha a nadie más. Salta de alegría al enterarse de quien se trata.

-¿Quién hizo la oración, tú o tu hija?

-Yo Marce, mi hija estuvo ocupada con sus tareas. –Reconoce esa voz encalmada- ¿Por qué?

La curiosidad le gana, se asoma un poco más, esperando no ser descubierta.

-Porque estaba todo mal. –la sorpresa se dibuja en el rostro de Ana Dina, el silencio se instala durante unos segundos entre las mujeres. Marce y ella se sostienen la mirada, la de Marce destila molestia, en la de Ana Dina se percibe algo parecido a la vergüenza y no sabe que contestar a esa verdad. Al fin Marce rompe el bloqueo.- Errores de ortografía, eso para empezar. El texto mal acomodado en la hoja, el tema nada que ver con lo que queríamos expresar, o sea, todo, todo estuvo mal.

 

Anadelya  regresa sobre sus pasos, saldrá hacia la calle por la salida opuesta, no importa que camine unos metros más. Lo que escuchó la llena de una maligna satisfacción.


 *  *  *  *  *

Ana Dina detesta que la confundan con Anadelya. Llevan un nombre parecido que en la fonética suenan muy similares, sí, pero las diferencias son enormes tanto en lo físico como en la preparación. La esencia de Anadelya es más atrapante que cualquier atractivo físico. Un timbre de voz agradable al oído, que trasmite autoridad cuando es necesario, sabe desenvolverse en público, por lo que se requiere de continuo su apoyo en las actividades del grupo, ella no necesita andar pidiendo que le permitan apoyar. No, no, no. a Anadelya  se le da todo sin que ella haga el menor esfuerzo.

 

En cambio, Ana Dina está molesta de que reparen en ella de forma automática, a veces ha sentido que lo hacen solo porque pertenece al grupo, sabe que no tiene ningún conocimiento especial, que no aporta nada nuevo ni atractivo al grupo. Consiente o no de sus limitaciones, está harta de estar en el banquillo de los comodines, quiere darse a notar, pero no sabe cómo.

 

Días después, antes de entrar al templo, Ana Dina escucha a las tres encargadas conversar. Nina es quien habla.

-Muchachas, quizá necesite ausentarme algunas semanas, la salud de mi papá no anda bien y quiero ir a mi casa para atenderlo y convivir con él, desde que estoy aquí lo veo tan poco…

-Entendemos Nina, -contesta Marce, no sin antes hacer un levísimo gesto que denota contrariedad- pero, ¿tiene que ser precisamente ahora? Tenemos varias actividades en puerta…

La más conciliadora Betty, toma la palabra.

-Es cierto, tenemos varias actividades y somos pocas quienes participamos, pero pídale apoyo a alguna de las asociadas para ver quién puede cubrir en su ausencia. Ya nos dice quien la cubre para acercarnos nosotras y conversar.

El corazón de Ana Dina late tan fuerte, que piensa va a salírsele del pecho. La oportunidad que esperaba ya la tiene en la mano.

 

*  *  *  *  *

Los días siguientes apoyó en todo lo que podía a Nina, toma notas, la apoya en las actividades que Nina tiene que llevar a cabo, la acompaña a las juntas, y cosas así. Necesita hacerse notar si quiere cubrir el puesto como encargada de grupo, es la ocasión perfecta para demostrar que puede estar a la altura de Anadelya. Al menos, eso es lo que cree.


El esperado aviso no llega. Y así transcurrieron dos semanas…

 

*  *  *  *  *


Fueron citadas las integrantes para iniciar un proyecto, Ana Dina siente algo parecido a un golpe caliente en el estómago: Anadelya forma parte de las dirigentes. Haciendo de lado su orgullo y coraje, durante las tres largas semanas que dura la ausencia de Nina, brinda su apoyo en lo que le asignen.

 

Las miradas de Anadelya y Ana Dina se encuentran. Anadelya, suspicaz, logra divisar un enojo oculto en los ojos de su compañera, pero presente en todo momento en las facciones de su rostro, en tanto que Ana Dina nota el rechazo de que es objeto por parte de la integrante más notoria del grupo. Gracias a Dios, Nina rompe la incomodidad del momento al solicitar la atención del grupo. 

 

-Muchachas, -con una sonrisa en los labios y su cadenciosa voz, mira a cada una de sus integrantes- pues aprovecho este momento para agradecerles a todas su apoyo las semanas que estuve fuera. En especial agradecer a las hermanitas Ana Dina que me apoyo acompañándome a las juntas y tomando las notas por mí. Y también agradezco a Ana D por haber cubierto mi lugar y apoyar a Betty y a Marce con mis actividades.

Anadelya no esperaba ese reconocimiento en público, la sorprende, provoca que se sienta cohibida, de repente su mirada se encuentra de nuevo con la de Ana Dina, ya no hay duda: ahora el enojo de la mujer salta a la vista en todo su esplendor.

 

La comida transcurre con alegría, Ana Dina mueve sus cubiertos plásticos de un lado a otro, sin atreverse a llevar alimento a la boca. No se conforma con ser la “chica de las notas”, quiere algo más. Las compañeras apenas reparan en ella tan concentradas que están en su conversación. Betty ha traído a su mamá con ella, está sentada justo al lado de Ana Dina y al verla tan callada, la mamá empieza a conversar con ella. La conversación fluye amena, hasta el momento que mamá dice:

-A todas las confundo, pero a ti no.

-Gracias, mamá, que se acuerde de mí. –Unos dientes chuecos y amarillos llenan los labios de Ana Dina, se siente como un globo de helio que el viento va elevando hacia el cielo. Por fin alguien repara en su presencia.

-Cómo no me voy a acordar, tengo tus datos guardados por si acaso llego a necesitar de tus servicios.

El rostro de Ana Dina es un poema, mamá sonríe.

-Sí m’ija, como abogada…

El pinchazo llega inesperado, el globo se revienta y comienza a perder impulso, cayendo a tierra con estrépito. Mamá sigue sonriendo y hablando, pero sus palabras se van perdiendo en la lejanía.      

-No soy yo de quien se acuerda.

La ancianita la mira con intriga.

-¿Ah no? Entonces… ¿quién es la abogada?

-Ella se llama Anadelya. –señala con el mentón a su compañera.

-Ah, ya recuerdo. Anadelya, sí. –La mirada de la anciana denota algo parecido entre la desconfianza y la molestia.- Entonces,  ¿tú quién eres?

Su interlocutora suspira profundo, se levanta y toma su vaso dispuesta a rellenarlo de refresco.

-Yo soy…simplemente Anodina. 


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