Al encuentro con el pasado


 







Capítulo XIII

Sentimientos a flor de piel


Conmoción. Creyó que el mundo estaba a sus pies y que basta estirar la mano para alcanzar lo que se desea. Recibe un doloroso revés. No supo qué contestar. Durante unos minutos el incómodo silencio se instaló entre ellos. Felipe con reproches flotando por su mente, Abigail tratando de ser convincente para lograr de nuevo el afecto de aquél.

-No has olvidado, ¿verdad? –era una afirmación más que una pregunta. Un encogimiento de hombros por parte de su antiguo amigo le dio la respuesta.

-Imaginé, más bien, tu comportamiento hacia mí me hizo pensar que aún me amas, que podríamos rescatar los sentimientos que tuvimos alguna vez y comenzar una vida en común.

Silencio.

-¿Qué sentías por mí Abigail?

No esperaba la pregunta, pensó durante unos minutos y al fin responde.

-Un afecto muy fuerte, algo que no sé como describirte…

-El afecto encierra sentimientos de varios tipos, el amor es otra cosa. –mira a su compañera, que permanece con el rostro inexpresivo.

-No fui responsable de lo que pasó hace años, lo sabes ¿no?

Felipe voltea y observa al resto de la gente.

-Abigail, Abigail, nunca fuiste responsable de nada, -la voz denota un tono burlón- el responsable, culpable de los acontecimientos fue Idelfonso. Seguro que él te obligó amagándote con un arma –con el dedo índice y pulgar hace la imagen de una pistola y se la lleva a la sien- para que levantaras esa calumnia en mi contra.

-No me hables en ese tono…

Una risa sonora pero a la vez discreta sale de la boca de Felipe.

-Dime Abigail, ¿de quién fue la idea de quitarme de en medio?

La mujer bajó la mirada.

-Tenías días de evitarme, y te vi abordando el auto de Idelfonso días antes de la acusación. –Calló unos instantes dando oportunidad a su interlocutora de apelar argumentos a su favor.- Salí por la puerta de atrás como un ladrón, sin oportunidad de defenderme. Un acosador en potencia. Qué ironía. Ahora que recuerdo, -se toca la punta de la nariz con el dedo índice- tú me sembraste la idea de hacer algo muy semejante. Por lo que estoy seguro que quien planeó mi expulsión fuiste tú, Idelfonso solo fue un instrumento en tus manos. Al menos los directivos se apiadaron de mí y me expidieron un kárdex respetando mis calificaciones. Perdí un tiempo precioso buscando otra universidad para terminar mis estudios. Tu comportamiento hacia mi persona dejó clarísimo tus intenciones, lo único realmente importante para ti era sacar la máxima nota para no perder tu beca. -la sorpresa se dibuja en el rostro de Abigail, ese aspecto de su vida estudiantil lo mantuvo lo más cerrado posible, se presentaba a realizar sus trámites en horas que sabía que a los demás compañeros se les complicaba acudir por sus ocupaciones. Guarda silencio, y un sentimiento oscuro se apodera de sus sentidos: pensamientos, sentimientos, palabras.- ¿Qué? –la pregunta brota de sus labios en tono provocativo- ¿Pensaste que nos tragábamos tu apariencia de chica de mundo, cuando en realidad te escapaste de un ejido perdido entre corrales de engorda de ganado, en un municipio olvidado por el mismísimo Dios? Nunca nadie te lo restregó en plena cara, aunque yo sé de unos cuantos a quienes les hubiera encantado arrancarte la máscara frente a todos, pero decidieron no mancharse las manos por tan poco. Tuvieron consideración y respeto por ti, a pesar que nunca te lo ganaste.

Felipe observaba a la mujer tragar saliva. Por un rato el silencio los acompañó.

-Si tanto resentimiento te inspiro, ¿por qué fingiste que nuestro pasado quedó atrás y continuaste la amistad como si nada?

Felipe da un trago a su café, le hace señas a la camarera para que le sirva otro. Espera a que se retire para responder a la pregunta.

-No es resentimiento, odio mucho menos; pero necesitaba cerrar viejas heridas. Y porque hay algo muy importante que debes saber tú.

Muy en el fondo de su corazón, Abigail deseaba que ese algo importante estuviera relacionado con ella.

-Voy a casarme dentro de unas semanas Abigail. –La mira fijamente.- Se entiende que esta merienda será la última que compartamos. Me voy tranquilo, no hay sentimientos ni deseos negativos hacia ti en lo que a mí respecta. En verdad, disfruté tu compañía este tiempo, me transportó a un pasado feliz, pero mi presente lo es aún más. 

Abigail se quebró. Discretamente empezó a sollozar.

-Maldito mentiroso. –A Felipe no le pasa inadvertido el odio que desprende la mirada de su interlocutora.- Es tu venganza, ¿cierto? Te comportaste como el enamorado que fuiste, y ahora que estoy dispuesta a compartir mi vida contigo, confiesas que estás a punto de casarte. Que decepción!

-No miento Abigail. –Detiene en el femenino rostro su mirada durante algunos segundos, sin saber que espera encontrar en ella- Y nunca te di motivos para pensar que tendríamos una vida en común. 

La mujer saca de su bolso un paquete de pañuelos desechables, toma uno y se seca el rostro. Ya lista toma su bolso y sin decir palabra se levanta ante la sorpresa de Felipe.

-Abigail, espera…

Ya no lo escucha, se dirige a la salida a toda prisa. Felipe se toma su tiempo, como si estuviese esperando a alguien. Se lleva el café a los labios, pero no lo bebe al notarlo frío. Cubre la cuenta y sale al exterior, le sienta bien sentir el aire fresco en su rostro. En el estacionamiento lo espera Abigail, brazos cruzados, sentada sobre el motor del auto.

-He olvidado que llegamos en tu auto. ¿Te importaría acercarme al punto?

Por toda respuesta, Felipe quita el seguro a distancia del auto. Le hace una seña para que suba y él ocupa el asiento del piloto. Ella permanece fuera esperando que él sea caballero y le abra la puerta, Felipe enciende el motor, con lo que Abigail comprende que no se bajará para hacerla sentir una dama, como años atrás.

El viaje inicia en silencio, el celular de Felipe comienza a sonar.

-Hey, ¿cómo estás? Sí ya voy a casa, -Felipe escucha con atención a la persona al otro lado de la línea, sonríe, esa sonrisa la vio muchas veces aunque nunca le prestó atención, para ella era una sonrisa anodina, como cualquier otra. Aunque es un susurro, Abigail distingue una voz femenina, y los celos son malos consejeros. La carretera no está tan concurrida como otras veces, en el sentido contrario se acerca un camión de doble remolque. Sin pensarlo siquiera, toma el volante e intenta arrebatárselo a Felipe.

-¿Qué haces Abigail? –grita sin importarle que Ana Minerva escuche. –Estás loca, sueltaaaaa! –el sonido ensordecedor de un claxon se hace oír repetidas veces con potencia.

-Felipe, Felipe, ¿qué pasa? Felipe…

Gritos, chirriar de neumáticos y un golpe seco es lo último que Ana Minerva escucha.


Continuará...

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