Al encuentro con el pasado


 










Capítulo IX

Ana Minerva: una llamada inesperada


¿Teléfonos de emergencia?

De todo lo que le dijo la operadora, entendió dos cosas: una, se trata de Felipe, ha sufrido un accidente de tráfico. Dos, su teléfono particular aún permanece entre sus contactos de emergencia. No sabe si esto es ventaja o representa algún problema para ella, después de la forma en que terminó su relación laboral y personal.


Los aparatos no dejan de emitir ese sonido beep, beep, beep…Felipe está en un apacible sueño. Conmoción. Los doctores  no encuentran daño grave en el cerebro ni fractura craneal. Se recuperará. No son más específicos en cuanto al factor tiempo. Hay que esperar la recuperación.

Ana Minerva dormita en un silloncito frente a la sombra de un hombre que ya no es quien fue: ha ganado peso, círculos oscuros bajo sus ojos dejan en evidencia su falta de sueño. El cabello crecido más de lo normal y las canas sin cubrir, indican que ha descuidado su apariencia. E intuye cual es el motivo. El mismo por el cual ella se mantuvo en pie.

Siente una presencia, una mujer mayor pero con aspecto pulcro y elegante le sonríe con amabilidad, como si la conociera de toda la vida. Ana Minerva se levanta, imagina que le tenderá la mano en señal de saludo,  pero en lugar de eso, la mujer la abraza, y escucha un “gracias” de sus labios.

-Gracias por no dejar solo a mi hijo en estos momentos. Por esperarme, sé que debes tener muchas cosas que hacer y…

La conmovió el agradecimiento de la mujer.

-Felipe fue mi jefe, -desconoce si la señora que le agradece sabe quién es ella, por lo que opta decirle verdades a oscuras- hace tiempo que no tenía contacto con él, más mi teléfono sigue en su agenda, por eso me enteré del percance… 

 

La recuperación fue más pronto de lo esperado.

Felipe, avergonzado al principio, agradeció a Ana Minerva los cuidados prodigados a su persona durante el tiempo que convaleció. Por parte de ella, nunca hubo alusión a acontecimientos pasados, cosa que Felipe agradece.

En sus ratos de silencio, aprendió a valorar la vida, y la amistad. Se alegra de tener cerca a su amiga de siempre, le duele reconocer que al alejarla de él, un vacío se instaló en su vida. No lo sintió en ese momento, la alucinación pasajera de una cara bonita y un cuerpo joven y deseable le nublaron la razón.  

A la madre de Felipe nunca le contaron el pasado gris de ambos, y ella influyó mucho en las decisiones que su hijo estaba por tomar.

Felipe ignoraba si Ana Minerva aún seguía enamorada de él. La consideró atractiva, buen cuerpo, imagen ejecutiva, personalidad que generaba respeto y sabía comportarse según la ocasión. La apreciaba, y mucho, pero no era el tipo que físicamente le atrajera. En primer lugar, porque ya no derrochaba juventud, él dentro de poco terminaría la cuarta década y su debilidad eran las chicas recién salidas de la adolescencia, lo más 25 años. Ana Minerva tenía 42, y a pesar de demostrarle su respaldo incondicional, su amistad sincera y un amor maduro, no fueron atributos suficientes ni con la suficiente fuerza para traspasar al territorio del amor.

-Este accidente no es para pasar desapercibido. Significa algo en mi vida. Quizá se me está dando otra oportunidad para que vea con otra perspectiva lo que tengo enfrente, y no lo que me gustaría que fuera, que al final se volvió nada.

 

Aprovecharía esa nueva oportunidad. 


Continuará...


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