Insistencia


 






La soledad nos distorsiona la realidad, provoca confusión y ver cosas que no son. Eso fue lo que pasó con uno de mis vecinos, bueno, no tan vecino, vive a unas doce o trece casas de distancia de donde yo habito. Nunca me dio buena espina el señor, un señor mayor, en los sesenta, sin embargo, forzosamente atravesaba por su casa pues es el camino más directo a casa de J, el viejito hacía comentarios pero nunca respondí a ellos, ni siquiera sé cómo se dio que conversáramos. Pero bueno, el caso es que comencé a responder su saludo y a conversar con él de temas sin importancia. De repente y sin previo aviso, comienza a sobarme la mano, a retenerla en el saludo, a realizar comentarios de tipo sexual que no me agradaban, en fin, esas conductas que no soporto, y no las soporto por la sencillísima razón de que nunca le di pie a que pensara que unas simples conversaciones entre dos personas que apenas se conocen y solo cruzan el saludo de buena vecindad, pudiera ir más allá. 

 

En mi imposibilidad de decirle las cosas  por no herir sus sentimientos, comencé a retirarme físicamente, preferí rodear una cuadra completa para ir a casa de J, claro que ese camino era más largo, pero para evitar encontrarme con el vecino hostigoso; pero cuando tenía el tiempo contado, no tenía opción que pasar por su casa, el me saludaba a lo que yo fingía no escuchar. Di por hecho que al ver mi mala jeta, mi actitud cortante, entendería la situación y por dignidad guardaría las formas cuando yo pasara por su casa. Mas no sucedió así, a pesar de mis malos modos sigue insistiendo, yo por mi parte, siento como una patada en el estómago cada vez que nos cruzamos por la colonia, se me queda mirando como chucho apaleado, yo sigo mi camino sin reparar en él. Aunque grita tontería y media no le hago caso, la gente lo mira y pasa de largo de él.

 

Espero pronto entienda las cosas. 


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