Fisgoneando ando...


 







Amparadas por la oscuridad que brinda el imperceptible puente que lleva de la noche al amanecer, las personas van y vienen por la calle, ajenas a que tras las cortinas de las casas que permanecen a oscuras, un par, no, mejor dicho, algunos (la certeza de cuántos pares exactamente nadie la puede tener) pares de ojos avispados continúan con atención su ir y venir. Los transeúntes sostienen en su mente la absurda idea de que como aún no aclara del todo la mañana, pasan desapercibidos para quienes aún duermen. Qué equivocación más grande.

 

El cuarto de baño está ubicado en el segundo nivel de la casa, y desde esa posición, tiene clara vista a la calle por la ventanilla frontal, que está situada justo a esa altura; es demasiado confiada, sabe que de afuera hacia dentro no hay visión, o al menos, no nítida, por lo que al momento de entrar o salir de la ducha descuida el pasearse sin ropa. De hecho, ignora si a la fecha alguno de los vecinos la ha visto desnuda.

 

Hace unos instantes salió de la ducha, envuelta en la toalla, y ve al vecino del frente regando su jardín, (es consiente de que no debe estar al pendiente de los movimientos del resto de la gente, pues la tentación es un lazo muy fuerte y al menor estiramiento, nos puede hacer caer, como cayó el rey David con la mujer que despreocupadamente se bañaba en el patio de su casa, bueno… quizá es porque estaba de moda bañarse en el patio, no se sabe). Ha notado que el riego de jardín lo hace de manera casi diaria, lo ha visto empapar la tierra de agua fresca y limpia por las mañanas y también por las noches, un despilfarro en época de sequía (su opinión personal); certeza de que a la gente no le importa quedarse sin agua con tal de tener un jardín que despierte la admiración (o envidia) de los demás y el resultado ha valido el esfuerzo: los rosales lucen sanos y lozanos, al igual que otras especies florales, pero lo que despierta su envidia es la planta de albahaca, que se alza lozana, enhiesta y altanera, sintiéndose la reina del jardín. Despierta su envidia el ver la albahaca tan bella y fragante, en cambio, las plantitas que ella con tanto gusto cortó de una casita que está deshabitada, tomándose el trabajo de andar yendo bajo el sol para cortarla y exponiéndose a que los vecinos llamasen a la autoridad, resultó ser hierbabuena. Vaya.


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