Agua de borraja
Harim
Dictamen clínico: esquizofrenia paranoide. Internamiento inmediato. Con medicación para episodios psicóticos. Sandra no se expondría a sufrir algún percance a manos de Rodolfo, tiempo atrás tuvo un intento de suicidio; después lo sorprendió abrazándola al tiempo que sostenía un cuchillo en su mano mientras dormían, seguro que esperaba poder usarlo en su cuerpo; mención aparte, los olvidos eran recurrentes. En los últimos días la memoria de Rodolfo no estaba al cien. Amnesia era ahora su compañera inseparable. La empresa prácticamente era dirigida por Harim, un acierto de su jefe el haberle firmado un poder con amplias facultades, para en caso de que algún día, uno nunca sabe lo que pasará, se dieran situaciones extraordinarias. Ahora que Rodolfo estaba legalmente incapacitado, Harim dirigía el despacho, ocupaba la oficina y el escritorio de su jefe, y lo más importante: tomaba decisiones. Motivo de peso para que Sandra tomara cartas en el asunto, después de todo, el tiempo se encarga de borrar los afectos, ¿a que sí?
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-Bien, ya que estamos presentes todos los interesados, me permito
presentar a la nueva directriz del despacho, Marlen Viera. –Marlen sonríe
mientras los murmullos recorren como una ola el reducido espacio de la
oficina.- Marlen junto con su servidor –lleva su mano derecha al pecho y hace
una ligera inclinación de cabeza- dirigiremos este negocio mientras nuestro
apreciado arquitecto Rodolfo Antúnez se recupera de su enfermedad.
Un silencio planeado de antemano inunda el espacio. Harim sabe que sus compañeros pondrán inconvenientes al nombramiento de Marlen como su apoyo, les permite que digieran la noticia, las miradas van de unos hacia otros, al fin alguien se atreve a decir:
-Con todo respeto Harim, pero no conocemos de nada a esta señora,
no es trabajadora del despacho, ni siquiera sabemos si cuenta con la
experiencia que se requiere…
Harim sonríe.
-No tuvimos tiempo de revisar la carpeta que dejé sobre sus
lugares, Marlen llegó antes de lo previsto…en fin… -los presentes abren la
carpeta y comienzan a leer. Se miran de nuevo entre ellos. Al fin, una de las mujeres,
la de pelo negro y largo que le sonrió con simpatía, comenta:
-Opino que nos vendrá bien ingresarla en el equipo, tiene los
estudios y la práctica requeridos para apoyarte. –Se levanta de su asiento y va
hacia Marlen, le tiende la mano. Marlen la acepta y siente el apretón firme.
–Bienvenida Marlen.
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Sandra entra sin avisar al despacho de Harim, este escribía unas notas y levantó la vista al sentir su presencia frente a él.
-Sandra, que sorpresa.
La mujer lo mira con la sonrisita burlona, característica de su
personalidad, como escogiendo sus palabras, Harim era el empleado de confianza
de su esposo, no le cae mal pero tampoco bien, o sea, una personilla
indiferente ante sus ojos. Nunca se dio la oportunidad de tratar a los
empleados, unos seres tan carentes de cultura y sin conocimientos académicos
más allá de un oficio o estudio técnico, no era el tipo de personas con las que
anhelaría relacionarse. Dominando su incertidumbre, se acerca al escritorio
donde está Harim y toma asiento frente a él.
-Y bien, ¿en que te puedo ayudar Sandra? –el hombre deja el
bolígrafo sobre el documento que en el cual trabaja, se echa hacia atrás en el
sillón y le muestra a la mujer una sonrisa encantadora y franca.
-Seré breve. Trabajas aquí desde hace…¿qué? ¿dos años?
-Dentro de un mes cumplo cinco, para ser exactos, mi estimada
señora.
-Uf! Como pasa el tiempo, pero bueno, eso no importa, -con la mano
hace un gesto como para restar importancia al asunto- lo que…
No le da tiempo a que termine la frase, con tono firme Harim
interrumpe.
-Depende de para que sirva mi antigüedad. Si es para un despido,
para una renuncia, para un ascenso…discúlpeme pero el tiempo sí importa.
–remarca éstas dos últimas palabras.
Sandra guarda silencio. La verdad, no se preparó para hacer frente
a ningún tipo de cuestiones laborales.
-Desconozco de lo que me hablas, -justo en ese momento repara en
que nunca tuvo la curiosidad de enterarse de los negocios de su esposo, excepto
de las finanzas, claro.- seré franca, vengo a pedirte que entregues el control
de la empresa, a falta de Rodolfo yo soy quien se hará cargo del negocio.
Harim alza las cejas, en su rostro se dibuja una expresión entre la
sorpresa y la burla.
-Te recuerdo que Rodolfo no está muerto, y hablas como si lo
estuviera.
-Ahorita Rodolfo no existe para el mundo, está encerrado porque ha
perdido su conexión con la realidad, ¿o has olvidado que desde hace tiempo se
le fue la olla? –mueve el dedo índice en círculos al lado de la sien.
Harim mantiene la mirada fija en Sandra. No cabe duda, Dios los
hace y ellos se juntan, fue el pensamiento que se instala en su mente al
recordar la similitud entre las actitudes de su jefe y las de su esposa.
Aprovechando cualquier oportunidad para hacerse notar, para tener un beneficio
económico, o social... son a la vez verdugo y penitencia del otro.
-Ya, en concreto, ¿qué es lo que quieres de mí?
Sandra pone los ojos en blanco, mueve la cabeza en un gesto
negativo y deja escapar un suspiro que indica cansancio.
-Quiero pensar que no has entendido todavía, bueno, te lo diré
clara y llanamente: quiero que tomes tus cosas, solo las personales, claro, lo
demás es propiedad de la empresa; que hagas un resumen de los asuntos
pendientes por resolver y me lo hagas llegar a la brevedad, ya tengo el
contable que te sustituirá. Calcula tu liquidación conforme a la ley. No tengo
reparo en indemnizarte como te mereces.
Después de todo, cuidaste de los intereses de mi –remarca esta última palabra-
empresa.
-Que generosa eres Sandra.
La mujer inclina la cabeza y hace un guiño coqueto.
-Muy generosa.
-Pero…lamento decirte que no puedo aceptar tu oferta. –Harim saborea cada palabra que le dice. El sabor
de la victoria no se compara con ningún otro. Ni siquiera con el de un
delicioso pastel de chocolate.
Invadida por el desconcierto, calla durante unos minutos, no
esperaba esa respuesta.
-No es ninguna oferta, eras el asistente de mi esposo, excelente en
el trabajo que desempeñabas, lo reconozco, pero ahora él ya no está, y como es
de esperar, yo me haré cargo y designaré quien ocupe tu lugar.
Una risa tranquila invade el espacio, Sandra no logra comprender
porque aquel hombre tan anodino se ríe cuando lo ha echado de la empresa, con sutileza,
pero lo ha echado.
-Se nota que no conoces nada del trabajo de tu esposo, ¿no
intercambiaban experiencias de sus respectivos trabajos? Ya, déjame adivino: tú
en tu burbujita rosa, pintando paredes de color pastel y colocando florecitas en
los jarrones, y él en su mundo real. ¿A que sí? –una encantadora sonrisa flota
en los labios de Harim.
La impertinencia de Harim ya cruzó el límite permitido. No tendrá más
miramientos.
-Eso no te incumbe, ¿y sabes qué? agarra tus cosas y vete de una
vez, ya me las arreglaré con lo que haya pendiente, no eres indispensable, cretino.
–se levanta sin dar oportunidad de que Harim pronuncie palabra, pero se detiene
en la puerta y se vuelve para decirle- Y olvídate de la liquidación, quiero tu
renuncia para ya, ¿has entendido? –abre la puerta, el sobresalto no se hace
esperar: un rostro familiar para ella le sonríe.
-Hola Sandra, no me digas que te vas. -hace un chasquido de desaprobación
con la lengua- De ninguna manera. –la obliga a retroceder- Apenas voy llegando
y tenemos mucho de qué hablar. –agita con suavidad en el aire unas carpetas.
Continuará…
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