El fuego que sí se apaga

 








Se rascaba la cabeza como si ese gesto le ayudase a entender el texto que estaba frente a ella, poniendo a prueba su conocimiento, su comprensión, y de paso, su paciencia. Su compañero leía en voz alta mientras Tere se acomodaba las gafas sobre el puente de la nariz una y otra y otra vez, como lo hacen los alumnos que están presentando un examen del que no saben las respuestas.

El tipo era un hombrecillo alto y escuálido, vestido con un pantalón color gris oscuro, del cual sobresalían unas hebras de hilo de la costura interna de la pernera derecha, unas arrugas daban cuenta que el saco azul marino que traía puesto, y que aparte le quedaba algo grande, hubo estado mucho tiempo olvidado en algún cesto de ropa. Una camiseta polo en color celeste complementaba el “elegante” atuendo del predicador.

Dejando su deshojada biblia a un lado, mira a Tere, quien continúa perdida entre la historia de la humanidad.

-Bueno hermanita Tere, la veo muy concentrada, ¿tiene alguna duda de lo que acabamos de leer?

Indecisa la hermanita, da vuelta la página de su biblia, lee con detenimiento unas frases, subrayándolas con un lápiz mordido de la punta y sin borrador, regresa la página de nuevo y por fin, luego de unos instantes que al predicador le parecen larguísimos, exclama:

-No entiendo lo que dice aquí, o sea, si entiendo lo que está escrito, pero no sé lo que quiere decir.

-¿Me indica el texto, si es tan amable? –pide solicito el predicador.

-Es la que habla del lago de fuego eterno, que no se apaga…me da miedo ese pasaje…

-No tiene de que temer hermanita, el fuego sí se apaga. –termina la frase con una sonrisa bobalicona.

Tras el cristal de las gafas los ojos de Tere se ven más grandes de lo que en realidad son…

-No entiendo, aquí nos dice de un fuego eterno, que no se apaga…nunca

El predicador lanza un suspiro mientras lee su biblia.

-El fuego es eterno, así lo indica la palabra, pero déjeme decirle que sí se apaga…

Tere se lleva su mano derecha a la cabeza, y se rasca lentamente.

-A ver, si no me equivoco, eterno significa que es para siempre, ¿estamos de acuerdo?

-Sí.

-Entonces ¿por qué usted me dice que es “eterno pero sí se apaga”? ¿Se apaga o no se apaga? Es lo que me tiene confundida…

Ya perdido entre tanta palabrería inútil de la Tere, el predicador la mira con fijeza.

-Déjeme le explico: ese fuego se va apagando conforme usted vaya trabajando en su purificación.

Tere clava en el sus ojos castaños, aumentados por las gafas…

-Sigo sin entender: un fuego eterno, pero eterno que sí se apaga…no, definitivamente no lo entiendo.

Con su paciencia al límite, procurando ser lo más cortés posible, el predicador opta por decir:

-Mire hermanita, no me haga caso a mí, hágale caso a la palabra…

-La palabra me dice que el fuego no se apaga, y usted me dice que sí se apaga, usted ha estudiado la palabra y aun así me dice que el fuego se apaga… -se cubre los oídos con las manos- Ay!, no sé…ya me empezó a doler la cabeza…No se moleste hermanito, pero ya no venga, ya no quiero estudiar más, no entiendo nada, quedé peor que en el inicio…


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