Agua de borraja
Sorpresa
Frialdad e indiferencia, es lo que percibo de Rodolfo para conmigo. Dejo mi copa vacía. Estrecha la mano de Roberto, besa en la mejilla a Petra-Nelly. Para Sandra una mirada ¿tierna? ¿amorosa? acompañada de un beso en la mejilla casi rozando los labios. A mí solo me correspondió un desabrido “¿Qué tal te va Mavy?”, que sentí como una burla. Y de lejos. El asiento vacío, al lado de Sandra, estaba reservado para él. Vino, necesito otra copa. Estoy temblando, desconozco que está sucediendo, pero intuyo que no es bueno. Al menos para mí. ¡Ops! la botella está casi vacía. En el refrigerador debe haber otro. En lo que fui a la cocina y regresé, todos estaban acomodados en sus lugares a punto de comenzar a deleitar el paladar con una suave y bien sazonada carne a la parrilla, puré de esto, puré de aquello y verduras al vapor, y el inseparable vino tinto, siento que hay algo que me estoy perdiendo. Rodolfo luce elegante vistiendo pantalón casual en tono marrón y la camiseta polo color celeste. Ocupo mi lugar al lado de tía Petra-Nelly.
-Nos tienes
intrigados Sandra, ¿ya puedes decirnos a que viene tanto misterio? -la voz
firme de Roberto se hace escuchar. Mira a su amigo. ¿Rodolfo?
Los
arquitectos se miran uno al otro, una mirada que refleja complicidad. Otro nudo
en mi estómago. Nunca antes vi a Rodolfo inseguro, nervioso; la imagen de un
empleado mediocre que está a punto de perder su empleo ante el enfado de un
jefe demasiado exigente.
-Roberto, no
sé cómo empezar, -en verdad estaba nervioso, sus ojos viajan de Sandra a mis
tíos, para volver a posarse de nuevo en mi prima- les pido no malinterpreten
las cosas. –se moja la boca con un sorbo de vino, para tener el valor de hablar
o preparando las palabras que va a utilizar- Saben que me divorcié hace ya
algunos añitos, y que no he andado…de loco, -risita nerviosa, al ver que no
causa gracia a ninguno de los presentes, continúa- el asunto aquí es que
encontré una mujer con quien compartir la vida en común…
Mi corazón
late con toda su fuerza. Hoy Rodolfo les hará saber a mis tíos la relación que
sostenemos desde meses atrás. Hago un esfuerzo muy grande para controlar mi
emoción y no arrojarme a sus brazos. La emoción cierra mis ojos y oídos, estoy
tejiendo sueños. En unos instantes comprendo que son sueños vacíos, salidos de
la nada: veo a Rodolfo hincarse a los pies de Sandra, del bolsillo del pantalón
saca un estuche negro y lo abre, toma lo que haya dentro de él y lo muestra a
Sandra, ella solo mira, embelesada. Toma la mano de mi prima y coloca en uno de
sus dedos un anillo. Lo siguiente es la típica pregunta: “¿Quieres casarte
conmigo Sandra?”
La muy
infeliz se arroja a los brazos de Rodolfo como silenciosa respuesta.
Cerré el
puño olvidando que sostenía la copa, quebrando ésta. El filo del cristal me
ocasionó un corte en la palma de la mano. Apenas lo percibí, confundida, rota
como estaba al ver aquel anillo brillar en los dedos de Sandra. Una sencilla
argolla de oro blanco con incrustaciones de pedrería alrededor, que estaba
segura, era para mí. Encontré el diminuto estuche bajo su almohada una noche
que entré a su habitación para dejarle un detalle. No hizo mención de él en
ningún momento, imaginé que aguardaba la ocasión para darme la sorpresa.
Estúpida de mí. La nota estaba fechada unas dos semanas antes de nuestra
escapada. Advierto el gesto preocupado de Petra-Nelly y la dureza que emanó de
las palabras de Roberto. No van de acuerdo con los rostros felices de Sandra y
Rodolfo. ¿Está surtiendo efecto el alcohol en mí?
Mi “accidente” pasa desapercibido. A tientas, ya que la noticia ha nublado mi cabal razonamiento, recojo del suelo los pedazos de vidrio y los deposito en el cesto de basura que está en el jardín, luego mis pasos me llevan al baño más cercano. Echo el cerrojo, no sea que a alguien se le ocurra usarlo. Lavo mis manos con abundante shampoo al tiempo que las lágrimas escapan de mis ojos. Alguien grita mi nombre. Les digo que ya voy. Seco mis manos con papel, al parecer, el corte es superficial, apenas sangra ya. Paso sobre mi rostro el papel húmedo, intentando disimular la mirada llorosa.
Ocupo mi lugar al lado de mi queridísima tía Petra-Nelly. Va a servirse el postre.
- - - - o - - - -
El reclamo a Rodolfo
El sueño escapó de mis ojos, vueltas y vueltas en la cama hasta que por fin llegó el alba, nunca antes hube deseado tanto que amaneciera. No estoy enferma, mas sin embargo apenas tengo ganas de levantarme de la cama. Llamo a la empresa donde presto mis servicios como asistente directiva, y les dejo ir una mentirijilla blanca para justificar mi ausencia de ese día, bueno, ni tan mentirijilla, les hago saber del corte en la mano pero exagerándolo un poco; me comenta la jefa de personal que no hay problema y me desea pronta recuperación.
Mediodía en plenitud, es la hora más apropiada para apersonarme en la oficina de Rodolfo, sé que la persona encargada de la recepción ya ha salido a tomar el almuerzo. Al verme, la cara de Rodolfo se convierte en un poema que no sé traducir.
-¿Qué se
supone que haces aquí? ¿Cómo entraste?
El coraje
que llevo dentro me impide que me derrumbe en llanto. Tomo asiento en una
silla, quedando de frente a Rodolfo.
-Son dos
preguntas, primero respondo una: tú y yo necesitamos aclarar algunas cosas.
Segunda respuesta: tengo llaves de esta oficina, ¿acaso lo olvidaste? Dicho en
otras palabras, me dejaste fuera de tu vida y de tu casa, pero olvidaste
cambiar la cerradura de la oficina. Una gran paradoja.
Las
comisuras de su boca se curvan hacia arriba en una cínica sonrisa.
-Es
verdad…se me escapó ese pequeñísimo detalle.
-Por poco y
yo también lo olvido, pero anoche lo recordé, justo después del anuncio de tu
compromiso matrimonial…
-Ya…a eso
viniste…a rumiar tu dolor. –se recuesta en la silla y arroja el bolígrafo sobre
los papeles que hay en su escritorio.
-No me gusta
dejar círculos sin cerrar, -sonreí- necesito respuestas.- silencio esperando
que Rodolfo dijese algo, pero solo mantenía la vista fija en ella.- Tú y yo
forjamos una relación de pareja casi perfecta, también forjamos una sociedad
empresarial, -señala con la mano todo lo que hay en la habitación- incluso,
hablaste de comprar una casa.
Una carcajada
llena de burla estalla en el aire, cortando el silencio con violencia. Mavy la
siente como un cuchillo afilado traspasando su corazón.
-Una vida
empresarial….-recita las palabras como quien hace planes a futuro, luego hace
un amago de sonrisa- Sí. Adquirir una casa…también. Una relación de pareja
entre nosotros…-levanta el dedo índice y lo mueve de izquierda a derecha y
viceversa- no!!
El silencio
se instala de nuevo en esa habitación. Mavy, perpleja, no sabe qué contestar. Rodolfo
se levanta de su asiento y comienza a caminar lentamente por la oficina; a Mavy
se le eriza la piel al sentir a su espalda a Rodolfo y susurrarle al oído:
-Todo lo que
hice, a pesar de hacerlo contigo, nada es por ti ni para ti. Y sí, necesitas
saberlo, para que destruyas las ilusiones que forjaste en tu mente de
adolescente romántica.
La realidad
se presenta ante ella de forma cruel y dolorosa.
-Rodolfo, la
mitad de este -con el dedo índice señalo la habitación mientras busco con
rapidez en mi cerebro la palabra correcta para burlarme de él- emporio, -la
palabrita la confundo con emperador, empoderar, sufrí un poco, sí, pero al fin
la encontré- me pertenece. Te presté el dinero para completar la adquisición de
este cuchitril del que te sientes tan orgulloso, por lo que tienes dos alternativas:
me devuelves la cantidad exacta a la brevedad, o me instalo en la oficina y
tomo mi lugar de propietaria- otra vez contemplo su cara de poema
indescifrable.
Lo veo
acercarse con toda parsimonia a un archivador y extraer un folder que presenta
ante mis ojos. Se sienta en la orilla del escritorio, frente a mí. Comienzo a
leer. Estoy en un serio problema. Levanto la vista hacia él y veo el triunfo en
su mirada y una cínica sonrisa que me gustaría borrársela de los labios.
-Cómo puedes
darte cuenta, ni hay constancia de que me hayas dado dinero alguno, ni figuras
en el acta constitutiva de la empresa como socia. No tienes ni eres nada. Nada.
Me levanté, partí en dos los documentos y se los arrojé a la cara. No esperaba mi reacción. Veo cómo su rostro adquiere una tonalidad rosado intenso.
-Por fin te has quitado la máscara y agradezco verte tal cual eres. Afortunadamente, no es conmigo con quien vas a casarte.
Lo rocé
bruscamente al dirigirme hacia la puerta, me volví hacia él antes de salir.
-Devolverás lo
que me pertenece. Créeme.
Cierro con
suavidad la puerta tras de mí.
Continuará…
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