Al encuentro con el pasado
Capitulo II
Felipe
Nunca le ha gustado la sensación que provoca cambiar de domicilio. Es una mezcla de ¿nostalgia? ¿Melancolía? Y tristeza. El mirar las paredes desnudas de detalles que en su momento fueron colocados con entusiasmo, la sensación de soledad y abandono que se anida en cada rincón de las habitaciones donde hasta hace unos pocos días el fluir de la vida los mantenía vivos. Lo más doloroso de todo era el silencio, que es semejante a traer en la espalda una losa de concreto, que con cada recuerdo va adquiriendo más y más peso.
Habla en voz alta, para sí, como despidiéndose de aquella casa, que ya
sin muebles dentro, bueno, solo queda un pequeño sofá, algunas cajas de cartón
conteniendo sus pertenencias y un cesto con la ropa sucia que acaba de
cambiarse y artículos de baño, que no cupieron en la mudanza y por lo tanto
hubo que dejarlos para el segundo y último traslado a su nuevo hogar, es ahora
un cascarón vacío.
Sube a la planta alta y observa por las ventanas de la parte trasera, no
hay mucho que ver: los patios de sus vecinos lleno de trastajos viejos e
inútiles para su gusto, ocasiona que se pregunte por qué a la gente le encanta
tener el espacio ocupado por cosas que ya no les sirven o que simplemente ya terminó
su utilidad. Son objetos que ocupan espacio que puede ser destinado para otros
enseres, o modificación de estancias, o ahuyentar energías estancadas que no
hacen nada bien al ser humano. El perro huskey de sus vecinos, colindantes justo
detrás de la casa que ahora entrega, lo mira con hostilidad, nunca le cayó bien
el perro ni él al perro, antipatía mutua. Mientras fue responsable de la casa,
los patios mostraron un aspecto pulcro, oliendo a fresco limpiador en cada
lavada. La ausencia de cacharros se hace notar en el patio trasero, solo luce
un cuadro de tierra yerma donde alguna vez, encantado por el aroma de albahaca
que inunda el aire, se dio el tiempo de conseguir semillas de la planta,
remover la tierra, echarlas y regarlas con frecuencia, con la esperanza de que
florecieran y despidieran a toda hora ese olor tan agradable a las fosas
nasales. La semilla nunca germinó. Pero aun con todo lo bueno, lo malo y lo desagradable,
sabe que echará en falta ese ambiente.
La mudanza tarda para llegar. A las 10:00 de la mañana le dijeron que
estaría arribando a su puerta, comprueba la hora en el teléfono celular y
apenas son las 8:45. Le queda una hora quince minutos para despedirse para
siempre de aquel lugar. No le gusta alargar lo que es urgente terminar. Se tira
con desgana sobre el sofá y comienza a ver la lista de sus contactos en el
WhatsApp. Ya lo tengo saturado, necesito depurar los que no necesito, los que ya
no tengo contacto y los posibles clientes con lo que nunca se llegó a cerrar el
trato. Dejar solo los números más frecuentes.
Su vista se detiene en una fotografía que no había visto.
No me agrada lo que veo en esta foto, el rostro de mi amiga rezuma tristeza, amargura, algo no marcha bien en su vida. ¿Dónde quedó aquella mujer lozana, llena de vitalidad, que con el poder y seguridad que le da el estar enamorada y ser correspondida, se come el mundo a grandes bocanadas?
Detuve mis quehaceres, oh sí, aquella foto detuvo mi tiempo y absorbió
el espacio en blanco de mis recuerdos: el rostro apenas maquillado, con su
larga melena castaña rizada recogida a la despreocupé en una sencilla coleta,
vestida con jeans y camisetas de algodón. Risueña.
Me dejo caer sobre el respaldo de mi mullido sofá, detenidamente observo que no se ha cubierto la raíz del cabello, su tinte ya está muy deslavado, detalle que ella nunca pasaba por alto. Tez demacrada, sin gota de maquillaje, sin sonrisa, su luz se apagó. No así su compañero, marido, concubino, no lo sé, no es una expresión de felicidad, no, es una forzada mueca en un intento de mostrar al mundo una relación perfecta.
Sentados en la sala de su casa, porque imagino que es así; rodeados de pinturas que aunque llamativas, no pasan de ser obras de algún aficionado, adornos para hacer su estancia más confortable, en algún momento decide él, porque es él quien aparece en primer cuadro y la mujer detrás, tomar aquella selfie, ¿qué le estaría rondando por la cabeza?
Echo mi cabeza hacia atrás y una fuerte corriente de recuerdos me
arrastra al fondo de un mar de aguas turbias, a donde no quiero regresar.
Continuará...
Obra bajo Licencia Creative Commons
Attribution-NonCommercial-NoDerivatives
4.0 International License
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!