Historias de gatos


 










Brunette es una gatita hermosa y tierna, una siamesita punta de chocolate, como lo llaman lo expertos en mascotas gatunas; pero a veces puede ser muy belicosa, tiene un temperamento fuerte y agresivo, solo quiere ser ella, es egoísta y envidiosa, debido a estos factores, vive en continuo pleito con Leopardina, una gata atigrada color gris que vive al lado. Yo le daba de comer a ella, Leopardina, y al Kiss, un gato blanco con manchas negras sobre su cuerpo, antes de que Brunette llegara a esta casa; más Kiss y Leopardina nunca me mostraron confianza, eso sí, solo venían cuando sentían hambre para que les diera de comer, par de interesados, mugrientos. Eso era motivo de molestia para J, quien de diversas formas los echaba de aquí. Pero bueno, llega Brunette y ahora la comida y las atenciones las quiere solo para ella, al ver que comparto su comida con los demás, va a atosigarlos para que se vayan, lo mismo hace con Loquillo o el Mini Kiss, que nada tiene que ver con el gato mayor, el pequeño gato blanco y negro que rescaté de la calle una mañana de domingo que regresaba de la misa. El bebé estaba en un escalón, brincando para ver la manera de meterse por una ventana. Lloraba de hambre, imagino. Lo dejé en el jardín mientras fui a la tienda para comprarle croquetas, planeaba bañarlo para que se acostumbrase al agua, pero al regresar de la compra ya se había marchado. Salí en su busca, no conocía estos rumbos, por lo que deduje que no podía andar lejos. No logré localizarlo. Lo dejé estar. Pasadas dos semanas, se aparece por casa, a partir de esa fecha, comencé a darle de comer y venía a diario.

 

Una tarde ya oscureciendo, viene a pedir su comidita, al verlo, salí para darle un bocado y me di cuenta que otro personaje estaba en el pasillo: un gato dorado con un cascabel en el cuello, quien al verme corrió hacia la puerta, lo llame “Güero”, no sabía cómo llamarlo, lo seguí pero estaba renuente para acercarse, le puse comida afuera y sus dudas se disiparon, devoró lo que le puse, signo de que estaba hambriento; lo vio J y lo llamó, cautamente el gato se acercó y comenzó a frotarse en sus piernas, desde ese momento, adoptó esta casa como su hogar.

 

Y resulta que es niña. Brunette. Morena. Por su color marrón claro, tirando a rosado, y chocolate. Tampoco quiere a Loquillo, comparten espacio al momento de comer, ella termina lo más rápido que puede y se echa frente a Loquillo. Con paciencia (que es una cualidad que a mí me falta), espera a que su compañero termine de comer; al notar que está por terminar su ración, la tramposa con toda la calma del mundo se estira y despereza, lo deja que tome agua, se coloca atrás de él, y ya que está relajado, ¡yomp!, lo toma desprevenido, lo aporrea y lo corretea hasta que logra verlo fuera de aquí.    

 

¡ ¡Menuda guerrillera fui a adoptar! ! 



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