Vitaminas


 







Tengo días sintiendo un cansancio agotador. Y eso que no realizo trabajos pesados, los normales dentro de la categoría de labores domésticas. Pienso que tal vez me hagan falta vitaminas, pero a veces dudo que marca ingerir, ya que ahora hay demasiadas marcas en el mercado: existen las llamadas genéricas que son más “baratas” y ni tanto, lo quieren hacer ver de esta manera porque son medicamentos que ya expiró su patente, pero la fórmula no cambia y es eficaz, en cuanto al precio, algunas cuestan la cuarta parte del precio original, otras la mitad y en otras solo hay una mínima diferencia.

 

Existen también marcas de grandes e importantes consorcio farmacéuticos trasnacionales, que cuestan quizá lo doble de las genéricas, esa es la verdadera razón de que mi bolsillo esté en duda.

 

Hace aproximadamente diez años que no ingiero esas dosis de energéticos llamados vitaminas, las últimas las compartimos mi hermana y yo, el frasco trae treinta tabletas, quince para ella y quince para mí.

 

La desventaja es que no hay que tomarlas antes de salir a realizar nuestras vueltas fuera de casa, pues las jodidas vitaminas actúan como diuréticos, a cada rato hay que ir a vaciar la vejiga, yo tomaba las dichosas pastillas antes de ir al trabajo y a mitad de camino, a un buen de tiempo para llegar a mi destino, sentía unas ganas incontrolables de usar el baño. Llegaba a la oficina justo a tiempo para descansar.

 

Años antes, me atreví a hacer que no pasa nada y al ver la calle desierta, me bajé las panties y lavé la calle… me acompañaba un anciano caballero, que no lo asustaba que los persignados vecinos pudiesen replicar algo o en dado caso llamar a los guardianes del orden. Salíamos de cenar en un restaurante, y no se me ocurrió pasar antes por el tocador, pero al ir de regreso a su casa, las ganas me llegaron inesperadas e inaguantables, para nada estaba por caer la oscuridad, así que, a pleno sol, cubierta por el tronco de un escuálido arbolito que recibió mis aguas térmicas y por los autos que permanecían estacionados sobre las aceras, obedecí su sugerencia. Por suerte para ambos nadie se dio cuenta del incidente.

 

O eso siempre he creído yo. 


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