Al encuentro con el pasado
Capitulo I
Arq. Idelfonso Treviño
El espejo le regresa la imagen de un triunfador, de alguien que tiene
todo lo necesario para ser feliz. Su rostro no demuestra los 58 años que lleva
a cuestas, la alimentación que tanto cuida, el ejercicio y las horas de terapia
en el spa, aunado a su buen gusto en el vestir, juegan a su favor otorgándole
una envidiable salud y apariencia física. Piel morena clara, ojos del color de
una uva sin piel; al sonreír muestra unos dientes perfectos, excelente trabajo
de un carísimo cirujano dentista, su cabello apenas deja ver unas cuantas
canas, que además de acentuar su atractivo, aportan una elegancia que cautiva a
las féminas.
-Fonsy, Fonsy, -dice para sus adentros, consiente de su atractivo y de
las reacciones que causa entre el sexo opuesto- despiertas envidia entre los
jóvenes, ya quisieran tus alumnos tener la imagen que tienes a tus casi 60
años… -pasando los dedos entre el sedoso cabello, nota que el botón del puño
izquierdo de su impecable camisa está por caer, niega con la cabeza y sale del
baño.
-Abigail…
Los dedos de ella marcan y marcan teclas en el aparato celular, por lo
que apenas presta atención a su marido.
-Dime.
Educadamente, Idelfonso retira el aparato de manos de su esposa.
Necesita que centre en él su atención. Levanta su brazo izquierdo de manera que
el botón flojo quede a la vista de Abby, quien responde con un encogimiento de
hombros.
-Es el botón izquierdo. –contesta con toda naturalidad la mujer.
Fonsy pone los ojos en blanco.
-Sí Abby, ya sé que es el botón izquierdo, -su voz denota que comienza a
perder la paciencia- ¿notas en qué estado se encuentra?
-…Un poco flojo, -responde, después de unos momentos de silencio,
actitud que saca de quicio a Fonsy.
-¿Un poco??? –exclama con exageración y alzando la voz- Por Dios
Abigail, si está a punto de caerse…
-Espera, espera, lo puedo arreglar…-presurosa va al cajón de la mesilla
de noche y extrae una cajita de madera- aquí tengo hilo y aguja…en un minuto lo
tengo listo. Con manos temblorosas logra insertar el hilo en la aguja y dar
varias puntadas al botón, evita mirar a Fonsy, ya bastante estresante es tener esa
mirada llena de enfado sobre cada uno de sus movimientos. Como respuesta
instintiva e inconsciente, logra apartarse a tiempo, evitando así que el puño
de Fonsy se estrelle en su rostro.
-¡Auch! Ten cuidado con lo que
haces, ¡me pinchaste! –Abby no es capaz de articular palabra, lo mira con ojos
abiertos como platos, está segura de que no hubo tal pinchazo- Mi ropa y
accesorios deben estar siempre –marcó comillas imaginarias con los dedos- en
buen estado. Y los zapatos limpios y boleados. Caramba, no trabajas, no hay
niños en esta casa, por lo que no tienes excusa para no hacer a tiempo y bien
las cosas. –arranca el sobrante de hilo y lo arroja al suelo. Le dedica una
última mirada cargada de ira a su esposa y sale de la habitación.
Abby permanece de pie hasta que escucha cerrarse con violencia la puerta
principal. Se acerca a la ventana y ve el auto salir de casa. Se sienta sobre
la cama, las lágrimas a punto de brotar de sus ojos. Se muerde con fuerza los
labios para contenerse y no llorar. Los tres años que lleva de casada con Idelfonso
han estado llenos de recriminaciones por no hacer las cosas según su
instructivo: marcar un punto por aquí, una coma por allá, puntos suspensivos
acullá; ha soportado, sin tener ni un mínimo de responsabilidad, alguno que
otro contacto físico por parte de su esposo cuando éste no logra salirse con la
suya y llega a casa y encuentra las cosas hechas según el obrar y pensar
femenino. Cada vez que riñe con Fonsy, o que él se porta mal con ella, su
consuelo es el único anillo que luce en su dedo central izquierdo. Un anillo
ordenado por internet, de acero inoxidable, color plata, con diseño de diamante
de imitación.
En momentos como este, valora lo que tuvo y dejó ir. La sedujo el brillo
monetario y de los diamantes. Bueno, ya querría ella que Fonsy le hubiera obsequiado
una zirconia, como mínimo. Pero ni eso. Ni una sola joya. Los accesorios que
adornan su vestuario y resaltan su apariencia son solo bisutería barata. Del cajón
de la mesilla extrae su cartera y del compartimiento oculto saca un papelito
color rosa fiuscha, lo abre y una sonrisa se dibuja en su rostro. Luego de contemplar
su contenido algunos minutos, dobla cuidadosamente el diminuto papel y lo regresa
al lugar que ocupa en su cartera. Los dobleces están tan marcados que parece
que en cualquier momento se desprenderán en pedazos. Ir o no ir. Decisiones.
Había que tomarlas ya. Se equivocó al elegir, ahora lo sabía. No, no, no. Hay
que ser sincera consigo misma: siempre lo supo. Idelfonso feliz asediado por bellas mujeres. Y cuando ellas no lo asedian,
es él quien se encarga de acosarlas y hacerlas caer en su ardiente fantasía. Idelfonso
y su carácter algo más que fuerte. Idelfonso cuidando sus intereses
profesionales pero sobre todo los económicos. Que levante la mano quien no haya
tomado tango por mango alguna vez. Pero siempre hay opción de volver los pasos
y hacer las cosas bien.
Toma las llaves de su auto, su cartera, y con paso firme va al encuentro
con su pasado.
Continuará...
Obra bajo Licencia Creative Commons
Attribution-NonCommercial-NoDerivatives
4.0
International License
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bien recibidos. Nos leemos pronto!!!