Al encuentro con el pasado
Capítulo III
Felipe (años atrás)
7:00 de la tarde de un día de diciembre…
Aparca el auto en el estacionamiento de siempre, cerca de la facultad de arquitectura; durante algunos segundos Felipe contempla su imagen en el vidrio de la ventanilla, se sacude de los brazos y pecho un polvo imaginario, pasa los dedos entre el cabello de las sienes para acomodarlo, y tira con suavidad de la solapa de su nuevo e impoluto traje recién adquirido y estrenado. Su mano se desliza al bolsillo derecho del saco, para asegurarse que un pequeño estuche de plástico está ahí, aguardando el momento de ser entregado. Camina nervioso por los pasillos de la facultad; aún faltan cuarenta minutos para dar inicio al ciclo de exámenes finales. Entra al aula donde ya están presentes algunos compañeros, pero Abigail no está. Es raro, pues ella acostumbra ser una de las primeras alumnas en llegar. Luego de repartir sonrisas, saludos y besos, toma su lugar e intenta estudiar. La concentración no está hoy de su parte. Su entendimiento no logra dominar la materia. La resistencia de materiales, incluyendo hipótesis y ecuaciones, se resiste a ser entendida por él. Está distraído, nervioso. Y es normal. Es la doble naturaleza del amor: reaviva pero también aletarga los sentidos.
Las letras y ecuaciones se deslizan por sus
ojos y apenas las nota. Levanta la vista y observa al engreído maestro de
geometría sonreír de manera seductora a alguna ilusa que espera obtener la
calificación de pase. Payaso. Era el calificativo que Felipe encontró más
adecuado para él. Siempre le pareció que utilizaba su imagen de hombre
influyente para llamar la atención de las mujeres, pues en su opinión personal,
era un hombre vacío, tuvo la oportunidad algunas veces de escuchar sus
conversaciones con otros compañeros fuera de clase, las cuales eran insulsas y
superfluas, carentes de sentido y hasta de lógica. En fin…pobre de la conquista
en turno. Mira el reloj, Abigail ya ha tardado demasiado y no es común en ella,
preocupado, cierra su cuaderno y se levanta para ir a telefonear a su amiga, no
sea que haya tenido algún inconveniente. Apenas ha dado dos pasos y se detiene:
Abigail es la ilusa que conversa con el payaso; eso significa que la
conversación ya tenía rato; solo que todo ese tiempo, la joven estuvo fuera de
su campo visual. Se le encoge el estómago al ver la mirada brillante y las
emociones que Abigail muestra a flor de piel. Nunca antes la vio tan contenta.
Conoce bien la sensación que lo embarga: celos. Inmóvil en el umbral de la
puerta, siente como los compañeros se abren paso a empujones para entrar al
salón; al tiempo que Abigail y el maestro payaso se dirigen fuera del campus.
Quemándose por dentro con el hervor del sentimiento herido, va tras ellos, un
grupito de chicas le cierran el paso solicitando indicaciones de cómo llegar a
la coordinación de la facultad, información que les proporciona mientras
procura no perder de vista su objetivo. En cuanto logra llegar a la calle, no
halla rastro de la pareja. Maldice en voz baja y regresa al salón.
Finaliza el examen y las consiguientes
clases sin la presencia de Abigail.
Continuará...
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