Agua de borraja
2020
Ojos Azules y Mavy
Las miradas se encuentran a través del frío cristal. Una voz inaudible solo para ellos.
-Vienes
a despedirte, lo sé. –le dirige su encantadora sonrisa- He pagado mi deuda
contigo, ahora ya las cuentas están saldadas.
La oscura y profunda mirada de Mavy se clavó en él. Quiso decir
cosas que tenía guardadas desde tiempo atrás, pero de su garganta no brotaron
las palabras. Mejor así.
-Te obligué
a pagar, que es diferente. Un estafador como tú no acostumbra a hacerlo por
propia voluntad.
Ojos Azules eleva la mirada hacia un punto en el espacio, como
buscando algo en su memoria. Segundos después vuelve a su visitante.
-Detesté
la pobreza… siempre. Ella me enseñó a conseguir mi prosperidad. ¿La manera? Es
lo de menos. –un breve silencio- Lastimé tu economía con toda intención, te
lastimé también en otros aspectos. –un dejo de pesar se asoma en esta frase.- A
partir de ese punto mi vida perdió la paz, pasó a ser un eterno campo de
batalla. Y sabía que de una forma u otra, vendrías a por mí. Lo has conseguido.
-La
vida es el resultado de lo que hacemos a cada paso. Cada uno somos culpables de
nuestros sinsabores.
Un profundo suspiro y Ojos Azules dirige una súplica a Mavy.
-Estoy
cansado, no deseo que te marches, pero me gustaría dormir. Lo entiendes,
¿verdad?
Mavy hace un gesto de asentimiento con la cabeza. Se gira en
dirección a la puerta, pero antes de que logre dar un paso, le escucha decir:
-Nunca
hubo intimidad entre ella y yo.
Permanece unos segundos de espaldas a Ojos Azules, tratando de
asimilar lo que escuchó. En otro tiempo le causaría alegría, ahora no le
despierta emoción alguna. Se gira para mirarlo.
-Explicaciones
innecesarias. No tienes por qué hacerlo.
-Quiero
que los sepas. Necesito ponerme en paz contigo. -En su voz había urgencia.- Si
en algo te ayuda saberlo, después de nosotros, nunca me involucré íntimamente
con alguna mujer. Ni siquiera con la que es mi esposa.
Mavy permanece tranquila ante esa confesión.
-Eso ya
no importa ahora. Descansa.
- - - - o - - - -
Cuando Mavy salió de aquel centro, el aire tibio la envuelve en un
cálido abrazo, el cielo está de un transparente color azul con el sol brillando
en medio de él. Se aleja con una sensación agridulce en la boca, hizo justicia
a su manera, sí, pero dejando una estela de dolor a su paso. Rodolfo declarado legalmente
incapaz. Sandra en la quiebra, con las cuentas bancarias en ceros, sin empresa
y desprendiéndose de la casa donde vivió su infancia y que consideraba suya. Subió
a su auto, estuvo unos momentos mirando aquel centro médico perdido en medio de
la nada. Erigido a unos cientos de kilómetros de una carretera federal, para no
poner en riesgo la seguridad de los habitantes de los alrededores. Una lujosa
prisión disfrazada de centro médico para enfermedades mentales. Pone el auto en
marcha, desea alejarse lo más pronto de aquel lugar. Ya terminó lo que se
propuso.
La carretera luce despejada, el celular de Mavy suena, estira la
mano para tomarlo y se le resbala, cae sobre el piso, sin quitar la mirada del
frente intenta alcanzarlo con la mano. Lo tiene. Se distrajo tan solo un
segundo para mirar la pantalla, que no percibe el gran vehículo que viene de
frente a ella…un ruido estrepitoso se escucha en el aire. Luego de ser chocado,
el carro de Mavy cae al vacío, da varias volteretas para finalmente, estallar y
ser consumido por el fuego.
Harim está listo para abandonar el país. Es un hombre adulto, sin compromisos sentimentales ni laborales. Ha recuperado con creces el dinero que hace años fue motivo de perder su trabajo y manchar su buena reputación. Mavy se queda con lo acordado. Es suficiente para vivir cada uno una nueva etapa en la vida. Acomoda sus pocas pertenencias en el maletero, lleva solo lo indispensable: documentos, ropa y objetos personales. Conservará la casita que adquirió, tiene planeado venir cada año de visita. Antes de subirse al auto, revisa los neumáticos, el motor. Todo parece estar en orden. Va camino a iniciar vida en otro lugar.
Al llegar al centro nota un tráfico inusual: un policía desviando los vehículos por otras calles, otros más apostados en la entrada de un centro comercial. Todo sucede muy rápido: unos individuos salen corriendo perseguidos por los guardianes del orden, se escuchan disparos. Harim siente un dolor agudo en el lado derecho de su cuello, abre desmesuradamente los ojos e intenta respirar. Después de unos segundos, su cuerpo cae inerte sobre el volante. El claxon comienza a sonar ruidosamente, pero nadie se percata de ello…el fuego cruzado continúa…
Fin.
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