Cariño incondicional
Al cambiar a último
momento una cita ya concertada, se “mueve” por decirlo de manera metafórica,
toda la programación de actividades para bien o a veces para no tan bien. Uno de
mis representados quedó en venir por la mañana, después de las 9:00 am, pero a
las 12:00 mediodía me envía un mensaje diciendo que tuvo un imprevisto, le dije
que no se preocupara y que si se le facilita venir a eso de las 3:00 de la
tarde, lo espero, dijo que sí. A las 2:00 me vuelve a mensajear y me comenta
que anda cerca de este rumbo y pregunta si puedo recibirlo, le contesté
afirmativamente, y por fin quedó firmada la dichosa demanda.
Digo que cambian las cosas porque planeé que iría a comprar la despensa y las vueltas que tenía pendientes por hacer; y vendría a preparar una suculenta comida, la comida de todas formas la preparé e hice mis pendientes, y ya a eso de las 3:00 fui a surtir los comestibles que necesitaba.
El sol brilla en plenitud, ese fue el motivo por el que no distinguí a quien venía de frente a mí, vi la silueta caminar acompañada por un caniche, al irme acercando el caniche me pareció conocido, dije para mis adentros “ese perro se parece a la Gorda”, la perrita de mis ex vecinos de la Av. Renacimiento, pasamos de largo y cuando me crucé con la figura me percaté que es la mujer del vecino, llevaba un cachorro en su mano, más no logré distinguir si se trata de un perrito o de un gatito; es de color blanco con una parte de la cabeza negra, de inmediato lo relacioné con Jeremy, el gatito blanco que fue mi compañía los últimos meses que viví en esa dirección.
Para mi sorpresa, sentí un golpe húmedo en la parte trasera de mi tobillo y supe que es ella, la Gorda, alegre como de costumbre, ya sin sarna. La Gorda no se ha olvidado de mí, me reconoce al verme, pues se regresó y me trompeó con su morrito, me saludó pues, volteo y la miro, no se me ocurrió retirarme el cubre bocas, le dije aunque no sé si me escuchó o me entendió: extendí la mano derecha hacia ella y exclamé: ¿hola, cómo estás? Ella mostró sus dientecitos como en una sonrisa, meneó el rabo durante unos instantes y luego siguió a su ama.
Sentí nostalgia por ella, porque creí haberla abandonado al cambiar yo de domicilio, pero también me alegro de ver que sigue con sus amos, y quiero pensar que ya le dan más atención.
Pero me alegra más que me recuerde.
Significa que Dios escucha y responde mis plegarias por los animalitos y el medio ambiente.
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