Mujer de la iglesia...








                                                                                                                                     Imagen de Lucente en Pixabay     


Miraba a su suegra mover los labios, palabras lejanas, ella le contestó que sí, pero sin saber a qué…

 

Ha cumplido con su deber religioso de tomar el sacramento de la eucaristía. Se santigua. La misa dominical ya ha terminado, y su labor en ayudar a limpiar el templo también. Para regocijo de Dios, muchas manos han apoyado a mantener limpias las bancas y pisos, poner en orden el altar, etc.; pero un desastre para ella, pues es hora de regresar a casa, donde la espera un esposo abrumado por el exceso de trabajo y sus hijos, dos adolescentes de 15 y 12 años, uf, la edad donde comienza la verdadera preocupación.

Camina con rapidez, el celular vibra en el bolsillo trasero de su pantalón. Una sonrisa de oreja a oreja asoma a su rostro al ver el número en la pantalla.

-Hola…,no, ya voy de regreso a casa…lo de siempre, aquél –el adjetivo con el que se refiere a su esposo- está en casa, vamos a visitar a su mamá –pone los ojos en blanco, como queriendo decir “debo hacerlo, no hay otra opción”- claro, yo también, pero ahora no tengo manera de salir…espero pronto encontrar un trabajo… 

Lleva dos semanas desempleada. Angustia, desesperación. Las deudas que contrajo para pagar el tratamiento clínico de su madre la asfixiaban, bueno, no en sí las deudas, sino las personas quienes le proporcionaron el dinero. Cobrando a todas horas solo porque tenía algunas semanas de atraso en los abonos. Y para más inri, su esposo se niega a ayudarle a cubrir las deudas contraídas meses antes. Según él, debe ajustarse al salario que él percibe ejerciendo de policía municipal.

Continúa sonriendo a pesar de haber terminado la llamada. Dos caras sonrientes vienen hacia ella. Las reconocería a la distancia, son Sara, la vecina de al lado, acompañada de su nuera, Nina.

-Mony, ¿que tal estás? ¿Ya para tu casa?

Odiaba que le llamaran “Mony” (par de estúpidas, aparte, envidiosas). Es el pensamiento que atraviesa como una exhalación la mente de Mónica.

-Me encuentro excelentemente bien –recalca las últimas palabras y sonríe- Gracias por preguntar Justina (para ser sinceras, ese es el nombre completo de la nuera). –la expresión alegre de la nuera cambia como si hubiese trepado por sus fosas nasales algún hedor pútrido, lo que ocasiona más regocijo a Mónica.-Y sí, voy para mi casa, David me espera, vamos a visitar a mi suegra…

Sara da un empujoncito a Nina, apresurándola para continuar.

-Entonces no te entretenemos más, Mony, saludos a doña Martina…

Mónica permanece parada, observando que se alejan, susurran entre ellas y vuelven su mirada, encontrándose con los ojos de Mónica, quien les sonríe.

-Par de arpías, a donde voy me las encuentro, ni modo, no hay caminos exclusivos…-niega con la cabeza y prosigue su camino.

Más adelante, ya a salvo de la presencia de Mónica, Sara le comenta a su nuera:

-Muy santucha, muy santucha, una señora muy de la iglesia y sin embargo una desvergonzada, debe aquí, debe allá, los cobradores aporrean su puerta un día sí y al otro también…

-¿Notó la cara de satisfacción que tenía mientras conversaba por teléfono? Ay, suegra, soy malpensada, pero…-voltea a ambos lados cerciorándose que no hay otras personas que puedan escucharla, y se acerca a Sara para decirle en voz baja- aseguraría que se trata de su amante…

Los ojos de Sara se abren desmesuradamente.

 

-Se terminó la leche, -dice doña Martina acongojada- ni modo, tomaremos el café negro…

-Yo voy a la tienda a comprar leche, no se mortifique por eso, -Mónica se levanta de la silla como impulsada por un resorte- ¿algo más que necesite?

-Nada más, gracias hija. –Martina le dedica una sonrisa indulgente.- Eres un señor con mucha suerte, David, Mónica es una mujer muy servicial, además, trabajadora y una mujer muy de su casa…

En la boca de David aparece una mueca que intenta ser una sonrisa.

-Sí, mamá; una mujer muy de su casa…-repite en voz baja para sí, enfatizando en la palabra “muy”– que prefiere trabajar en oficinas y andar en la calle para ver que chamuco se la pesca…

 

Una mano la toma del brazo y la obliga a girar, del susto, la bolsa de la compra cae al piso.

-Pero, que loco, ¿qué haces por este rumbo? Mira que David está esperando la leche para tomar su cafecito… 

-Encontrarte, por supuesto. Tengo ganas de verte y de…-una sonrisa pícara se dibuja en su apuesto rostro- ya sabes que más…

Las mejillas de Mónica se llenan del color de la grana y ella siente un calor intenso cubrir todo su cuerpo.

-Es difícil, lo sabes, sin trabajo no puedo salir de casa, mis únicas salidas se limitan a ir por las compras y a mis labores en la iglesia.

Apuesto Rostro deja escapar una risita burlona.

-Ya imagino que dirían tus compañeras de actividades si supieran que…

Mónica sintió como si le echasen una tina de agua helada en la espalda.

-¿Que qué? –lo dijo con el tono más firme que pudo, aparentando indiferencia.

-Nada pequeña, solo bromeaba. Es todo.

-Pues no me gustan nada tus bromitas. Desde el principio quedaron claras las condiciones dentro de esta relación y las aceptaste, no vengas ahora con amenazas veladas. –Recoge la bolsa con los comestibles- Regreso a casa, el café se nos va a enfriar. Ya te avisaré cuando podamos vernos.

Apuesto Rostro abre la boca para decir algo, pero Mónica se aleja de prisa sin darle oportunidad. 

 

Las piernas le temblaban como gelatina, esperaba que Apuesto Rostro mantuviera la lengua quieta.

-Comentario o advertencia, lo mejor será que termine con esto. –Se detiene- Pero, tendré que devolverle todo el dinero que me ha prestado, y en estos momentos ¿cómo? ¡Ay, ay, ay! –con la mano libre se da unos golpecitos en la frente- Y lo peor es que está en mis redes sociales, tiene mis teléfonos… ¡y hasta mi dirección, joder! Éste está resultando ser peor que mis prestamistas…    

-Mónica, por fin, -comenta doña Martina en un tono de alivio- aquí mi hijo estaba preguntándose si habrías ido hasta los establos para corretear la vaquita… -Mónica se da cuenta que la anciana logra contener una risita burlona- ya terminamos el café…puedo prepararte una taza para que lo disfrutes con nosotros…aún queda algo de pastel en la nevera…

Miraba a su suegra mover los labios, palabras lejanas, ella le contestó que sí, pero sin saber a qué…


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