Al encuentro con el pasado

 








Capítulo XII

Decisiones 


Ana Minerva no pregunta el motivo del aplazamiento de su ya decidido matrimonio. Algo dentro de ella le pide sea paciente. Está segura del amor de Felipe hacia ella, se lo ha demostrado. Sale de la papelería a donde fue para abastecerse de material que necesita, y en el estacionamiento, una jovencita que no pasaría de los 17 años, abrió la puerta de su automóvil y se introdujo en el asiento del piloto, sonreía, intercambia unas palabras con el copiloto y enciende el vehiculo. Es entonces que recuerda aquella cabellera rizada al volante de un automóvil, semanas antes. probablemente sea la misma que vio años atrás, al salir de una agencia del ministerio público.

 

Abigail desde hace tiempo nota la mirada cargada de coraje de su esposo. El silencio en que se encierra es indicador de que algo trama. Durante el desayuno, Idelfonso deja caer, como un manto de fina seda, su retahíla de ofensas a Abigail.  

-Luces esplendorosa con ese atuendo, estoy seguro que saldrás de cacería, ¿verdad? –da un trago a su café, luego lanza una mirada llena de sarcasmo a su mujer. 

Los latidos del corazón de Abigail son tan fuertes, que teme por un momento que los escuche Idelfonso.

-¿Cacería? No sé a qué te refieres –intentó sonar lo más natural posible, pero al fin zorro viejo, Idelfonso ha notado un cambio muy sutil en su esposa, por experiencia sabe cuál es el motivo, y es una ofensa a su persona, (pero más que nada a su ego), que no está dispuesto a pasar por alto.

-Mira Abigail, no soy tonto, y aparte de estos ojos –los señala con el dedo índice- tengo otros por todas partes. Ja, ja, ja. ¿Habrá escuchado alguna vez decir que la mafia tiene ojos, oídos y manos por todas partes, no?

-¿Estás tratando de decirme que eres un mafioso?

La risa burlona de Idelfonso la saca de quicio.

-Nada de eso mi amada esposa. Lo digo para que cuides tus pasos. La gente es muy dada a hablar sin fundamentos. Y eso provoca tragedias. ¿Lo sabes, no? –se levanta la silla, se acerca a la mujer y durante unos minutos permanece en silencio frente a ella. Abigail siente que la tela de la blusa se le pega a la espalda, está sudando. Idelfonso toma el rostro femenino entre sus manos, la mira a los ojos durante unos segundos, tiempo que a la mujer le pareció una eternidad, para luego darle un beso en la frente. Se marcha. Nota que está temblando, aunque se niega a ver la realidad, sabe que Idelfonso tiene el control absoluto sobre ella. Cierra los puños tan fuerte, que siente las uñas clavarse en la palma de las manos. Se muerde el labio inferior para evitar llorar.


A pesar de las advertencias de Idelfonso, Abigail continúa en contacto con Felipe por medio de mensajes. Quedaban para comer una que otra vez. Recordando las palabras de su marido, le pedía a Felipe que llegara cada uno por su cuenta y escogía lugares donde no los conocieran. Era una situación cansada, pero la compañía de Felipe bien valía correr el riesgo.


Nunca mintió. Felipe necesita saber que sentimientos alberga hacia esa mujer, aunque tiene presente la falsedad que rodea la vida de su amiga. Tiene que estudiar el asunto desde todas las perspectivas, no quiere lastimar a quien ha demostrado ser en verdad una amiga incondicional, y no, no desea dejar escapar el amor verdadero ahora que lo ha encontrado.

-Felipe, -la voz melosa de la mujer le trae recuerdos a flote, ligeramente sacude la cabeza, como si con ese gesto lograra espantarlos- he tomado una decisión, y requiero contar con tu apoyo para seguir adelante.

Por un momento a Felipe le invade el desconcierto, ¿Abigail requiriendo de su apoyo? En años pasados, cuando él se desvivía por complacerla, ella le paró los pies y no de maneras muy finas.

-Depende que clase de apoyo necesites, si es algo que esté en mi mano…

Abigail recorrió el lugar con la mirada, para después perderse unos segundos en algún punto del horizonte. Al regresar del viaje imaginario, tomó las manos de Felipe entre las suyas; desconcertado quiso zafarse del gesto, la mujer aumentó la presión para retenerlo.

-Decidí que voy a divorciarme de Idelfonso. Estaré libre para comenzar nuestra vida juntos. –el sonrojo inundó el pálido rostro de la mujer, se avergonzó de realizar esa petición.

Un cubetazo de agua helada lo recupera de la cabeza a los pies. No esperaba que Abigail quisiera ser ahora parte de su vida. Libera con suavidad sus manos.

-Abigail… ¿te escuchas lo que estás diciendo?

Encuentra la mirada de Felipe, no hay rastro de los sentimientos que irradiaban antaño para ella.

-Creí que ahora tú y yo…quiero decir…

-Tú y yo nada Abigail, -su voz era firme, sin dudas ni titubeos- solo somos viejos conocidos que se han reencontrado luego de años de no verse. Me da gusto verte, sí, y saber que como ser humano estás bien, pero más no puede existir entre nosotros. Ya no. Nuestro momento ha pasado.


Continuará...


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