El Todopoderoso


 







Evidentemente desesperado, Carlos intenta convencer de su teoría a Esperpento, quien no le presta demasiada atención. Para el detective ya el caso está cerrado, tiene a su asesino entre rejas, no hay nada más que hacer.

-Escuche, detective Ramírez, mi esposa me sorprendió empacando mis cosas y empezó la discusión, traté de explicarle las cosas pero ella es corta de entendederas –con el dedo índice se da ligeros toquecitos en la sien derecha- por lo que me marché solo con lo puesto. Ella se quedó chillando y gritando. Al día siguiente por la mañana regresé para hablar bien las cosas, pero la vi subirse a un taxi, imaginé que volvería más tarde, por lo que me fui a mi trabajo y volví por la noche.

-¿Y Melanie estaba en casa? ¿Lograron hablar?

Carlos bailó los ojos de una lado hacia otro.

-La verdad…no. Yo…me instalé en la habitación contigua, lo que menos quería era que mi esposa volviera a gritarme e insultarme.

Esperpento alzó las cejas en un gesto cómico. Apoyó los codos en el escritorio y entrelazó las manos, colocó su barbilla sobre ellas.

-Te insultó.

-Me llamó haragán desocupado, artistilla mediocre…, es que yo pinto, ¿sabe? –el rubor cubre sus mejillas- aunque no he podido colocar en venta ninguna de mis creaciones.

-¿Y qué es lo que pintas? ¿Retratos, paisajes, frutas…?

-Mujeres en poca ropa…amigas mías, que me deben algún favorcillo y en vez de cobrarles en efectivo les propongo posar para mi pincel.

Otra vez el silbido agudo que lastima los tímpanos de Carlos.

-Los vecinos afirman que amenazaste a Melanie con lastimarla si se interponía en tus planes…

Un silencio.

-Son cosas que se dicen para que la mujer te deje en paz. Nunca tuve la intención de hacerle daño.

-Ya. Pero cuando te enteraste de que Adela te pintó los cuernotes enloqueciste y la mataste…

-No, no, no. Comenzaríamos una vida lejos de aquí los tres, ella nuestro hijo y yo. Yo me moría por ser padre ¿sabe? Y Melanie se embarazaba con dificultad, y al poco tiempo sufría de abortos espontáneos. Con ella nunca engendraría hijos…

-Adela te trabajó bien, de eso no hay duda…te endosó al hijo de solo ella sabe quién, y tú, sintiéndote el nuevo Mesías, aceptaste la cruz con harto gozo.

El rostro de Carlos cambió al color de la grana, guardó silencio. Recordó aquel refrán que años atrás escuchara repetidamente en las conversaciones: “la cabra siempre tira al monte”. Sabía que Adela no le era fiel al ciento por cien, pero eso de achacarle el hijo de otro…eso era mala leche.

Continuará...

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