Agua de borraja


 







Rodolfo

Una, dos páginas en blanco…

Letras grandes al centro de la tercera hoja.

Capítulo 1

Hoja en blanco.

Al centro de la hoja siguiente, una nota periodística amarillenta por el transcurso del tiempo, muestra el rostro de un pequeño de 12 años que se ha ausentado de casa, es buscado por sus padres. 

Siente la boca seca y con un amargor extraño, el corazón le martillea en el pecho. Hace ya tantos años de eso… Su primer impulso es romper el manuscrito, más sin embargo, analista y calculador como es, sabe que nada le garantiza que no existan más copias de esa basura, la curiosidad lo obliga a seguir leyendo. Da vuelta a la siguiente hoja.

Una hoja escrita a máquina, en la parte superior izquierda el logotipo de la Secretaría de Seguridad Pública. Un padre de familia denuncia que han entrado a su casa y le han robado los ahorros de varios años, una cantidad considerable. La policía comienza la investigación del suceso.

¿Pero qué carajos es esto? Grita lleno de impotencia, contempla durante un rato la foto del chiquillo y la denuncia, su memoria forcejea con los recuerdos que luchan por salir a la luz.


El pequeño desaparecido

Sus padres y hermanos han salido al acostumbrado paseo dominical, el no haber terminado a tiempo los deberes escolares le proporciona la excusa perfecta para quedarse solo en casa. Espera un lapso de tiempo razonable para que se alejen, antes de dirigirse al deplorable cuartucho que su madre con la boca llena de satisfacción nombra “mi alcoba”. Arruga la nariz ante el desagradable y penetrante olor de humores corporales.

-Date prisa Rodolfo, que el paseo es corto.

Atenta la vista y el oído a cualquier indicio de llegada y con sumo cuidado de no mover las cosas de su sitio, levanta el colchón del lado de su padre, hallando nada. El esfuerzo de sostener en vilo el peso del colchón con un brazo le ocasiona un ligero dolor en las articulaciones del hombro. Con dificultad palpa sobre toda la superficie, de arriba hacia abajo. Nada. Molesto deja caer el colchón, pero al mismo tiempo suspira aliviado. Luego de masajearse el hombro, palpa en los laterales del desgastado colchón. ¡Bingo! hilos sueltos, un mínimo de tela descosida en la parte inferior del lado de la cabecera de su padre. Sus dedos rozan algo plano y flexible. Extrae una desgastada funda de plástico que contiene los ahorros del viejo. Billetes. Una cantidad considerable en diversas denominaciones. Sonríe con malicia, imaginando la cara que pondrá su padre al no encontrar su preciado tesoro. Mira el futuro desplegarse frente a él: dentro de algunos meses terminará su educación primaria, claro que ahora la próxima escuela será en otra parte, donde apenas lo conozcan, nuevas caras, nuevos amigos, escuela de gobierno, sí, pero en la ciudad. Se supone que todo es mejor en la ciudad. Nació y creció en ese pueblo, pero no ofrece mayor posibilidad de progreso. Al terminar la secundaria deberá emplearse en algo, que por lo regular es de ayudante en las tiendas, en las carnicerías o como repartidor local. Y ninguna opción llena sus expectativas. En casa solo les permitían ver televisión las tardes del domingo, luego del paseo matinal. Gracias a las películas, Rodolfo se dio cuenta que existía un mundo fuera de ese territorio. Los protagonistas masculinos eran licenciados o doctores, trabajan en una oficina o consultorio u hospital limpios, bien decorados, tienen a su cargo una secretaria encopetada y eficiente, casi puede oír el ruido de las teclas al ir formado las palabras sobre el papel. Y ahí se encuentra él: vistiendo de traje y perfumado, se imagina que es el amor secreto de las empleadas que hay alrededor suyo. Y la envidia de sus compañeros varones, por supuesto.

-Este dinero es el hilo para que vaya tejiendo mi red, como las arañas, ja, ja, ja.

El sonido de la maldad escapa de su boca en hirientes carcajadas. Es la risa de alguien que no tiene reparo en segar los planes de otras personas para beneficiarse él. 

Tan solo contaba con 12 años cuando huyó de la casa paterna llevándose consigo los ahorros con los que su padre financiaba el tratamiento médico de su madre. Cortó en definitiva los lazos familiares de aquel padre tacaño, agresivo y violento y de esa sombra de mujer que todo el día vagaba por la casa como alma en pena, depresiva y temerosa.


Percibe un olor dulzón flotando en el ambiente.

-Hasta se tomó la delicadeza de perfumar el manuscrito…como si fuera una señorita…¡¡que estupidez!!

Repara en que no hay datos que revelen la identidad de su acosador, igual puede tratarse de un hombre o de una mujer. Da vuelta a la página y al centro de la siguiente hoja en blanco, escrito a mano con una pulcra caligrafía, tan característica de un arquitecto, puede leerse:

El manuscrito es una caja que encierra sorpresas, ¿seguro que quieres conocer el resto de la historia? Mira con atención.

Vuelta. Hoja en blanco.

En la siguiente hoja, tres fotografías pequeñas pero legibles. La primera muestra a un hombre sosteniendo entre las manos un documento, denota su interés en la lectura; en la segunda es captado por la cámara abriendo los cajones del escritorio frente al cual se halla sentado. Una tercera toma lo inmortaliza apuntando con el teléfono celular sobre algún documento que guarda información importante para él al tiempo que su dedo índice toca la pantalla del aparato.


Los recuerdos se presentaban ante él en rápida sucesión, moviéndose en total libertad, uno tras otro, como al compás de un baile macabro. 


Entre julio y agosto 1994

Está sentado en la biblioteca de Roberto, mientras lo espera, echa una ojeada a las carpetas que están encima del escritorio; un sobre con el sello del consulado mexicano atrae su atención. Está ahí, a la vista, y la curiosidad es más fuerte que el respeto a la intimidad de los demás. Total, que levante la mano el que no hay visto alguna vez correspondencia ajena…

¿Testamento? –esa palabra es el motor que le indica el camino a seguir;  intrigado comienza a leer, por un momento se olvida que alguien pudiera llegar y sorprenderlo husmeando entre documentos ajenos a él- …Heredera… ¡Auch! –la sorpresa lo obliga a dejar escapar un grito- Gente tan extraña…

Actúa rápido, fotografía una a una las hojas del documento, luego lo devuelve a su sitio, dejando todo tal cual lo encontró. Mira el reloj, Roberto se ha tardado más de la cuenta. Decide irse, ya acordarán en otra ocasión…

Continuará... 


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