Agua de borraja
Rodolfo
Despacio va abriendo los ojos, los parpados le pesan, le parece que es uno de esos días en que el sueño no le deja despertar. Una idea tras otra empiezan a rondar por su mente, enredándolo todo. Aparece la confusión, el miedo quizá, al reconocer que está en una cama de hospital. Una enfermera entrada en carnes se asoma a la habitación. Al ver que el paciente está despierto se apresura a entrar.
-Hola, ¡ya
está despierto nuestro fallido suicida! –una sonrisa curva sus labios dándole
un aire bonachón a su rostro.
“Suicida”,
esa palabra pone en alerta al hombre, mientras la enfermera revisa con atención
las constantes vitales del interno.
-Corazón, la
vida a veces nos presenta unas pruebas muy difíciles, pero nada justifica que
hayas querido suicidarte.
La sorpresa
y la ansiedad provocan que Rodolfo alce la voz.
-Yo no
intenté suicidarme, debe haber un error.
La actitud
de Rodolfo no hace mella en la mujer, ella continua realizando su trabajo y
habla despacio, como explicándole a un niño algo que no entiende.
-Ingeriste
una dosis algo fuerte de pastillas, corazón, por eso estás aquí. Te hicimos un
lavado de estómago a tiempo.
Una risa
sarcástica escapa de la garganta del hombre, ¿qué está diciendo aquella mujer
insensata?
-Eran unos
tranquilizantes recetados por mi médico, los tomo por la noche para conciliar
el sueño.
-Mmmmh…pues
la cantidad que tomaste indica que deseabas tranquilizarte para siempre…
Al escuchar
las palabras de la enfermera, los ojos de Rodolfo se movían inquietos de un
punto a otro.
-Fueron solo
dos comprimidos.
La mirada de
la enfermera le recordó a la de una madre intentando sonsacarle la verdad a su
pequeño.
-En verdad,
solo dos.
-Te voy a
confesar algo corazón, traías la dosis de 5 pildoras…-la mujer hacía su trabajo
mientras habla y habla, pero Rodolfo no escucha, intenta recomponer su memoria
con los trozos de recuerdo que acuden a su mente.
El comportamiento
de Rodolfo es errático al transcurrir los días. En la oficina le reportan
documentos que no recuerda haber firmado u ordenado, aparecen retiros en sus
cuentas bancarias y no puede decir que no lo hizo, pues solo él tiene las
claves para acceder a ese dinero. En casa Sandra le ha cuestionado sobre el destino de ese dinero y no puede
darle una respuesta creíble, lo que los lleva a terminar en acaloradas
discusiones.
Sandra despierta esa mañana con una sensación extraña, y es extraño todo a su alrededor: despierta ya entrada la mañana, cosa que no va con su naturaleza inquieta, las cortinas están echadas cuando acostumbra dejarlas corridas para que la luz matinal entre a raudales por la ventana; pero lo más raro es que Rodolfo está abrazado a ella por la espalda, y eso le dificulta moverse. Toma a su esposo por la muñeca para apartarlo y nota el cuchillo que tiene en la mano. El miedo le arranca un potente grito. Arroja a un lado con fuerza la amenaza y se levanta como si un cohete a punto de explotar estuviera bajo su cuerpo. Rodolfo despierta al escuchar gritar a su esposa y sentir un golpe en su brazo.
-¿Qué ibas a
hacerme, maldito desgraciado? ¿Quieres matarme, es eso verdad?
Rodolfo no
entiende que es lo que dice su esposa, al levantarse se da cuenta de lo que
tiene en la mano. Y la servidumbre lo nota también.
Continuará…
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