El Todopoderoso
Camina de un lado a otro de la celda, en determinado momento alguien se burla con la frase “ya párale compita, vas a hacer pozo con tus pisadas” y unas risitas burlonas se dejaron de escuchar. Mira a sus vecinos de enfrente con ojos asesinos, los susodichos murmuran entre ellos y se encuentran burlándose del “nuevo”.
Desesperación. Impotencia. Encerrado y sin poder demostrar su inocencia. Familiares ya están avisados, más no hay acercamiento hacia él. Reconoce que el único apoyo que tuvo en la vida fue el que le brindó Melanie, su esposa. Siempre estuvo incondicionalmente para él, después de todo, de eso va el matrimonio, ¿o no? Pero han pasado varios días y Melanie no ha hecho acto de presencia. Debe estar enojada por la última discusión, pero ya se le pasará.
Se sienta en el camastro, ignorando las pullas de los de enfrente. Cae en profundo sueño.
Siente unas manos que con suavidad lo despojan de su ropa y calzado. Un ligero estremecimiento se hace presente al sentir el aire frio de la habitacion. En cuestión de segundos se siente arropado de nuevo: pantalón, camisa, siente como le toman una a una sus manos y las presionan contra un objeto metálico y frío. Luego…todo es quietud y silencio.
-¡¡No!! –se despierta con brusquedad, el guardia se ha asomado y lo mira con enfado, sus vecinos del frente esbozan una mueca cruel y escucha un comentario burlón “compi, parece que hayas visto al diablo, si pudieras verte la cara que traes”. Rompen el silencio a carcajadas chillonas.- Guardia, Guardia!! –grita con deseo.
-Cierra el pico, ya te oí. ¿Qué quieres?
-Teniente, comandante, quien me estuvo haciendo preguntas hace un rato, necesito hablar con él.
El celador lo mira unos segundos con recelo. Le avisaré a ver qué me dice.
-Mi esposa me tendió una trampa, fue ella quien mató a Adela.
Esperpento o detective Ramírez, si lo ha escuchado, no lo demuestra. Entabla una batalla al intentar abrir el cajón del archivero, luego de segundos de jalonear la débil hojalata, este se abre con un chirrido. Saca una carpeta maltratada en color verde que al abrirla desparraman los documentos; pasa varios sin mirarlos incluso, toma uno, lee, al parecer no contiene lo que busca, continua, deteniéndose de vez en cuando a medio leer la información. Sonríe, al parecer ya ha encontrado lo que busca. Extiende el documento hacia el detenido, señalándole con el dedo índice algo.
-A tu esposa la vieron los vecinos salir de tu casa con maletas y pertenencias. La noche del crimen ella estaba a kilómetros de distancia. Lo hemos comprobado.
Lo que estaba escrito en ese papel no era verdad: esa noche Melanie lo esperaba en la oscuridad, lo desvistió, le colocó ropa distinta a la que llevaba puesta, le acarició las manos. Un momento. No, no le acariciaba las manos, se las apretaba contra algo, algo duro y frío, podría asegurar que era metal.
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