Al encuentro con el pasado









 



Capítulo X

Abigail: inquietud

Excede el límite de velocidad, pero no hay tiempo que perder. Nunca antes hubo necesitado llegar a tiempo a un sitio, se dio el lujo de hacer esperar a muchas personas, pero a la más importante de su vida no iba hacerla esperar. Ya no. No previó que durante su recorrido los obstáculos estarían presentes. En la carretera el tráfico se movía a vuelta de rueda.

-Pero que pasa, por qué el trafico avanza de manera lenta? –ladea la cabeza hacia la derecha, luego saca la cabeza por la ventanilla en un esfuerzo de saber el por qué de tanta lentitud.

Golpea levemente el volante en un claro gesto de desesperación.


Felipe: un ciclo que se cierra

Los fleteros no tardaron ni cinco minutos en cargar los pocos enseres domésticos que había, la nostalgia se hace a cada minuto más pesada, una parte de él se niega a irse; los fleteros le indican que ya todo está listo, les indica que se adelanten y el los seguirá. Vuelve a subir a las habitaciones, a despedirse del inmueble. ¡Rayos, despedirme de una casa, debo estar loco de remate! En esa casita vivió su duelo al ser desterrado por Abigail de su vida. Fue testigo de sus frustraciones, su llanto y lamentaciones. Pero todo ha pasado. La situación tuvo su lado edificante: sufrió, aprendió y superó la crisis.

Ahora está listo para otra oportunidad. Una última mirada a las casas vecinas, del frente y las del patio trasero. Se lleva sus voces, situaciones y sensaciones. Cierra la puerta con llave. Emprende el camino detrás de la mudanza.   

 

Abigail: la terrible verdad

Sus manos sobre el volante. Golpea suavemente con los pulgares en señal de desesperación. Tranquila, la casa de Felipe no se moverá. Teme equivocarse, una mujer preparada como ella se cerciora de hacer las cosas bien para evitar el derroche de recursos. Enseñanza de Idelfonso. La perturbación se apodera de ella solo de pensar en ese hombre odioso. Todo el encanto que derrochó el catedrático cuando se conocieron y durante la fase del noviazgo se esfumó una vez casados.

-No tienes motivo para pedirme dinero si tú trabajas. –le hubo dicho su flamante esposo- Mi obligación es proporcionarte techo y comida, pero en cuanto a tus necesidades o tus caprichos, que son muchos y caros, -arrastró esta última palabra, que si era posible restregársela a Abigail en pleno rostro, le ocasionaría daño.- tu misma debes hacerte cargo.

Infiel. Un hombre atractivo, y ella se llenaba de orgullo al saberse la elegida por él. Más desde el inicio de su matrimonio, notó la presencia de terceras mujeres jugando en un jardín que solo es para dos personas.

Controlador. Derivado de esta situación, Abigail descubrió una faceta más oscura del carácter de su esposo: le gustaba ejercer control sobre los demás, y si ella en su persona no permitía ese control, la maltrataba de manera verbal y psicológica. Nunca llegaría un golpe de su parte, no. Idelfonso era demasiado calculador y astuto, sabía cómo hacer las cosas para salir indemne de la situación.

Avaro. No permitía que Abigail lo acompañara a hacer la compra de la despensa porque le molestaba tener que pagar los antojos de la mujer. Si necesitaba que ella lo apoyara en realizar alguna compra, le dejaba el dinero justo. La “nueva señora Treviño” ejercía su profesión de arquitecta para costearse sus gastos, trabajando por temporadas para atender su casa y a su exigente esposo, razón por la que no disponía de efectivo durante meses ni en las cantidades que quisiera recibir.

Cruel. Aprendió a base de enfado e impotencia que si necesitaba o quería hacer o tener algo, debía ser a escondidas. Mintiendo. Y que Idelfonso no se diera cuenta porque los problemas venían de forma gratuita. Por este comportamiento de su esposo, Abigail perdió oportunidades de trabajo, se vio obligada a darse de baja en cursos y seminarios que requería cursar. Le controlaba el tiempo que pasaba fuera, de hecho Abigail notó una manía de su esposo para verificar que ella estuviera en casa: le llamaba cada cierto tiempo para pedirle que le pasara datos de documentos o agendas que él tenía en su despacho. Así se aseguraba de que ella permaneciera en el hogar en su ausencia. 

En ese momento Abigail supo que no era fácil la convivencia al lado de Idelfonso; por lo que los planes de vida que tuvo para con él ya no eran viables. Pero estaba recién casada, debía esperar un año para solicitar el divorcio. Y debía ahorrar hasta el mínimo centavo, pues con un hombre de la talla de Idelfonso nada era sencillo. 


Continuará...

Obra bajo Licencia Creative Commons

Attribution-NonCommercial-NoDerivatives

4.0 International License










Comentarios